La médica mendocina que vivió en Afganistán: “Me preocupo por las mujeres que se independizaron”

Estela Kohn es ginecóloga y estuvo más de 4 años y Afganistán, donde participó de misiones de Médicos Sin Fronteras y de la Cruz Roja. Su primer viaje fue en 2002, meses después de que Estados Unidos invadiera el país tras el atentado de las Torres Gemelas

La médica mendocina que vivió en Afganistán: “Me preocupo por las mujeres que se independizaron”
Estela Celia Kohn, la ginecóloga mendocina que estuvo más de 4 años en Afganistán en misiones de Médicos Sin Fronteras y que vivió de cerca las características del régimen talibán. Foto: Gentileza.

A nivel internacional, el regreso de los talibanes al control del gobierno en Afganistán es la noticia más importante de los últimos días, y la más comentada. Tras 20 años de ocupación e intervención de Estados Unidos –comenzó luego del atentado a las Torres Gemelas en septiembre de 2001-, finalmente el gobierno norteamericano dispuso el abandono de este país asiático, por lo que la comenzó la transición para el retorno de los talibanes. Y, con este desenlace, el mundo de occidente vuelve a encender sus alertas.

Lo mismo ocurre, por ejemplo, con el resguardo de las mujeres afganas y quienes durante las últimas dos décadas recuperaron derechos que deberían ser indispensables y universales (como estudiar, trabajar o caminar por la vida con su rostro descubierto), pero en aquellas coordenadas se encaminan a volver a ser utopías.

Estela Celia Kohn, la ginecóloga mendocina que vivió más de 4 años en Afganistán.
Estela Celia Kohn, la ginecóloga mendocina que vivió más de 4 años en Afganistán.

Mientras en aquel país enclavado en el centro de Asia las postales se dividen entre talibanes celebrando (armas en mano) el regreso al poder y ciudadanos colgados –literalmente- de los aviones estadounidenses que despegan para concretar la retirada (muchos de los habitantes caen al vacío una vez que la aeronave despega); en su casa de las afueras de San Rafael la médica ginecóloga Estela Celia Kohn no deja de reiterar que está preocupada.

El mundo occidental solo habla de los talibanes, pero no son los únicos habitantes. Tengo amigos allá, con otra cultura, y son precisamente los que están intentando escaparse en estos momentos. Es otra mentalidad, una vida totalmente diferente y cuesta mucho entender lo que pasa allá, porque acá se habla solo la guerra. Hay otra vida”, resume Estela, quien vivió poco más de cuatro años en Afganistán como partícipe de distintas misiones de las que fue parte dentro de Médicos Sin Frontera y de la Cruz Roja.

“Las mujeres afganas son muy fuertes y admirables, pero su condición es muy triste. Tengo una gran amiga allá que es ginecóloga y fue alumna mía. Ella pudo escapar hace 3 meses –cuando se vio venir que la vuelta de los talibanes era inminente- y pudo irse a vivir a Irán. Me angustio mucho, hay gente que está sufriendo mucho. Hay mujeres que se han independizado y están trabajando. No sé qué va a pasar con eso, porque en los últimos años han tenido avances. Pero ahora no van a poder ir a la escuela, no van a poder leer ni escribir. Y eso no lo dice el Corán en ningún lado”, destaca la especialista mendocina.

La vida en Afganistán

Luego del atentado en el World Trade Center de la Ciudad de Nueva York (que consistió en la caída de las Torres Gemelas tras el impacto de dos aviones tomados por terroristas el 11 de septiembre de 2001), Estados Unidos dispuso la invasión de Afganistán para derrocar al régimen talibán, dar con Osama Bin Laden, líder y fundador de Al-Qaeda y que fue la organización terrorista que se adjudicó el atentado. Fue con apoyo de esta organización que los talibanes y su régimen llegaron al poder de este país (cuya capital es Kabul) en 1996.

Una de las fotos de niños afganos tomadas por Estela Celia Kohn mientras estuvo en ese país.
Una de las fotos de niños afganos tomadas por Estela Celia Kohn mientras estuvo en ese país.

En conjunto con esta invasión norteamericana, se desataron conflictos bélicos internos en este país asiático donde la religión es el condimento principal que une y separa a los distintos bandos y quien marca el compás de la vida. Por lo que las misiones de Médicos Sin Fronteras y la Cruz Roja con profesionales de todo el mundo que llegaban con el objetivo de brindan atención sanitaria a las miles de víctimas de los enfrentamientos, también se convirtieron en una constante.

“En total estuve más de cuatro años viviendo en Afganistán, en la misma cantidad de misiones de las que participé. La primera de ellas empezó en enero – febrero de 2002 y fue inmediatamente después de la invasión de Estados Unidos posterior al atentado. Estaba todo destruido cuando llegamos por primera vez, se habían registrado bombardeos después del 9-11. Y ahí estábamos nosotros y nosotras, ayudando e intentando hacer patria”, rememora la médica ginecóloga, quien estuvo en distintas ciudades afganas. Su primera misión la llevó a la ciudad de Kandahar, una de las más importantes después de Kabul y situada cerca del límite con Paquistán.

“Afganistán es un país sin superficie cultivable, todo es montaña. Entonces allá, con un pedacito de tierra, la gente no planta papas. Directamente planta opio. La amapola es el principal cultivo del lugar, y es precisamente de lo que viven los talibanes. Pero no es precisamente el pobre agricultor que apenas tiene un pedacito de tierra”, resume Estela, quien aclara que esta retirada y transición para el regreso de los talibanes se venía gestando desde hacía tiempo. “Estados Unidos estuvo 20 años en el lugar, haciendo una guerra que no iba ni para atrás ni para adelante. De hecho, y si bien no estaban en el poder y con la fuerza que están recuperando ahora, el régimen talibán siempre estuvo en Afganistán”, destaca Kohn. Su última misión en este país fue entre 2011 y 2012. Casualmente en mayo de 2011, casi 10 años después del atentado de las Torres Gemelas, Bin Laden fue descubierto y asesinado en su escondite ubicado en Paquistán.

Más allá de su desempeño vinculado a la ayuda humanitaria, Estela Kohn vivió algunos momentos de tensión y en los que –por momentos- sintió que no iba a vivir para contarlo.

“Una sola estuve en una situación similar a la de un secuestro. Íbamos de una clínica a la otra, con chofer y traductor, y los talibanes estaban robando un camión justo en el camino. No pudimos pasar y nos detuvieron. Yo me porté como una ‘bonita mujer afgana’, bajé los ojos y me quedé callada. Imaginate que siendo mujer no podés ni siquiera saludar ni dar la mano. Directamente no podés tocar a un hombre”, rememora la mujer, quien agrega que estando en Kandahar y para recorrer los 400 metros que separaban el campamento del hospital debía formarse un convoy de tres autos para resguardarlos de secuestros y atentados. “Dormíamos con la radio bajo la almohada”, acota.

Más allá de esto, Estela sabe que Afganistán tampoco es el país infernal que suele construirse en la cabeza occidental. “Hay algo muy raro que se da en casi todos los que llegamos para las misiones de ayuda humanitaria. Es como que nos enamoramos de Afganistán, a pesar de medidas de seguridad. Me marcó la hospitalidad de la gente, los paisajes. Vas por esos lugares y parece que estuvieras en un paisaje lunar. Algo que admiro es que un afgano nunca te miente. O te quiere o te odia, y si te odia puede matarte. Pero si te ama, da la vida por vos. Hay gente viviendo en cuevas aún, llegan a tener 20 grados bajo cero. Pero si te quieren te ofrecen un pedazo de pan –quizás lo único que tienen-. Y si no se lo recibís, se ofende”, destaca la ginecóloga mendocina. Además, resalta la cultura milenaria del lugar y la hospitalidad.

Estela Celia Kohn participó de 4 misiones de Médicos Sin Frontera y la Cruz Roja en Afganistán, entre 2002 y 2011.
Estela Celia Kohn participó de 4 misiones de Médicos Sin Frontera y la Cruz Roja en Afganistán, entre 2002 y 2011.

Dentro de lo que aprendió en sus más de cuatro años viviendo en Afganistán, Estela Celia Kohn sabe que este régimen que hoy asoma como una amenaza para Estados Unidos y lo que se considera como “mundo occidental” fue una creación de los mismos norteamericanos para enfrentar en intento de invasión de las fuerzas de ex repúblicas soviéticas y de otros países que se disputaban el control. “Afganistán es un país pobre, pero geopolíticamente hablando está en el centro de Asia. A lo largo de toda la historia la ruta de la seda, de las especias y del oro pasaba por ahí. El control de Afganistán supone el control de un importante sector de Asia. Taleb significa ‘estudiante’, y talibán es el plural; por lo que sería ‘estudiantes’. En 1996 los talibanes subieron al poder. Los armó Estados Unidos, les dio instrucción militar para sacar a los rusos. Pero fue como el doctor Frankenstein, y el monstruo se les fue de las manos”, agrega Kohn. Y aclara que el mismísimo Bin Laden fue apoyado en este momento por Estados Unidos.

El duro padecimiento de la mujer

Uno de los principales temores con el regreso del régimen talibán al control de Kabul tiene que ver con lo que ocurrirá a partir de ahora con el rol de la mujer y todos esos “derechos” (entre comillas, porque son necesidades básicos) que adquirió en estos casi 20 años. También hay temor a represalias contra quienes acompañaban y defendían la presencia de las tropas de Estados Unidos en el lugar, y son ellos justamente quienes protagonizan las desesperantes secuencias de personas que se prenden –desde afuera- a los aviones norteamericanos cuando están despegando. Y que caen al vacío en escenas que se tornan realmente desgarradoras.

“Por mi especialidad, como ginecóloga, pude entrar un poco en la intimidad de los hogares y las mujeres afganas. Por empezar, los hombres no aceptan ginecólogos hombres. Pero, además, la mujer nunca podía estar sola. Me pasó de casos en que una mujer me decía que tenía prolapso o alguna hemorragia íntima, pero yo no podía revisar a la mujer sin que estuviese presente el marido”, recapitula. En ese sentido, y en base a su experiencia, agrega que tiene razones de sobra para descreer de las cifras de mortalidad maternal en estos países. “Hay mujeres que mueren y directamente ni se registran”, reafirma y da forma a su dura conclusión: la salud femenina en los países del tercer mundo es bastante terrible.

“La mujer es el eslabón más débil de los derechos humanos en estos países. Si hay un solo plato de comida, es para el hombre. Lo que sobra se destina a los niños y recién después de eso, y si es que queda algo, se le da a las mujeres”, agrega la mujer, quien en sus distintas misiones y causas humanitarias estuvo por África, Asia y Haití.

En los años en que vivió en Afganistán, Estela Celia Kohn no fue obligada a usar burka (vestimenta que las mujeres afganas deben usar sí o sí y que cubre absolutamente todo su cuerpo). No obstante, obligatoriamente debía usar un velo que le cubriera el rostro, además de ropa, camisas y buzos holgados que no se le entallaran en ninguna parte del cuerpo.

“Tenés que tener vocación y una personalidad especial para participar de estas causas y misiones humanitarias. Ahora estoy un poco en retiro, porque empecé a crecer. Pero no me siento vieja para nada. Y mientras el cuerpo y la mente den, voy a seguir”, concluye.

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