Hace unos días, Daniela, una joven de 24 años se levantó con el peor mensaje que podría haber recibido. Su ex novio, papá de su hija, le informó por whatsapp que no quería volver a verlas: “Si algún día nos cruzamos, no existo, no existimos”.
“Vi eso y me puse a llorar, era horrible”, le contó a Clarín Daniela, que se volvió viral al compartir el mensaje en su cuenta de Twitter.
“Le dije que no hacía falta que se justificara, porque los hechos hablan por sí solos. Él a Gala no la venía a ver hacía un mes y a ella amor le sobra. No quise hacer bolonqui”, agregó.
Tal fue la bronca de la joven que decidió actuar. Al día siguiente, decidió publicar su historia en Twitter y cientos de personas comenzaron a darle su apoyo a través de la red social.
Todo el país hablaba del tema, pero nadie sabía bien qué había pasado entre Daniela y el padre de su hija.
“Acá hay violencia y maltrato psicológico, quiero hablar para que mi caso le sirva a muchas otras chicas que están pasando por lo mismo o algo peor que lo que vivo yo”, afirmó la joven.
Una relación tóxica
Daniela conoce a su ex cuando tenía 18 años. Era una adolescente de la localidad bonaerense de La Emilia. Recién terminaba la secundaria cuando se conocieron en un boliche muy conocido de la zona.
Él era un chico que llamaba mucho la atención, se hacía notar y era un referente en el grupito del barrio. Al poco tiempo se pusieron de novios. Dos años después ella quedó embarazada y las cosas cambiaron.
“Yo tenía 22 y tuve que dejar de estudiar porque tuve pérdidas durante el embarazo. Cuando arrancó la pandemia nos fuimos a vivir juntos a un departamento de su familia en San Nicolás”.
Daniela aún estaba embarazada la primera vez que sintió miedo: “Me tuve que encerrar en una pieza porque él rompía todo”. La relación se volvió cada vez más oscura y, después del parto, ella se fue algunos días a la casa de su familia en La Emilia: “Yo no entendía nada de la maternidad, y necesitaba que me ayudara mi mamá”. Al regresar al departamento, la convivencia nuevamente fue muy conflictiva.
“Gala era muy chiquita y fue heavy porque él tenía muchos celos. Una cosa infundada, además, porque hasta se quejaba de mi familia. Estuve un mes sin poder verlos”, recuerda la joven, que quedó atrapada en un vínculo cruel: “Si él quería salir yo ni me quejaba pero a él incluso eso le molestaba. Una vez me dijo: ‘Si vos me dejas ir a una fiesta es porque querés que me vaya así vos podés hacer otra cosa’. Era enfermizo”.
La violencia no tardó en volver a aparecer. Fue en el trabajo de ella, a plena luz del día y ante la atenta mirada de tres niños, entre ellos Gala: “Él no quería trabajar porque sus padres le pasaban plata. Nosotros económicamente estábamos bien, pero yo quieta no me iba a quedar porque quería progresar. Así que estaba en dos laburos. Un día él enloqueció y me vino a romper todo”.
“Se había puesto celoso porque me pinté los ojos y vino hasta la heladería en la que yo trabajaba y rompió todo. Mi papá estaba ahí y trató de calmarlo, le dijo que no hiciera eso mientras yo estaba trabajando porque nosotros no somos de una familia de plata como la de él y no podemos quedarnos sin empleo. Él lo quiso agarrar a trompadas a mi papá, que es un hombre grande”.
Diez meses sin dar señales de vida
Luego de su crisis de celos en la heladería, Daniela no supo más nada de él por diez meses.
“Me amenazaba con que iba a desaparecer. Yo le dije que si quería irse que se fuera. E hizo exactamente eso. No lo vi nunca más, ni me escribió por 10 meses”. Fue el 6 de enero del 2021 y dos semanas más tarde, ella le escribió para preguntarle qué iba a hacer: “Me contestó que no quería saber nada conmigo, que su mamá iba a ser la intermediaria entre nosotros y me bloqueó”.
“Un tiempo después me lo crucé en un Festival de un parque en San Nicolás. Él me miró y me ignoró. Me volví a casa llorando porque yo todavía estaba procesando todo”.
Cuando se peleó, todo cambió para la joven madre. Regresó a casa de sus padres y cada tanto recibía las visitas de su ex suegra para ver a su nieta pero el padre, nada. A su vez todos los meses ella recibía un aporte económico en concepto de “manutención”, que lo enviaban mediante un cadete. “Era muy poca plata, no me alcanzaba y mi situación se volvió muy difícil”.
“Desde ese momento tengo que trabajar muchísimo para mantener a la nena y hay muchos días en los que no llego a verla. Solo tengo a mis viejos para ayudarme a cuidarla y ellos tienen que trabajar también. Mi papá es remisero, mi mamá auxiliar de escuela, todos laburantes”, describe la joven.
El 12 de noviembre del año pasado, Daniela recibió un mensaje. Era él. “Me preguntó si iba a estar en mi casa y yo ni siquiera sabía quién era porque habían pasado 10 meses”. Desconcertada, no supo qué contestarle y terminó aceptando su visita: “Cayó a las 22.30, yo estaba por darle la comida a la nena. Le pedí a una amiga que se quedara conmigo porque tenía miedo, no sabía que podía llegar a pasar”.
Daniela y Gala lo esperaban en la puerta de la casa, y su amiga estaba adentro, lista para actuar si algo llegaba a suceder. El padre apareció corriendo y, tras casi un año sin ver a su hija, la abrazó. En medio de la noche y sin saber exactamente quién era ese hombre que la agarraba, Gala se largó a llorar. “No lo conocía, él le decía: ‘Hola soy papá’ y ella no entendía nada. No era así como se tenían que dar las cosas”.
Luego, el joven se dirigió hacia Daniela. “Me empezó a decir: ‘Mirá lo que me perdí y me insinuó que quería que volviéramos como pareja, se puso a llorar”, recordó la joven.
Ella tenía en claro que no quería volver con él, pero se ilusionó con la idea de que su hija pudiera llegar a tener un vínculo más sano y sostenido con su papá: “Se quedó un rato con nosotras y al otro día volvió, al siguiente también. Pero después ya empezó a desaparecer de nuevo”.
Desde entonces sus visitas fueron intermitentes y cada vez más breves: “Cuando él se la llevaba yo lloraba porque tenía miedo de lo que podía pasar con la nena. Me iba a trabajar desesperada, él venía a buscarla solo a la tarde y se la llevaba un ratito nada más y solo dos veces por semana. Nunca los fines de semana”.
Ya en enero del 2022 la relación se partió definitivamente. “Un día me dijo que tenía covid y se tenía que hisopar. Tardó un mes en reaparecer y esa fue la última vez que supe de él hasta que me mandó el famoso mensaje”.