“Me tuve que pedir unos días en el trabajo porque no doy más, necesito no tener que pensar tanto”, asegura una amiga a otra en una charla de café. “Los últimos días cancelé a tres personas, ya no tengo ganas de aguantar más ciertas cosas”, sostiene una chica en un chat.
“Estoy harto”, “estoy saturado de tantas cosas”, “este país es un desastre”, “todos hablan de lo mismo: el dólar, la inflación, la plata, los políticos”, comenta cualquiera en cualquier lado de Mendoza y el país.
El contexto socioeconómico complicado se suma a la cercanía de las elecciones y pega de lleno en la salud mental y la calidad de vida de muchos. El dólar, la inflación, la pérdida de poder adquisitivo, qué estrategias desplegar para no perderlo más, cómo llegar a fin de mes, la pobreza, la atención de la salud, la campaña política, denuncias que van y vienen, la volatilidad, la incertidumbre frente un escenario incierto desde diversas aristas, solo por mencionar algunas cosas.
Pero el asunto es que no es lo único: se carga en la mochila el cimbronazo de la pandemia y sus múltiples y durísimas consecuencias y el último tiempo, conflictos bélicos a nivel internacional que llenan de noticias dramáticas medios y redes y aunque lejos, pega cerca con argentinos afectados.
Así es que con el que se hable, por algún lado le afecta el combo, hay un clima enrarecido, temas que se repiten en las conversaciones, un agobio que pesa toneladas. Todo esto, al margen de las consecuencias económicas que la situación tiene. La crisis y los “extras” han tenido un inevitable impacto emocional. Especialistas, estudios y encuestas ponen en evidencia que efectivamente la salud mental de las personas se ha visto afectada y con ella, la salud física y los vínculos sociales.
Las crisis desequilibran
“Vivimos bajo situaciones psicotraumáticas continuas, pero que tienen una exacerbación y hacen que suframos un estrés agudo, que es una reacción brusca, más violenta y que tiene que tener una respuesta adaptativa de nuestra parte, tanto a nivel psíquico como físico”, explicó la psiquiatra Celia del Canto, jefa del servicio de Salud Mental del Hospital Lagomaggiore.
“Esto exige una respuesta que no siempre es la adecuada, a veces es caótica”, apuntó.
La médica dijo además que hay que tomar en cuenta otro elemento: son momentos en los que generalmente se toman malas decisiones. “Es como esto de decidir en caliente, hay una gran emoción que te obliga a adaptarte pero la adaptación no es buena por el estrés agudo”, explicó.
Las personas están presentando trastornos del sueño, ansiedad aguda, incertidumbre, repercusión en el aspecto físico y afectación a nivel laboral, social, vincular.
Un reciente estudio del Centro de Opinión Pública de la Universidad de Belgrano puso en evidencia el escenario. Tras el abordaje realizado por los investigadores se concluyó que casi 80% de las personas consultadas reconoce las secuelas emocionales de la crisis económica y señalan la frustración y la irritabilidad como las principales expresiones.
Pero además, más de 70% o 7 de cada 10 consultados reconocieron que también se han visto afectadas sus relaciones familiares. Y quizás un dato que permite expresar más el desánimo y la desazón es que 60% cree que las actuales generaciones de jóvenes enfrentarán aún peores expectativas económicas en el país. en el futuro.
“El ser humano es un ser bio-psico-social y eso significa que lo que pasa en la vida social nos traviesa en los cuerpos y en nuestra dimensión psíquica-espiritual”, explicó la licenciada en Psicología, Jorgelina Champaño, miembro de la Comisión Nacional de Salud Mental de la Federación de Psicólogos y Psicólogas de Argentina y profesora de Psicología Comunitaria de la Universidad del Aconcagua.
Reconoció que se observan altos niveles de ansiedad, estrés, cambios en el humor, mal humor e impulsividad, altos niveles de ira e intolerancia.
Para expresar lo inevitable del impacto señaló que el contexto social, cultural, económico, político es en el que nos desenvolvemos en el día a día, entonces cómo se encuentra este contexto nos influye.
“La situación económica es un factor que nos influye, y no tiene que ver con cuánto dinero cobramos, sino con el bienestar que podemos sentir en el vivir cotidiano en este contexto económico”, subrayó la licenciada.
Las crisis desorganizan la estructura con la que nos movemos todos los días y también desestructuran las relaciones y la vida en comunidad. “Hemos vivido otras crisis, que parecen lejanas pero no lo son”, señaló y en ese sentido mencionó el impacto de la pandemia, que fue un antes y un después, y sus consecuencias aún se perciben, o el caso de la sequía que afecta más a otras zonas pero también desde un punto de vista macro a la economía y las políticas del país.
“Después vino la guerra entre Ucrania y Rusia, son las nuevas guerras que pensábamos que no iban a verse más y ahora en Israel, y es como un retroceso de siglos”, opinó.
En este contexto es que se hace referencia a la sobreinformación, el estar expuesto a un bombardeo permanente tanto en los medios masivos como en las redes sociales. Pero, aunque en otro plano, las conversaciones con quien se comparte tiempo giran en torno a los mismos temas, entonces hay un proceso de saturación y falta de desconexión.
“Los medios de comunicación desinforman muchas veces, generan confusión y esta es una de las emociones que más afectan - dijo Champaño - la confusión y la incertidumbre son las emociones que más desequilibran a las personas, desorganizan de una manera increíble”.
En definitiva, opinó que la sobreinformación, la desinformación, la información sesgada y las fake news se encuentran entre lo que más afecta.
“En este contexto, la confusión es que se mezcla todo, es un estado psicológico de las cosas que afecta nuestro bienestar cotidiano y entonces todo está mal y siempre se buscan culpables o responsables”, expresó. Asimismo, desde su punto de vista hay una tendencia a la patologización de estas situaciones de crisis que en realidad son momentos de transición que las personas, familias y comunidades transitan.
Qué hacer para sobrellevar la crisis
Parece que está todo mal pero no es así, destacó la psicóloga. Hay estrategias que las personas pueden implementar a las que refirieron las consultadas y que sobre todo tienen que ver con saber desconectar, enfocarse en uno mismo y en los vínculos saludables y positivos, sin olvidar la búsqueda de bienestar y disfrute.
La psicóloga puso el foco en que hay acciones personales que se pueden tomar, que tienen que ver con un plan de manejo de estrés. Esto se asocia a actividades que a cada persona le genera bienestar y no es un plan enlatado para todos por igual. En este marco, que implica conocer qué le hace bien a cada uno, Del Canto ofreció una lista de posibles estrategias a las que sumó Champaño.
-No tomar decisiones en estos momentos de incertidumbre y en que las personas se encuentran con gran labilidad emocional,
-Disminuir la exposición a la información continua, las personas están todo el tiempo consumiendo medios y redes sociales,
-Reforzar vínculos, acercarse más a la familia y amigos, reunirse con personas que nos hacen bien,
-Aumentar la actividad física, entre ellas, caminar es un gran aliado,
-Tratar de preservar el sueño,
-Mantener una alimentación equilibrada y saludable,
-Si es posible, meditar,
-Propiciar más contacto con la naturaleza,
-Tratar de enfocarse en la vivencia del momento y desconectar de lo demás
-Evitar proyectar a mediano y largo plazo porque el escenario es volátil y la incertidumbre genera más angustia.