La historia de Lucía, la chica mendocina que sueña con ser escritora a pesar de sus mil necesidades

Sin acceso a internet, computadora ni celular, la adolescente suena con ser escritora. Alumna de la secundaria, premiaron uno de sus cuentos. La cuarentena y la precariedad conspiran su pasión.

La historia de Lucía, la chica mendocina que sueña con ser escritora a pesar de sus mil necesidades
Contra toda adversidad. Lucía Parra es alumna de tercer año. Vive en una familia humilde y no abandona sus sueños de convertirse en una autora de renombre. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes.

El premio que obtuvo su cuento La princesa y el vagabundo, durante un certamen que se desarrolló en la Escuela 100 PS Champagnat de El Challao, la hizo estallar de alegría. Lucía Parra, quien sueña con ser escritora, se proyectó galardonada, con un best-seller en sus manos y lectores fanáticos en todo el mundo.

Pese a formar parte de la franja ascendente de la pobreza en Mendoza y de sufrir necesidades extremas, su objetivo permanecía intacto.

Lucía Parra
Lucía Parra

Hasta que llegó la Covid-19 y el aislamiento obligatorio, que la dejaron inmersa, aún más, en una situación de profunda desigualdad.

Lucía vive en una precaria construcción situada en el barrio Campo El Molino, también llamado San Expedito, e integra la lista de 37.000 niños y adolescentes mendocinos que carecen de acceso a internet para poder cumplir adecuadamente con sus clases virtuales en medio de la pandemia.

Ni PC, ni teléfono celular, ni internet. Pero, eso sí: en su habitación con piso de tierra atesora una modesta biblioteca con novelas, que ha ido recopilando con el tiempo.

Apenas si tienen para comer en su familia numerosa, en la que la pensión de $15.000 que percibe su mamá -por tener siete hijos- se deben estirar hasta fin de mes como si fuera un chicle.

Lectora. En su modesta casa con 8 integrantes, Lucía tiene espacio para una biblioteca.
Lectora. En su modesta casa con 8 integrantes, Lucía tiene espacio para una biblioteca.

“Pero, ¡ojo! -advierte ella con seriedad-. A mí sólo me falta estar conectada. Con los cuadernillos voy al día”.

Privaciones

Nos invita a pasar y muestra el habitáculo oscuro y reducido donde conviven ocho almas. Madre, hermanos, cuñada, sobrinos, todos amontonados bajo un techo de chapa que amenaza con volarse desde el último ventarrón y que pide a gritos ser reparado.

Aquí, la fogata para calefaccionarse suele encenderse en el mismo piso de tierra y baldosas improvisadas del comedor. No hay gas ni agua. Y la escuela ayuda una vez al mes con bolsones de mercadería.

Con toda su inocencia, Lucía se debate entre la esperanza y el optimismo. De a ratos, confía en un mundo más justo. Por momentos, es consciente de que quedó aislada, privada de lo único que puede salvarla.

“Hablemos del cuento”, reclama, mientras exhibe el original, que está guardado en el interior de una carpeta destartalada. Redactado con letra impecable, relata la historia de amor entre una princesa rica llamada Lucía y un pordiosero de nombre Lucas, cuyo padre le prohibía acercarse a ella. “Demasiada diferencia social”, aclara su autora.

“Este amor transcurre en Roma, Italia, y finalmente se casan a escondidas. El cuento deja una moraleja: que lo material no es tan importante ni puede impedirnos ser felices”, remata.

La mención especial por este texto la recibió Lucía justo el día de su cumpleaños: el 13 de junio del año pasado. Nunca olvidará la felicidad de aquella jornada.

Pero no es la primera vez que cumple un rol destacado en el colegio: en la feria de ciencias, por ejemplo, siempre terminan felicitándola. Por eso habla con tanto cariño de la escuela Champagnat, en la que dio sus primeros pasos y donde la siguen bien de cerca. Le facilitan libros de todo tipo, la alientan para que continúe escribiendo y la estimulan para que pueda seguir una carrera universitaria.

En ese mismo establecimento cumplió la primaria y, ahora, cursa el primer ciclo de la secundaria, aunque con un impás en el medio: años atrás abandonó por razones económicas. Vivía en otro barrio y no había para el colectivo.

“Nunca repetí”, se defiende, cuando explica los dos años de diferencia que tiene con el resto de sus compañeros.

Golpeada por una vida repleta de carencias y con una diabetes crónica que la obliga a estar medicada de por vida, María Isabel, su mamá, observa a su nena entre orgullosa y resignada. “Llegó al mundo en esta misma casa, rompí bolsa y nació con la ayuda de mi suegra. Por eso, como segundo nombre le pusimos Elena, igual que su abuela”, evoca, con una sonrisa, y se esperanza: “Quisiera que pueda cumplir todo lo que se proponga. Es muy dedicada y pasa muchas horas del día escribiendo cuentos”.

Lucía apura su charla. El sol empieza a caer y casi no queda agua en la casa. Hay que salir a buscar. Saluda, alegre, sorprendida. “Es que parezco una artista, nunca me tomaron tantas fotos”.

-Lucía, ¿por qué le pusiste tu nombre a la princesa del cuento?

-Por casualidad. Yo no soy princesa, ni mucho menos. Simplemente soy Lucía y espero un futuro mejor.

Una alumna brillante

Belén Donoso, directora de la escuela Champagnat, aseguró que Lucía y su hermana son apenas dos de los muchos estudiantes que carecen de conectividad en esta comunidad educativa. “Esto dificulta muchísimo el proceso de retroalimentación profesor-alumno. Sin embargo, una vez a la semana nos acercamos para llevarle las tareas y ella las resuelve en tiempo y forma. Hacemos todo lo que podemos en este contexto, que es tan particular”, reflexionó. La directiva dijo que Lucía y su hermana, ambas de tercer año, son alumnas “brillantes”: “Nos enorgullecen”. “Desde que comenzó el aislamiento hemos pedido celulares para esta familia. Recibimos algunos, pero estaban viejos y fue imposible hacerlos funcionar”, relató. “Sería una alegría que Lucía pueda tener más acceso y esperamos toda ayuda que podamos recibir”, concluyó.

Cómo ayudar

Quienes puedan colaborar con Lucía pueden hacerlo a través de la escuela Champagnat (El Challao) o llamando al (0261) 152495461. Las necesidades son numerosas: desde una mejora en su vivienda, hasta elementos escolares, computadora, teléfono, ropa de abrigo, colchones, frazadas y mercadería.

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