Entre las prácticas sexuales más eróticas —pero menos sexuales— se encuentra el “king out” (término en inglés que significa: “el rey afuera”), y que consiste en un largo y muy atractivo juego sin penetración. Esta práctica estuvo muy de moda en los años 70, y consiste en un encuentro en el que sólo se permiten los besos (de todo tipo e intensidad), las caricias, el roce, la masturbación mutua y todo cuanto la imaginación permita.
Incluso algunos sexólogos la recomiendan como una manera para recuperar la pasión o llevar el deseo al extremo sin llegar al coito, porque fortalece el deseo y aumenta la libido. El hecho de saber que no habrá penetración aumenta la excitación.
“Las caricias son un elemento básico e importante del ejercicio de la función sexual, en solitario y en pareja” explica la sexóloga ecuatoriana Alicia Garzón. “Son un método de estimulación sexual, entre varios, que el ser humano puede emplear. El órgano de los sentidos estimulado por las caricias es el tacto, mas no se debe asumir que las caricias deben ser realizadas solamente con las manos. Básicamente se debe utilizar el pulpejo de los dedos, mas también es útil emplear la palma de las manos. Además, se puede acariciar con otra parte del cuerpo, como los labios, pies, piernas, brazos, mechones de cabello, y también con plumas, algodón, pincel, entre otros, que provean una sensación agradable, en cuanto a textura y temperatura”, detalla.
El encuentro no exige más que eso: alcanzar el máximo placer “con el rey afuera” e intentar llegar al orgasmo. Pero si eso no ocurre, el encuentro igualmente es excitante.
Invariablemente requiere tiempo y dedicación, además de la disposición de ambos para el juego, que permite ir descubriendo las zonas erógenas de la pareja y permitiendo a la vez, estimular las propias.
Una buena forma de comenzar, -siempre que los integrantes estén dispuestos a cumplir las reglas- es hablando sobre lo que les gustaría hacer y que les hagan. Mostrar y verbalizar qué los excita y cuáles son las zonas sensibles dispara la imaginación y la libido.
Entre las ventajas que tiene el “king out” se cuentan el hecho de que ayuda a mejorar la comunicación, a expresar sus sentimientos, a redescubrir la pasión en parejas que llevan algún tiempo juntas.
Y según estudios, esta práctica puede ser más satisfactoria que el coito para las mujeres, pues el sexo convencional no es suficiente para tener un orgasmo y necesitan más estimulación previa.
La sexóloga Alessandra Rampolla opina que las mujeres son unas de las grandes beneficiadas, ya que “algunas quieren tener múltiples orgasmos o creen, por error, que solo por penetración vaginal van a llegar al clímax y esto no es así. Les aconsejo que no estén tan pendientes del orgasmo en sí. Tienen que relajarse, perderse en el goce, la sensación placentera”.
Para el sexólogo argentino Ezequiel López Peralta, el concepto de “juego previo” le resta importancia a este momento y lo convierte en un mero preludio de la penetración. “La nuestra es una sociedad, que sexualmente hablando, jerarquiza al coito por sobre todas las cosas. Sin embargo, los juegos que en inglés se denominan “petting’' o “king out”, constituyen una extraordinaria fuente de placer”, afirma. Incluso muchas parejas disfrutan de estos juegos mucho más que del coito.
Sin embargo, el especialista hace una salvedad: “El varón es más ansioso, directo, genital, y experimenta estos juegos pensando más en el coito que disfrutándolos en sí mismos”. En cambio, dice, “la mujer es más pausada, goza de caricias y de besos en todo el cuerpo sin estar tan pendiente de a dónde conducen”, contrariamente a lo que afirma Rampolla. Sin embargo, el punto de vista de la sexóloga puertorriqueña y el consiguiente consejo puede deberse a que la mujer comience a sentir ansiedad por llegar al orgasmo por múltiples motivos, que están más cerca de congraciarse con la pareja que de enfocarse en sí misma y disfrutar.
Por su parte, López Peralta afirma que los juegos más comunes en nuestra cultura son los besos en los labios, el sexo oral, las caricias en el cuerpo, en los genitales y en otras zonas erógenas como los pechos femeninos o los glúteos, además de los roces de los pubis que simulan el coito. Otros, más osados y creativos, preparan todo un ambiente sensual, disfrutan de miradas, acercamientos sutiles, usan el factor sorpresa y utilizan diferentes complementos para proporcionarse placer. “Todo lo que la imaginación nos permita incorporar será bienvenido”, asegura López Peralta, “desde lencería erótica, disfraces para jugar roles, juguetes eróticos (estimuladores que vibran, dildos, cremas saborizadas para sexo oral, juegos sexuales de mesa), literatura o películas eróticas, complementos para masajes como plumas, sedas, pañuelos y aceites; bebidas, chocolates, velas, el mismo preservativo”.
Según Carolina Londoño, sexóloga clínica del Centro Psicopedagógico Integrado (CEPI) de Medellín, “es recomendable llevar a cabo estos comportamientos para no poner la responsabilidad del placer sólo en los órganos genitales, para que la pareja logre la reconexión de las neuronas sexuales y para enseñarles a los sentidos a escanear el cuerpo del otro y así generar memorias corporales que lleven a un mayor entendimiento mutuo”.
El secreto es no llegar al clímax en el momento deseado, para que las sensaciones físicas que se obtienen al aguantarse sean tan intensas, que desemboquen en el incremento del deseo, hasta el éxtasis.