Por años, el Puente de Hierro, el Cóndor y el Monumento a la Virgen –tres símbolos infaltables e inconfundibles del Acceso Este- tuvieron a un compañero que se convirtió en tan emblemático como ellos mismos. O aún más, ya que –además- interactuaba con los automovilistas que transitaban por la zona y hasta, con un simple gesto o algunas palabras, les mejoraba el día.
Abel Trillini saltó a la historia grande de Mendoza como “El Motivador de la Costanera”, o “El Motivador del Nudo Vial”. Y con su imponente presencia (casi 1,90 metros), su infaltable sonrisa y siempre un cartel con mensajes esperanzadores, Abel se metió en el corazón y en el día a día de los mendocinos. Y su presencia en el ingreso a la Ciudad de Mendoza se convirtió en un verdadero –e imprescindible- clásico.
Después de pasar un par de horas en el lugar, cada día Abel regresaba a su casa para continuar con su rutina laboral, aquella que le permitía ganarse la vida como pintor de casas.
Pero en ese punto neurálgico del ingreso a la Ciudad de Mendoza, en José Vicente Zapata y Costanera, Abel falta desde hace más de un año y medio. Y es que el motivador armó sus valijas –aunque liviano de equipaje- y se mudó a España con la idea de “probar suerte”. Claro que no se fue definitivamente, sino se fue a sumar una nueva experiencia en su vida.
“En dos, como mucho tres años, andaré de nuevo por Mendoza. Porque Argentina es el mejor país del mundo, ¡no hay nada como Argentina! Me encantaría estar allá motivando, alentando, diciendo que todo va a estar bien y que esto que se está viviendo es parte de uno de tantos cambios que uno siempre atraviesa, y vamos a salir adelante. Vamos a ser una Argentina fuerte, sobre todo si nos unimos como país, como pueblo”, cuenta el hombre, quien cumplió 47 años el 7 de abril en Barcelona.
Desde noviembre de 2022, cuando viajó a España por primera vez –junto a su esposa, Susi-, la vida de Abel ha sido una montaña rusa de emociones. Logró estar arriba y sentirse casi tocando el cielo, pero fueron más los momentos de caída libre y tocar fondo. Llegó a dormir en la calle, en un bar abandonado, y hasta debió sufrir la angustia de saber que Susi debería regresar a Argentina y quedar en soledad allí.
Pero si hay algo que caracteriza a Abel es que nunca se da por vencido, ni aún vencido (parafraseando a Almafuerte). Y su motivación es saber que el 20 de junio volverá a encontrarse con Susi en España, ya con la idea de lograr completar todo el “tramiterío” que les permita instalarse sin obstáculos ni contratiempos en España, siempre pensando en volver a Argentina.
“Actualmente estoy como voluntario permanente en una ONG para ayudar a gente en situación de calle y de mucha vulnerabilidad. Me alejé un poco de toda la vida pública y hasta cerré las redes sociales. Pero todavía intento motivar a la gente, ¡es inevitable para mí!”, cuenta, sonriente.
Ya no lo hace de forma masiva y con carteles impresos y parado en una esquina (“una vez intenté hacerlo en Toledo y tuve problemas porque la Policía me increpó, no entendían que no estaba pidiendo nada, sino que estaba dando”, rememora). Ahora Abel intenta motivar a quien se topa en la calle, y a quien (o quienes) su sexto sentido le dice que necesitan un apoyo, una palmada en la espalda.
Porque él mismo logró renacer tras una dura infancia marcada por los abusos sexuales que sufrió de parte de un vecino mientras tenía entre 6 y 8 años. Desde entonces, tiene bien en claro –y para sí mismo- que puede contagiar motivación y resiliencia, Y que ningún pozo anímico es tan profundo como para no lograr salir de él y seguir adelante.
“Ahora estoy motivando de a una persona por vez. Cuando veo a alguien que puede estar roto, me freno, le pregunto si necesita algo y veo qué puedo hacer por ellos. Así estoy desde hace un tiempo. Hace menos de un mes me encontré a Julia, una chica que sabía que estaba rota, me di cuenta de que estaba en las tinieblas y empecé a hablarle. Hablamos de sus cosas, de mis cosas, me enteré de que le gustaba escribir y después de eso ella escribió ‘El manuscrito de Abel’, que es su versión de mi historia. Y me hizo emocionar hasta las lágrimas”, cuenta esta versión más introspectiva de Abel, desde España y a Los Andes.
PERFIL MÁS BAJO, EL MISMO DE SIEMPRE
En noviembre de 2022, Abel Trillini y su esposa, Susana, viajaron a España para participar del Congreso Internacional de Conciencia contra la Violencia “Sumemos, juntos somos más”, que se celebró entre el 23 y el 28 de noviembre de ese año en la comuna de Talavera de la Reina, Toledo (España).
Fue en 2016, con 40 años, cuando Abel dio inicio a una costumbre que terminó por cambiarle –y mejorarle y hasta salvarle- el día a millones de personas. Cada mañana, antes de las 7, llegaba al nudo vial de Costanera y Zapata, se paraba en un reducido triangulito de cemento (similar a una vereda, aunque muy pequeña) y mantenía en alto un cartel con un mensaje motivador distinto cada día.
Las millones de personas que ingresaban a la Ciudad de Mendoza a diario y a primera hora del día cruzaban a su lado, como mínimo, esbozando una sonrisa. Y es que Abel solía dar con las palabras justas en el momento exacto. Muchas personas, incluso, aprovechaban la luz roja del semáforo para saludarlo –aunque sea tocando la bocina- y hasta lo saludaban, agradecían y felicitaban cuando pasaban a pocos metros de él.
En 2018, cuando ya era una figura pública, popular y conocida por los mendocinos, Abel Trillini fue invitado a brindar una charla TED. Y allí contó los sistemáticos abusos sexuales que sufrió entre los 6 y los 8 años, perpetrados por un vecino que convirtió su niñez en un infierno. Pero Abel salió adelante, se reinventó. Y desde entonces supo que con su experiencia y sus acciones podía contagiar motivación.
“Para poder viajar a Talavera de la Reina, tuvimos que hacer toda una colecta y campaña, porque no teníamos dinero para los dos pasajes. Todos los mendocinos nos ayudaron y fue algo hermoso. Recuerdo que un día estaba en la Costanera, ‘carteleando’, y un señor paró el auto y nos regaló 300 euros. ¡Y encima él fue quien nos dijo ‘gracias’ a nosotros! Otra chica nos donó 150 euros y con esos 450 euros pudimos viajar los dos”, rememora Abel, en una pausa de la lectura de un libro en la tarde catalana.
La idea era estar una semana en España, participar del congreso al que habían sido invitados, y regresar. Pero cuando cayeron en la cuenta de que el pasaje costaba lo mismo si lo sacaban a la semana o 40 días después, se inclinaron por la segunda opción, por lo que estuvieron más de un mes recorriendo la Madre Patria.
“Estuvimos 40 días en España, dos personas, y solo con 450 euros. Creo que nos están buscando del Récord Guinness para entrevistarnos y ver cómo hicimos”, acota, siempre sonriente y con su característico buen humor Abel.
Y fue en ese momento en que decidieron que había llegado el momento de probar suerte en España, aunque siempre teniendo en claro que la idea era volver a Argentina para disfrutar de sus días de retiro.
Regresaron a Argentina, prepararon todo para dejar la pequeña empresa de pintura que ellos mismos habían conformado a cargo de unos parientes (algo que a la larga les trajo algunos dolores de cabeza) y volvieron a viajar a España.
“Yo tenía partida de nacimiento y certificado de ciudadanía italiana, pero no funciona. Te piden pasaporte o DNI. Y todo lo que es trámite acá es muy lento, post pandemia todo se empezó a hacer con cita previa y podés estar como dos meses esperando esa cita previa. Me tardé 7 meses en sacar pasaporte italiano”, repasa Abel.
Para acreditar residencia en España (más concretamente en Barcelona, que es donde está Abel hoy), le exigieron empadronarse en la ciudad catalana. El detalle es que alquilar un departamento –lo que permite el empadronamiento- es muy caro, por lo que se suele alquilar un piso o una habitación. Y los dueños de esos espacios, responsables del inmueble, no suele acceder a que se empadrone como residentes a sus inquilinos, por lo que no es fácil empadronarse en España, según describe Trillini.
Su facilidad para socializar y hacerse amigos le permitió a Abel afianzar vínculo con un catalán, portero de un edificio, y hoy está viviendo en una oficina desocupada. Al tratarse justamente de una oficina, el mendocino no puede tramitar el certificado de habitabilidad en ese espacio.
“Es muy complicado hacer trámites acá. Y si no tenés papeles, te toman en negro y te pagan entre 40 o 50 euros por día (cuando te pagan bien). Si no, te pagan hasta 15 y 20 euros por las 8 o 7 horas diarias, hay un abuso”, se sincera.
Por algunas circunstancias e imprevistos, Susi debió regresar a Mendoza. Y Abel se ha quedado en soledad en España (país al que regresó hace ya un año), aunque tachando los días y esperando que llegue el 20 de junio para que su gran compañera regrese nuevamente a su lado.
“En cuanto a mí, me he borrado un poco del planeta, al menos de la parte pública. He vivido experiencias educadoras con familia, en junio del año pasado tuvimos alguno problemas y decidí cerrar las redes, me volví muy introspectivo. Susi se tuvo que ir y no fue fácil (aunque ahora en junio vuelve), y yo me tuve que poner de novio conmigo mismo”, piensa, en voz alta. “Todos tenemos que llegar a conocernos en algún momento, afrontar los fantasmas del pasado y salir de los oscuros momentos que no atan al pasado”, agrega.
Durante dos meses, Abel Trillini vivió en las calles catalanas y durmió en un bar abandonado. “Me adapté rápido a la calle, será que ya tenía experiencia. No ha sido fácil, pero no me arrepiento”, se sincera.
Como algo inherente a su persona, Abel sigue con su perfil motivador. Aunque, como él mismo explica, ya no lo hace con carteles, en esquinas y a la vista de todos, sino que ayuda a aquellas personas con que suele cruzarse (conocidas o no, las cosas de ser un tipo sociable) y percibe que hay algo roto en ellos.
“Estoy como voluntario permanente en una ONG, ayudando a la gente de la calle. Nos encargamos de preparar comida o, por ejemplo, de vaciar departamentos que quedaron desocupados. Restauramos los muebles y se vendemos por poco dinero. Pero con eso recaudamos para sostener la ONG y ayudar a quienes menos tienen”, destaca el motivador mendocino. “No Más Invisibles Barcelona” (@nomasinvisiblesbcn) es el nombre de la ONG, cuyo presidente es un argentino radicado en Barcelona.
Entre sus próximos proyectos, Abel y Julia (la autora de “El manuscrito de Abel”, y que surgió luego de que ambos compartieran sus difíciles historias) tienen pensado publicar y comercializar libros con esta obra, incluyendo ilustraciones. Lo han pensado de cara al festival de Sant Jordi.
“Todo lo que se recaude va a ir a una institución que se dedica a la prevención de abuso infantil. Lo vamos a presentar el 23 de abril y vamos a ver qué pasa”, adelanta el motivador.
EL SUEÑO ARGENTINO
Mientras espera por el regreso de Susi, su esposa y gran compañera de vida y aventuras, Abel aprovecha para intentar desmitificar la idea ya instalada del sueño europeo y de encontrar la panacea en España.
“España es muy bonito: la arquitectura, los paisajes, las calles. Pero 90% de las personas que vienen con su pareja no terminan juntos. Quienes vinieron con amigos, ya no se hablan. Algo pasa acá, es como que hay algo muy raro. Y es increíble la diferencia entre argentinos y el resto, ¡sobresalimos! Si algo anda bien aquí, es porque hay un argentino detrás, y no te exagero. No importa lo que digan de Argentina”, se sincera el motivador.
Para Abel Trillini, Argentina es “el mejor país del mundo”. Y tiene sus fundamentos, ya que por cuestiones de trabajo o de la vida misma, también vivió en Estados Unidos. Por esto mismo es que, insiste, su idea y la de Susi es volver a vivir a Mendoza y a Argentina dentro de tres años.
“Otra cosa que se ve mucho en España es que pareciera ser que uno se desprende y se aleja de la familia. Es algo muy raro. La ONG donde estoy se dedica a vaciar pisos y sacar muebles que quedan abandonados cuando una persona fallece. Y nos ha pasado de tener que tirar fotos de bautismos, de casamientos, de nacimientos, de momentos importantes. Aquí muere una persona y se tira todo, porque nadie va a buscar esos objetos. ¡Es una locura!”, continúa Trillini con su análisis. Y agrega que hay cientos de personas adultas en geriátricos a quienes sus parientes van a visitar muy de vez en cuando (y si van).
Según Trillini, los sueldos no son muy altos en España tampoco (sobre todo para quienes no tienen papeles y que, probablemente, terminen trabajando informalmente). Y, sostiene, la gente debe estar trabajando todo el día para poder tener comida.
“Extraño Mendoza, extraño estar parado en Costanera y Zapata alentando a la gente a seguir adelante. A veces quiero hacerlo en Barcelona, pero no sé si la gente está preparada. Acá la gente se endeuda hasta la cabeza. Y sí, hay comida, pero, ¿y el alma que la dejaste allá? Porque, salvo en los bares –donde todos son amigos-, afuera la gente es muy fría”, concluye.