La inspiradora historia de Mariana, la mendocina que superó una leucemia y da mensajes motivadores

Tras un largo proceso oncológico y luego de sentir que podía quedarse en el camino, esta docente de La Escandinava (Alvear) hoy brinda charlas motivacionales. Según ella, los milagros existen y demostrar una actitud positiva “representa la clave para recuperarse”.

La inspiradora historia de Mariana, la mendocina que superó una leucemia y da mensajes motivadores
La inspiradora historia de Mariana Sinchuk , la mendocina que superó una leucemia y da mensajes motivadores. Gentileza

Cuando Mariana Sinchuk se recuperó de una leucemia linfoblástica aguda entendió que la vida representa un verdadero regalo de Dios; que cada minuto vale la pena y que jamás se mostraría con indiferencia frente a lo más trascendente que recibe cada día: la oportunidad de despertarse.

Por eso siente que transitó dos vidas: una anterior a los 13 años, cuando le diagnosticaron este tipo de cáncer que suele afectar a los niños -y que ocurre cuando una célula de la médula ósea presenta errores en su ADN-, y la que comenzó a vivir después de superarlo. Ella misma se prohibió desaprovechar cada minuto.

Profesora de Educación Física, nacida y criada en La Escandinava, una colonia rural de General Alvear -donde en la posguerra se instalaron descendientes polacos, rusos y ucranianos-, Mariana es la menor de cuatro hermanos. Uno de ellos, Marcos, fue su donante de médula ósea.

Su caso resonó con fuerza en su localidad y hoy, su actividad docente en una escuela de Malargüe le permite el contacto diario con muchísima gente, por eso suele dejar su mensaje inspirador a quien quiera escucharla.

Mariana a sus 13 años, cuando recién comenzaba con su tratamiento contra la leucemia.
Mariana a sus 13 años, cuando recién comenzaba con su tratamiento contra la leucemia.

De llevar una vida normal, repleta de amigos y siempre al aire libre, pasó a sentirse presa en una cama de hospital en medio de un prolongado tratamiento oncológico.

“Pasaba el día a día con ansiedad e incertidumbre. Muchos chicos en mi situación quedaron en el camino y yo era consciente de que podía ser uno de ellos”, reflexiona.

La fe y la certeza de que Dios tiene un propósito para cada uno fue clave en su recuperación, pero no fue lo único. “A quienes atraviesan por lo mismo, les suelo decir que tener buen estado de ánimo es fundamental, así como el acompañamiento y la contención de la familia, rodearse de gente con buena energía y mantenerse firme ante cada caída”, agrega. “Las pruebas de Dios dejan siempre un aprendizaje”, señala.

“Siento que volví a nacer y estaré infinitamente agradecida. Tengo la oportunidad de levantarme todos los días y no puedo hacerme la desentendida… simplemente, soy feliz”.

Un recuerdo latente

El cansancio y los dolores de espalda que sentía Mariana fueron atribuidos, en un primer momento, a su crecimiento repentino. Cuando fue diagnosticada, la enfermedad se encontraba avanzada.

El proceso fue largo, repleto de vaivenes. El equipo médico del Hospital de Niños Dr. Humberto Notti logró sacarla adelante. El transplante de médula se realizó en el Austral de Buenos Aires.

En el medio, su organismo sufrió deterioros, dolores, temblores, rehabilitación y rechazo a los tratamientos y a la propia médula recibida. Pasó de tener un “pelazo” rubio y espeso a mostrarse pelada por completo. “Fueron épocas de volcar toda la fe en un milagro. De repente me encontré en silla de ruedas aprendiendo nuevamente a caminar y logré. Y entonces supe que existen”, recuerda.

Desde un primer momento, la familia de Mariana recibió la visita, en el Hospital Notti, de voluntarias de Casita de Ronald Mc Donald, institución que recibe y contiene a familias con estas problemáticas mientras los pacientes de Pediatría se encuentran en tratamientos.

Tras superar su enfermedad, Mariana cambió su forma de ver la vida
Tras superar su enfermedad, Mariana cambió su forma de ver la vida

“Durante años fue mi segundo hogar. Haber transitado allí junto a mis padres aquellos años fue toda una bendición. Sigo en contacto y estaré eternamente agradecida”, puntualiza.

La vida de Mariana se fue normalizando de a poco. El primer año del secundario lo rindió libre y el segundo lo cumplió de manera domiciliaria. Luego decidió estudiar Educación Física, en San Rafael. “Fue otro golpe para mis padres, que pretendían una carrera donde no tuviera que poner el cuerpo”, evoca.

Una vez recibida, encontró su espacio laboral en el Centro Comunitario Rural Evangélico, una escuela albergue de Agua Escondida donde dedica prácticamente toda la jornada entre los niveles Maternal, Inicial, Primaria y Secundaria.

“Es una experiencia fantástica porque, además de profesora, soy consejera y, un poco, madre. Se vive de otro modo, no hay Covid-19 entre los 300 habitantes, la mayoría puesteros que crían ganado, chivos y caballos”, cuenta.

Directivos y plantel docente realizan una labor de excelencia y vuelcan todo su empeño en alentar a la matrícula a superarse, a proyectar y a estudiar afuera.

Mariana, que ama la vida al aire libre, complementó su carrera con una licenciatura en Psicomotricidad Educativa. “Es gratificante trabajar en un lugar natural situado en medio la nada, rodeado de fincas, viñedos, lagos y montañas…”, enumera, con pasión.

La pasión y el entusiasmo que, en definitiva, le dejó su enfermedad como principal legado. Disfrutar cada momento que la vida regala. De eso, ni más, ni menos, se nutre su existencia.

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