“¡Vean la demostración de su amigo Pepe Lucho, el que los quiere mucho! Pon un poquito de queso; estás en el cumpleaños de Pepe Lucho, que está medio debilucho. Hágale este bocadito para que coma mucho…”
La rima, la sonoridad de la voz mientras lo recitaba -casi en forma de verso cantado- y el carisma del emisor de esta y otras tantas frases actuaron como un imán para miles de mendocinos durante más de un mes y hace más de tres años. En 2017, José Carlos Cano Vasquez se metió en el corazón y en los oídos de aquellas personas que visitaron la Expoferia de las Américas en calle San Martín, de Ciudad. O de quienes veían sus micros nocturnos en alguno de los canales de aire de la televisión mendocina.
El hombre que supo ganarse el cariño de los mendocinos y a quien prácticamente nadie conoce por el nombre de José Carlos Cano Vasquez -directamente lo llaman “Pepe Lucho”; y algunos lo completan con “el que los quiere mucho” como si se tratara de su apellido- se encuentra cumpliendo la cuarentena estricta en su Perú natal, en el distrito limeño de Los Olivos. “En Perú está muy complicada la situación; hemos entrado ahora en cuarentena estricta desde hace 60 días. En un momento se dieron ciertas libertades para ir a trabajar y todo el mundo salió. Allí hubo un contagio masivo, y ahora están todos hospitales colapsados. Han aumentado mucho los contagios, y también muertes”, destaca con preocupación y desde el otro lado del teléfono.
Vendedor de lo que le pongan por delante, publicista de oficio y hasta actor -el año pasado se estrenó una película que lo tiene como protagonista-, pero por sobre todas las cosas optimista y dueño de un carácter único; el histriónico Pepe Lucho no ve la hora de regresar a Mendoza para seguir presentando la Expoferia. Aquella donde no sólo hacía las veces de animador -en vivo y en la televisión-, sino donde también tenía un stand para vender el utensilio con que hacía bocaditos, relleno de empanadas y hasta ravioles. Tanto se enamoró de Argentina, que hasta tiene doble ciudadanía.
“La Expoferia de las Américas en Argentina fue un éxito tremendo. La gente llegaba entusiasmada a visitar y comprar, y yo intentaba empujar con mi carisma. Creo que eso cautivó. Estuve un mes en Mendoza, y junto con Jujuy y Tucumán; fue una de las plazas donde más éxito tuvimos. El cariño de la gente fue enorme”, resalta el hombre que cumplirá 57 años el 27 de setiembre; y quien tiene en claro que la meta es regresar a la provincia, una vez que pase la pandemia. “No creo que sea este año, pero ojalá sea el año próximo. Tengo ganas de volver a encontrarme con el cariño de la gente de Mendoza lo antes posible, porque fue una estancia maravillosa”, resume el hombre; quien se ha convertido en una figura pública en Perú y en otros países de América Latina. Su versatilidad y su verborragia lo llevaron justamente a ser la cara visible de esta feria desde 2001.
Una vida vendiendo
En la feria itinerante que recorrió no sólo Argentina, sino también varios países de América del Sur y hasta de Centroamérica; Pepe Lucho no sólo era el animador contratado, sino que tenía su stand y donde vendía -entre otra cosas- el utensilio de cocina ya descripto. “Como animador me pagaban un sueldo, y además me daban el stand gratis (costaba 300 dólares semanales). Había expositores de todos los países, y cada uno vendía algo distinto. Era uno de los requisitos”, recuerda el hombre, quien destaca que en Mendoza el espacio llegó a haber 30 puestos diferentes.
“Lo que más se vendía era el producto para los bocaditos, el rallador que también picaba y decoraba las verduras, y unas reglas inteligentes, con pantógrafos y espirógrafos. Había además una sartén de roca volcánica, una aspiradora manual, organizadores de ropa y hasta réplica de pinturas. Eran cosas que no se encontraban en librerías u otros comercios”, explica.
Pepe Lucho nació en Iquitos, una ciudad situada en la zona de selva de Perú. Con 7 años, se mudó a Trujillo, donde completó la escuela primaria, secundaria, el instituto -estudió Contabilidad- y la universidad -Ciencias Sociales y antropológicas-. “Mientras estudiaba, en mi adolescencia vendía juegos de ollas. Pero ya de niño me iba a una librería y vendía álbumes de figuritas de ciencias o de futbolistas. Tenía 7 u 8 años, y conseguía las figuritas más difíciles para venderlas. También lustraba zapatos, vendía periódicos. Y hasta me iba a los cines cuando había un estreno y se formaban largas filas. Compraba 5 o 10 entradas y las revendía”, rememora. Y agrega que todas las etapas de su vida fueron “hermosas” y las vivió como corresponde.
Reinventado
Aún hoy el carismático vendedor y animador se dedica a la venta callejera -cuando no ha viajado para participar de alguna feria, o cuando no lo contratan para una publicidad-; aunque en los últimos meses debió reinventarse a raíz de la pandemia.
“Me voy al centro de Los Olivos, donde están los bancos, y armo mi mesa. Me paso desde las 9 hasta las 13 vendiendo los 20 productos que llevo. Porque donde hay gente, hay posibilidades de que compren. Para mí no es ninguna vergüenza: salgo y promociono mi producto como en la televisión. A veces vienen los inspectores municipales y nos botan, porque no está permitido. Pero como soy conocido, me dan una chance de una horita para ponerme a vender el producto antes de irme a mi casa”, se sincera el comerciante.
No obstante, la pandemia y el confinamiento llevó a que prácticamente no haya concentración de gente en las zonas céntricas. Y también a que el simpático vendedor deba reinventarse y recalcular el rumbo de su actividad. “Casi que no salgo de mi casa desde el 16 de marzo. Solamente tuve que hacerlo dos veces para cumplir con unos spots publicitarios; y lo hice con todos los protocolos. Pero todos los días, desde casa y de 12 a 13:30 (de 14 a 15:30, hora argentina) hago un vivo por mi página de Facebook. Aprovecho y oferto los productos de la Expoferia; además de hacer publicidades para empresas y productos. Así estamos sobreviviendo hasta que aparezca la vacuna, no hay otra situación”, cuenta.
Sus salidas van acompañadas -o “sazonadas”, como dice él- con música criolla de fondo. “Mucha gente escucha música criolla para almorzar, entonces yo la pongo de fondo, acomodo el celular y comienzo a hacer la transmisión. Empecé con 5 o 10 personas que me veían, y ahora los sábados llego a 300 o 400 personas; y tengo un alcance de hasta 50.000 personas”, resalta. Quien se encarga de hacer los despachos de los productos vendidos es su esposa, : Rosemery Pérez Pino.
Publicidades y hasta una película
Tanta exposición llevó a Pepe Lucho a ser la cara visible de dos gaseosas importantes en su país; entre otras importantes publicidades. Pero, además, ofrece sus servicios para aquellos comercios o emprendimientos más pequeños, aquellos que están recién dando sus primeros pasos. Bodegones, pollerías, lavaderos de autos y hasta cevicherías son algunos de los clientes del hombre; a quienes les graba avisos de entre 30 y 45 segundos; todos con su marca personal.
“Les hago descuento, trato de ser empático con los emprendedores en este contexto. Es difícil empezar un comercio durante o después de esta pandemia. Con mi programa trato de levantar el ánimo también, con charlas motivacionales. También aprovecho para para mandar saludos de la gente que pide que le mande a otras personas. Muchos de ellos no se pueden ver hace mucho, a raíz de la pandemia”, cuenta. Y agrega que da recomendaciones de salud y que hasta vendió algunas mascarillas tapabocas al comienzo.
El creciente éxito de José Carlos (aunque nadie lo llama así) también lo llevó a actuar en una película. “¿Mi novia es él?” es el nombre de la producción estrenada en 2019; y que tiene a Pepe Lucho entre sus actores. “Hago el papel de un charlatán que se encarga de buscarle movilidad al protagonista cuando llega a una ciudad de la selva de Perú. Es una comedia, y poder participar me brindó muchas satisfacciones. Si uno tiene talento, hay que aprovecharlo. Todavía estoy en la juventud de la tercera edad, todo es simpático y bonito”, resume entre risas.
Cariño infinito
Pepe Lucho y Rosemery tienen tres hijos: Matias (18), María José (cumple 14 mañana) y Jesús José (8). Salvo la mujer -que sale lo justo y necesario-; todos tratan de permanecer en su casa sin salir.
Pero el cómico animador tiene en claro que regresará a las ferias ni bien pueda; y uno de sus principales objetivos es volver a pisar suelo mendocino. “Fue extraordinario lo que vivimos en Argentina. La gente me veía, me reconocía de la televisión e iba a abrazarme. Me preguntaban si cobraba por sacarme una foto. ¿¡Cómo voy a cobrar por ello!?. Uno tiene que ser humilde, brindar alegría a la gente y sacarla por un momento del estrés; y de forma desinteresada. Cuando yo veía venir a tanta gente mostrando su cariño espontáneo, lo sentía. Y de mi parte retribuía ese cariño. Así fluía todo bien”, resume. Y confiesa que ver a familias enteras visitando la feria y aprovechando el paseo lo llenaban de emoción; y era el mejor regalo que les podía dar el público.
“Si tuviese que definir quién es Pepe Lucho, es el pseudónimo de José Carlos Cano Vasquez, y que salió junto con el aparato de bocaditos. Tomé ese nombre para cautivar al público, comencé a jugar con una presentación original, que se diferenciara de otros productos. Quería diferenciarlo por medio de la vocalización, las rimas; algo que sea poco común y llame la atención para ir a la feria”, concluye.