Es probable que en Mendoza, donde vivió casi 40 años, pocos lo recuerden por su nombre, Carlos García. Pero si se le antepone a su apellido el apodo, “Flecha” y se le agrega, además, el “cura” como prefijo, no solo regresa a la memoria de los mendocinos, sino que adopta aquella identidad de un personaje tan popular como querido.
Para García, ser parte de un gobierno no pasa por estar en un cargo. Sin abandonar la calle, desde la intendencia de Canelones, “Flecha” considera que ya hace su aporte al construir para generar algo mejor.
La función social
Aunque nació en Miramar (Buenos Aires), cuando tenía 13 años Carlos García y sus padres se mudaron a Mendoza. Y aquí vivió él hasta 2012, por lo que –con orgullo- se define a sí mismo como “mendocino por adopción”.
Tras ser ordenado sacerdote, su primera función eclesiástica la ocupó en una iglesia de Lavalle, en 1985.
Desde el primer momento, “Flecha” dejó en claro su compromiso con los que menos tenían y más necesitaban. Siempre se lo veía como un cura “de a pie”, de esos que saben lo que es la carencia y la pobreza porque se codeaban con ella a diario.
Fue la cara visible de Cáritas en Mendoza, y luego pasó a ser parte de la Pastoral Social del Arzobispado de Mendoza. Aquí fue donde trabajó codo a codo con otros dos curas referentes de los más desvalidos, Jorge Contreras y Roberto Juárez.
Su creciente rol y aporte en social lo llevaron a ser convocado por el gobernador Jaque para integrar el Ministerio de Desarrollo Social.
“Al tiempo Celso Jaque me ofreció otra responsabilidad y yo no quise asumir, por lo que quedé como asesor. Yo ya había conocido Uruguay por unos amigos y habíamos venido con otro sacerdote a pasear. Conocimos gente maravillosa. Me enamoré de Uruguay, de su modo de vida, de la gente más cercana. Y ya sentía que había cumplido mi ciclo Mendoza”, resume a casi 13 años de haberse mudado.
¡Uruguay nomá'!
Un encuentro sobre desarrollo local celebrado en Canelones en 2010, cuando García aún era funcionario de Mendoza, fue lo que llevó a “Flecha” a por primera vez Uruguay.
“En ese encuentro tuvo lugar una anécdota que sería clave. Yo traía una cámara de fotos, la embarqué en el avión y cuando tomé el vuelo internacional, me la robaron y me desviaron la valija”, recuerda García.
La coordinadora del encuentro del otro lado del charco era Virginia Cornalino, una profesora de geografía y quien era parte de la intendencia de Canelones. Tiempo después, Virginia se convertiría en la esposa de García, y actualmente ambos conforman una feliz familia los dos, que completa la hija, Eluney (“Regalo del Cielo” en mapuche).
Aquella vez Carlos le pidió a Virginia un auto para ir al aeropuerto e iniciar el reclamo de la valija extraviada. García había llegado a Uruguay con intenciones manifiestas de conseguir otro trabajo. Y, aunque no lo consiguió, aquel accidentado periplo lo cruzó con el amor de su vida.
De regreso en Mendoza, García completó su mandato con Jaque. Su atención ya estaba en Uruguay, donde había hecho varios amigos también. En 2011 regresó al país charrúa, mientras que el 10 de noviembre de 2012 (“el 10 del 11 del 12”, acota, sonriente), y cuando ya le había llegado la dispensa canónica (había dejado de ser cura), Carlos y Virginia se casaron, por civil y por iglesia.
Fue en 2009 cuando Carlos García solicitó la dispensa permanente como sacerdote, que le llegó en 2011.
“Yo siempre amé y voy a amar a la iglesia, a Mendoza, a la gente, a los curas. Me fui con un muy buen vínculo, pero era una crisis personal”, repasa.
Flecha cruzando el río
El primer destino de “Flecha” García en Uruguay fue Las Piedras, en el departamento de Canelones, cuna de una de las gestas independentistas más importantes de Artigas y ubicado a 20 kilómetros de Montevideo. Allí debió iniciar su nueva ruta laboral.
Desde el comienzo, como parte de una organización, García comenzó a trabajar con personas en situación de calle. Y se convirtió en “educador no formal” en la ciudad.
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La nueva vida del ex "curaFlecha": su trabajo social en Uruguay y su vínculo con el presidente electo
Militancia
Durante 10 años, el ex cura y ex funcionario trabajó en territorio. Su trabajo y rol social fueron claves, y así se mantuvo hasta que terminó la presidencia de Tabaré Vázquez.
“Con la victoria de la derecha, esos programas de territorio se cortaron. Yo ya había empezado a militar políticamente en el Frente Amplio (izquierda), y entré a trabajar en el área de Desarrollo Humano de la intendencia de Canelones”, repasa García, quien cuenta que fue trabajando en ese rol junto a grupos vulnerables –primera infancia, ancianidad y salud mental- que inició su vínculo con Yamandú Orsi, por entonces secretario de gobierno en la intendencia.
“A mí siempre me gustó estar con la gente que más necesita e intentar dar respuestas”, reafirma.
La carrera política de Orsi continuó y llegó a ser intendente de Canelones. De a poco se fueron conociendo más y más, al punto de que el actual presidente electo de Uruguay es uno de los pocos que llama “Flecha” a Carlos y conoce toda su historia.
La “derechización” en el mundo
Además de repasar la actualidad en Uruguay, "Flecha" no evita compartir sus sensaciones sobre la actualidad de Argentina y la presidencia de Javier Milei.
“Sufro con muchos amigos que la están pasando mal en Argentina, no me es indiferente. La mayor preocupación es que a la derecha no le importa el otro, sino sus intereses y el interés económico, quedar bien con el poder y destruir a todos los que piensan distinto”, advierte.
Para “Flecha” García, esto debería convertirse en un llamado de atención a la democracia, a los Derechos Humanos y a la dignidad humana en general, que se ve amenazada
“Estamos llegando a que ‘el hombre es el lobo del hombre’. O sea, que nos llevamos a comer entre nosotros”, sigue, parafraseando a Hobbes.
El apodo “Flecha”
“Durante unas vacaciones trabajé en un laboratorio enológico en San Martín. Allí se vendían elementos de bodegas, entre ellos las flechas o los caños de la industria vitivinícola. Y como yo era muy flaco y muy alto, me pusieron ‘flecha’ de apodo”, explica. Y recuerda las dificultades que encontraba al momento de cargar las bolsas de bentonita.