María Pía tiene 10 años y su propio emprendimiento de repostería; Valentino, de 14, se dedica a pasear perros y Clara, también adolescente, elabora y vende galletas caninas. Sofía, de 16, aprovechó la cuarentena para potenciar sus obras de arte. Niños y adolescentes de estos tiempos.
Si la cuarentena generó consecuencias de todo tipo, los niños y adolescentes fueron, de acuerdo con los especialistas, los más afectados emocionalmente.
Sin embargo, el combo que forma el tiempo libre y el ingenio parece resultar perfecto para pensar en lograr ingresos con pequeños negocios que no requieren demasiada inversión. En Mendoza, estos casos se multiplican.
Un manjar para perros
En 2019, cuando aún no había cumplido 14 años, Clara ya pensaba en generar su propio dinero. Se le ocurrió elaborar y vender galletas para perros, investigó en Internet, comenzó con el proyecto, entendió cómo vender más y mejor y, tiempo después, hizo un impás.
Pero llegó el confinamiento y con él la necesidad de invertir su tiempo libre. Sus hermanas Mía y Sol se prendieron y juntas decidieron apostar nuevamente al microemprendimiento denominado “Tinitas”, en honor a “Tina”, su perra adoptada el año pasado.
Así, están ocupadas y felices promocionando mercadería de “primer nivel”, que aprendieron a elaborar luego de mucho indagar en recetas caninas.
“Logramos dar con una receta fácil e ingredientes disponibles. Muchísima gente del barrio, amigos y familiares compran el producto y, lo más importante, ha sido una manera de mantenerlas entusiasmadas y de que tengan su dinero para pequeños gastos”, dijo Cecilia, su mamá.
María Pía, repostera
Si algo positivo le dejó la cuarentena a María Pía, de 10 años, fue tiempo y contactos para perfeccionar su marca de repostería “Pipita Sweet by cake”, que le está brindando miles de satisfacciones.
Siempre le encantó cocinar y de la mano de “Tati”, la empeada de su casa, dio sus primeros pasos en tortas y masitas. Pero también miraba programas de cocina y realitys donde captaba ideas para implementar.
“En diciembre hizo un curso de repostería navideña y, ya en pandemia, se largó con todo. Es la mejor manera de aprovechar el tiempo. Eso sí, siempre y cuando tenga al día las tareas de la escuela”, contó Mariela, su mamá.
María Pía extraña a sus amigas y quiere volver a la cancha de hóckey. Pero mientras tanto, entre sus cosas ricas y sus muchos encargues, va pasando de un modo productivo este período tan particular.
Valentino pasea perros
En la zona de su casa, Valentino observó a un paseador de perros y eso lo ayudó a decidirse.
El también, con todo el amor que siente por su Beagle llamado Batón, podía dedicarse a pasearlos: primero se informó, estudió algunos tips y, a las pocas horas, debutó con su primer cliente. Como se trataba de la primera vez, salió acompañado de su dueña “para que el animal adquiriera confianza”, dijo.
“Valen” recuerda el día inolvidable en que sus padres le dieron una de las mejores sorpresas de su vida.
“Me dijeron que saliera a buscar unos papeles y ahí estaba el cachorro. Era y fue siempre hermoso”, evocó.
Lo cierto es que elaboró un flayer y ya dio a publicidad su servicio.
“Quería trabajar, hacer algo productivo. Esta cuarentena es eterna”, reflexionó.
Comercializar el arte
Con mucha expectativa, Sofía, que siempre amó pintar, tiene listos sus primeros cuadros para comercializar.
El aislamiento le permitió tener el tiempo suficiente para crear y pasar largas tardes junto a microfibras y lápices.
Acompañada vía Zoom por sus amigas, también artistas principiantes, se dio cuenta de que esta vocación podía brindarle réditos económicos. Y va por ese camino.
Con su sonrisa permanente, Sofi tiene una ayuda especial: su hermana menor, que se encarga de ofrecer sus productos en las redes y con espectaculares imágenes.