El último adiós a un ser querido no es un proceso fácil de transitar, ni mucho menos fugaz. La elaboración y el atravesar el duelo pueden demandar días, meses e incluso años. Y no todos pueden salir ilesos de tan traumático momento.
Tal vez por ello es que los trabajos que realizan Daniel Carunchio (60) y el profesor Ricardo Péculo (74) no son para cualquiera. Carunchio es tanatopractor desde hace 43 años y tiene la compleja y artística misión de -mediante una trabajada técnica- retrasar la descomposición de los cuerpos sin vida, “dándole la posibilidad a la familia de rendir homenaje a un ser querido, así como también que el cuerpo pueda mantenerse durante el recorrido de una determinada distancia”, como él mismo describe.
“Es una vocación lo que hacemos, es tratar de aliviar el dolor en el momento de sufrimiento. Y que la gente no vea a su ser querido muerto, sino que lo vean como si estuviese durmiendo, descansando en paz”, acota.
El profesor Péculo, en tanto, es especialista en la parte de ceremonial y protocolo de los servicios fúnebres, tarea que empezó a desempeñar, poco a poco, cuando tenía solo 10 años. “Me di cuenta de que podía ser muy útil en un momento muy difícil. Para mí un velorio no marca que una muerte ocurrió, sino que una vida fue vivida. Y mi función no es enterrar a una persona, sino honrar la vida que hizo. Y transformar un momento doloroso en una despedida inolvidable”, agrega el experimentado hombre, cuyo nicho -valga el término- son los ritos y las honras fúnebres y todo lo que hace a ceremonial.
“A la hora de salida del cuerpo, no se trata solamente de llevarlo al cementerio, sino de hacer una honra fúnebre. Y, por ejemplo, si la persona jugaba a las bochas, pasar con el recorrido por el club, o llevarlo al barrio de toda su vida”, agrega Péculo, quien aclara que todas esas decisiones responden a la voluntad de la familia del difunto, mientras que su función es ayudar a concretar esos deseos.
Tanto Carunchio como Péculo estuvieron en Mendoza durante los últimos días para capacitar a trabajadores de las casas y cocherías nucleados en la Asociación Cuyana de Empresas Fúnebres (ACEF). Y, en diálogo con Los Andes, repasaron sus funciones, las claves de su rol y algunos de los procedimientos donde debieron intervenir.
Por ejemplo, cada uno desde su especialidad y con sus funciones, fueron parte del histórico proceso que incluyó la exhumación de los restos de Juan Domingo Perón para tomar una muestras óseas y determinar si Marta Holgado era hija del ex presidente -algo que fue descartado científicamente-. Y también del monumental -y caótico- operativo de traslado de los restos de Perón desde el Cementerio de La Chacarita hasta San Vicente (ambos sucesos tuvieron lugar en 2006).
TANATOPRAXIA, EL ARTE DE MANTENER UN CADÁVER
A los 15 años, Daniel Carunchio comenzó a trabajar como cadete en la funeraria familiar, en Buenos Aires. Y a los 17 comenzó a compenetrarse e interesarse en la técnica de la Tanatopraxia, aquella que permite mantener a un cuerpo sin vida y retrasar su descomposición.
“Las principales ventajas de la tanatopraxia es que no emana olores, no hay derrames de líquido, se recupera el color y no hay contagio de enfermedades”, enumera el especialista de 60 años y quien se desempeñó durante 16 años como subdirector de la morgue de la UBA.
Para explicar de forma gráfica el proceso a través del cual se consigue este retraso de la descomposición, Carunchio lo compara como “una especie de diálisis, donde, en lugar de hacerse el filtrado de la sangre, se reemplaza un fluido por otros”. Respecto a aquel que se introduce en el organismo para postergar la descomposición, el especialista destaca que se trata de una fórmula que incluye alcohol y colorantes, entre otros componentes.
“Es un proceso para evitar que se propaguen enfermedades, y también para que la piel de la persona pueda recuperar su color natural. Es lo que ocurre cuando alguien fallece de un infarto agudo, y queda de un color azul”, se explaya.
Si bien legalmente no existe un plazo máximo para “mantener” un cuerpo sin vida, en los cementerios la normativa se refiere a exhumar los cuerpos que hayan sido inhumados hace 5 años. Es decir, la orden es la de retirar los cuerpos al cumplirse 5 años desde de su entierro, siempre y cuando sean personas que no cuentan en estos espacios con parcelas propias.
“Si yo preparase los cuerpos para que duren mucho tiempo, saturaría los cementerios. Por lo general, en los procedimientos que hacemos para un velorio normal, se prepara a los cuerpos para que duren hasta dos años sin descomponerse. Y, una vez transcurrido ese tiempo, comienza el proceso de descomposición natural”, agrega Carunchio.
Los cadáveres de los ex presidentes Arturo Frondizi, Fernando De la Rúa y Juan Domingo Perón son algunos de los que han pasado por las manos de Carunchio al momento de aplicar la técnica de tanatopraxia.
Carunchio es, actualmente, el impulsor de la Tecnicatura Profesional en Tanatopraxia, carrera que ha presentado desde la Facultad de Medicina de la Universidad Maimónides.
Entre algunas de las infinitas anécdotas de Daniel Carunchio -por fuera de la exhumación de Perón-, el especialista recuerda aquella oportunidad en que le pidieron que hiciera tanatopraxia con el cuerpo sin vida de una perrita.
“Un día, un chico me llamó y me dijo que la novia se había ido de viaje y le había dejado a la perra para cuidarla. Estando ella de viaje, la perrita falleció. Y él me pidió que yo hiciera el proceso de tanatopraxia para que, cuando la chica volviera, pudiera ver a su perrita como era y no ya en descomposición”, rememora Carunchio.
MUCHO MÁS QUE UN TRASLADO
El profesor Ricardo Péculo tiene 74 años y es de Buenos Aires, aunque hace varios años vive en San Luis. Él mismo, quien aclara que antes de su nombre se incluya el “profesor”, recuerda que empezó a los 13 en el trabajo de preparar ritos y las honras fúnebres.
“Mi hermano puso su propia empresa de servicios fúnebres cuando tenía 18 años, y yo tenía 10 por entonces. Nos fuimos metiendo en el tema, primero por travesura, y luego ya por interés”, recuerda quien hoy se ha profesionalizado en ceremonial y protocolo dentro de los servicios fúnebres.
Según cuenta Péculo, es la familia la que decide qué se hace durante un velorio y la pompa fúnebre. Sin embargo, desde su conocimiento y experiencia, son los encargados de ceremonial y protocolo quienes pueden aportar ideas en sintonía con los lugares y pasiones que marcaron la vida del honrado.
La exhumación de Perón
Tanto Carunchio como el profesor Péculo participaron de la exhumación de los restos de Juan Domingo Perón en 2006 (cuando Marta Holgado reclamaba ser su hija) y del traslado del cementerio de Chacarita al museo en San Vicente.
“Tengo la reconstrucción de las manos de Perón y estamos esperando que nos den el ‘Ok’ para poder colocarlas. Las manos están hechas y listas para ponerlas en exhibición”, resalta Carunchio.
Péculo, por su parte, destaca que una de las cosas que más lo impactó en sus años de trabajo fue encabezar el traslado del cuerpo de Perón desde Chacarita hasta San Vicente.
Fue toda una ceremonia con ribetes míticos, masivos y populares, con una caravana que ganó las calles y rutas de Buenos Aires.
“De ese recorrido recuerdo muchas cosas, quedaron muchas anécdotas. Me dio mucha experiencia y la prensa en ese momento dijo que fui el último hombre que vio a Perón. Y cuando llegué a la quinta de San Vicente, la gente me tocaba las manos diciendo que había estado con Perón”, rememora Péculo, quien también estuvo presente cuando se tomaron los restos para hacer el cruce ante el pedido de Holgado,
“Cuando abrimos el ataúd para sacar restos óseos para la prueba, ver el uniforme presidencial me impactó. Y ver el cuerpo sin las manos, eso me jodió bastante. Porque, además, soy peronista”, concluye.