Que la realidad suele superar a la ficción es una frase tan repetida y comprobada precisamente en la realidad que ya se ha convertido en algo trillado. No obstante, esto no quita que, incluso el peor de los escenarios abominables y tenebrosos que un autor pueda imaginar en su cabeza pueda ser superado por el mundo real. Como prueba de ello, muchas veces algunas obras literarias o audiovisuales terminan estando basadas en casos y hechos reales.
Esto es lo que ocurre con la película surcoreana “En Silencio” (2011), disponible en Netflix y basada en un conmocionante y aterrador caso real de abusos sexuales a niños sordos y niñas sordas en una escuela con albergue en Corea del Sur. De hecho, la película está basada en un libro que fue escrito a raíz de este aberrante caso real y que, inevitablemente, trae reiteradas remisiones al escandaloso Caso Próvolo en Mendoza.
Por el Caso Próvolo, entre 2018 y 2019 fueron condenados en Mendoza cuatro hombres, ex autoridades y trabajadores del instituto religioso que funcionaba en Luján de Cuyo. La totalidad de los penados fueron encontrados culpables y declarados autores de haber abusado de manera sistemática y reiterada a los ex alumnos y ex alumnas del instituto -todos con discapacidades auditivas, ya sea sordos y sordas o hipoacúsicos e hipoacúsicas-. Dos de los condenados, además, eran curas -Horacio Corbacho (quien está preso y sigue siendo cura) y Nicola Corradi (quien falleció en 2021 siendo sacerdote)-, mientras que entre los otros dos condenados había un monaguillo.
Con los 45 y 42 años de prisión -para Corbacho y Corradi, respectivamente-, el Caso Próvolo se convirtió en el caso con penas más altas de la historia judicial de Mendoza. Pero, además, constituye -en presente, ya que actualmente hay 9 mujeres en juicio, entre ellas dos monjas- el caso de abuso sexual eclesiástico más importante de la historia en Argentina e, incluso, uno de los más resonantes a nivel mundial.
Las coincidencias del Caso Próvolo con el caso surcoreano que dio vida a la novela “El Crisol” y, después, a la película “En Silencio” son tan llamativas como escalofriantes. No solo por la manera en que actuaban las autoridades y personal de este instituto con internado para abusar y atacar a los niños y las niñas, sino por la manera en que -a nivel judicial e institucional- se intentaron tapar y minimizar los hechos (algo que, al menos en el primer juicio por los abusos en el Próvolo mendocino, no se consiguió en Mendoza).
Pero el escándalo y la indignación que se generó en Corea del Sur y a nivel internacional tras el estreno de “En Silencio”, en 2011, fueron tan notables que en ese país asiático debieron reabrir la investigación, derogar leyes laxas y permisivas con adultos condenados por abusar de menores de edad y hasta cerrar definitivamente el instituto. Los abusos ocurrieron entre 2000 y 2003, lo que quiere decir que, por lo menos, durante 8 años y ya incluso con una irrisoria condena, los abusadores y el instituto continuaron trabajando con normalidad.
El caso de abusos sexuales a niños que llegó al cine, está en Netflix y generó una revolución en Corea del Sur
La película “En Silencio” llegó a la plataforma de streaming Netflix en 2021. Diez años antes, en 2011, fue estrenada en las salas de cine de Corea del Sur, donde fue producida y donde ocurrieron los hechos reales en que está basada la producción.
El director de la película es Hwang Dong-hyuk, mismo quien dirigió la serie “El juego del calamar”, mientras que su protagonista principal es Gong Yoo, quien interpreta al reclutador en la serie que tanto dio que hablar en los últimos años. “En Silencio”, en tanto, está basada en la novela “El Crisol”, de la autora también surcoreana, Gong Ji Young. El detalle es que, si bien la novela y la película transcurren en una ciudad y escenario ficticios, ambas creaciones se basan en una seguidilla de abusos sexuales que ocurrieron en la vida real y que fueron cometidos contra niños sordos y niñas sordas en el instituto Gwangju Inhwa, donde estudiaban y dormían chicos y chicas, en la ciudad surcoreana Gwangju (ésta si existe en la vida real).
El instituto surcoreano, cuyo nombre traducido al español es “Lugar de luz”, no tuvo precisamente nada de luz para un grupo de niños que estudiaba en el lugar entre 2000 y 2003, sino más bien, todo lo contrario: despertó una oscuridad que marcó el resto de su infancia y de sus vidas.
El verdadero instituto en que se centra el establecimiento de la película “En Silencio” fue fundado en 1961 y fue en 2005 cuando un maestro que se desempeñaba en el lugar denunció ante organismos de Derechos Humanos las atrocidades que allí ocurrían. De acuerdo a las denuncias, al menos 9 estudiantes sordos y sordas del lugar habían sido abusados y atacados por 6 maestros del establecimiento, entre quienes se encontraba el director del lugar y su hermano gemelo. Como represalia, el maestro que visibilizó los violentos hechos que transcurrían en el lugar fue despedido en ese momento.
Sin embargo, el establecimiento continuó funcionando con relativa normalidad. Y aunque, al principio, quienes estuvieron involucrados en las denuncias fueron condenados con penas y sanciones irrisorias, muchos de ellos pudieron continuar trabajando como maestros. Recién entre 2010 y 2012, a raíz de las repercusiones suscitadas por la novela y la película, en instituto se cerró y la investigación se reabrió, aunque ya con leyes endurecidas para cualquier adulto involucrado en episodios de abusos a menores de edad.
Similitudes con el terrorífico Caso Próvolo de Mendoza
En noviembre de 2016, luego de que una de las ex estudiantes del Próvolo mendocino reuniera el valor suficiente para poder relatar ante la Justicia los abusos de los que había sido víctima mientras estudiaba en el establecimiento ubicado en calle Boedo de Carrodilla, el Caso Próvolo salió a la luz en los tribunales mendocinos.
A esa primera denuncia que le sumaron unas cuantas más, y todas tenían patrones en común: niños sordos y niñas sordas -o hipoacúsicos e hipoacúsicas- denunciaban haber sido abusados sexualmente en ese instituto, destinado a la educación de chicos con discapacidad auditiva. Además, las víctimas dormían en los albergues del imponente predio y edificio.
Con el pasar de los días -primero-, de los meses -luego- y de los años -finalmente-, se conformó que el Próvolo era verdaderamente el instituto del terror. La instrucción llegó a su fin y el primero de los mega juicios llegó a su fin en noviembre de 2019, con las condenas de los curas Corradi y Corbacho y del ex jardinero, Armando Gómez (18 años de prisión este último). En septiembre de 2018, en tanto, ya había sido condenado el ex monaguillo Jorge Bordón, quien había reconocido la autoría de los abusos y había sido penado a 10 años de cárcel.
En el segundo de los mega juicios del Caso Próvolo, en tanto -y que transcurre en su etapa de alegatos de cierre por estos días-, hay 9 mujeres enjuiciadas. De ellas, dos son monjas y una de ellas -Kumiko Kosaka- está acusada formalmente como autora de algunos de los abusos, mientras que las otras 8 imputadas -en mayor o menor medida- están señaladas como encubridoras y partícipes de los abusos por los que ya fueron condenados Corradi, Corbacho, Gómez y Bordón.
Al momento de comparar el caso mendocino -que despertó interés mundial y contó con cobertura internacional- y el surcoreano -que se hizo conocido y evitó quedar impune gracias a la novela “El Crisol” y a la película “En Silencio”- hay coincidencias que, realmente, asustan. Primero, la situación de vulnerabilidad de las víctimas: en ambos casos son chicos sordos y chicas sordas, lo que las convierte en doblemente vulnerables. Ello sumado a la situación de las familias, ya que tanto en el Próvolo de Mendoza como en el “Lugar de Luz” surcoreano se trató -y trata- de familias humildes, en su mayoría con muchas dificultades para comunicarse con sus hijos.
A todo ello se suma, como rasgo central, la infancia interrumpida y arrebatada de las víctimas. O la imagen que los agresores -ya sean los curas en Mendoza como el director del establecimiento en Corea del Sur- tenían de las puertas hacia afuera y hacia la sociedad. Así como Corradi y Corbacho eran un sostén espiritual para la comunidad y las familias de los propios chicos a quienes ellos abusaban, así se mostraban también las autoridades el instituto asiático (el director y su hermano gemelo, ambos autores de los abusos y comparables con las imágenes de los curas en Mendoza).
Entre la impunidad y la condena
La película “En Silencio” fue clave para que el caso de abusos sexuales a niños en un establecimiento educativo en Corea del Sur no quedara sumido en la impunidad. Y es que si bien en una primera instancia hubo un debido proceso judicial por los abusos denunciados en la escuela del país asiático -el mismo profesor que los denunció, luego fue despedido-, el juicio estuvo viciado de arreglos y acomodos en la Justicia de la ciudad de Gwangju.
De hecho, la misma película y la novela literaria -centradas en una ciudad ficticia- demuestran la manera en que, en el proceso real, durante los años posteriores a que saliera a la luz el escándalo, los profesores quedaron en libertad y fueron condenados a castigos mínimos. Incluso, muchos de ellos regresaron a las aulas y continuaron dando clases, mientras que “Lugar de Luz” continuó con sus puertas abiertas.
Luego de que la película fuera estrenada en septiembre de 2011 en las salas de cine de Corea -donde casi 5 millones de personas vieron “En Silencio”-, el escandaloso caso se reactivó. La investigación se reabrió y la Asamblea Nacional de Corea del Sur revisó y aprobó nuevas leyes que abolían el estatuto de limitaciones para delitos sexuales contra menores y personas con discapacidad (hasta entonces estaba prohibido llevar a juicio a un abusador sexual de niños sino había una denuncia efectuada por la víctima).
Es en la misma película, disponible en Netflix, donde se ven que las autoridades del instituto surcoreano manejaban y sobornaban a funcionarios judiciales y policiales, garantizando la impunidad de los episodios (lo que se muestra en la ficción queda confirmado posteriormente que ocurrió en la realidad). Incluso, “En Silencio” muestran como, apelando al temor y a la necesidad económica de testigos o gente del entorno de las víctimas, lograban comprar su silencio.
De hecho, hasta que el caso no llegó a un canal de televisión y fue tomando cada vez más y más notoriedad y estado público, el sistema institucional y judicial de la pequeña ciudad de Gwangju prefirió hacer la vista gorda ante las denuncias por los reiterados episodios de abusos en ese instituto.
Dos meses después del estreno de “En Silencio”, en noviembre de 2011 la escuela cerró definitivamente en Corea del Sur. Y, en la nueva investigación y juicio, los responsables fueron condenados con el rigor de la ley.
En cuanto a comparaciones con el Caso Próvolo, aquí el primero de los juicios -a diferencia del caso de Corea del Sur- fue contundente y condenó a 45 y 42 años de prisión a Corbacho y Corradi, y a 18 y 10 años también de cárcel a Gómez y a Bordón.
Actualmente, en el segundo de los juicios es donde se está intentando determinar la culpabilidad o inocencia del personal docente y del plantel profesional que se desempeñaba en el Próvolo lujanino, así como también el grado de participación, si es que la hubieran tenido. Entre las imputadas se destacan las monjas Asunción Martínez y Kumiko Kosaka -encargadas del albergue de niñas del instituto en Mendoza- y la ex representante legal del lugar, Graciela Pascual.
A diferencia de lo que se ve en “En Silencio”, en Mendoza no hubo una denuncia o un intento activo de parte del personal docente del lugar por intentar hacer público los abusos (en el caso coreano, es el propio docente -interpretado por Gong Yoo- quien llega a la verdad luego de ver que sus alumnos se mostraban retraídos y poco demostrativos). Y por esto han sido imputadas las ex trabajadoras.