“La imagen no tiene que ser perfecta, en blanco y negro o a todo color, grande o pequeña, en película o digital, no importa realmente... Si puedes mirar cualquier imagen mía y dice algo que puedas entender y que, de alguna manera, te afecte de la misma manera en que fue originalmente creada, entonces es una buena imagen”. Ese es el prólogo de uno de los álbumes de Kenneth Bruce Feil. Tras una destacada carrera en el diario Washington Post y luego de recorrer varios países, Ken y su esposa encontraron hogar en Mendoza, hasta su reciente fallecimiento el 16 de mayo, por dolencias cardíacas y pulmonares.
Aunque la partida de Ken entristece, su legado perdura como un testimonio de su arte y pasión. Fue un extraordinario fotógrafo que se consideraba “de bajo perfil” y que durante 28 años trabajó para Washington Post, donde brilló como fotógrafo y editor. Los Andes habló con su viuda, María Josefina Mdalel, en una visita a su departamento céntrico. Ella recordó las grandes historias del hombre con el que vivió más de 40 años.
En su hogar ubicado la Ciudad de Mendoza se respira la aventura. Las paredes están llenas de sus fotografías con historias impactantes, tal como lo fue su vida. Feil guardaba todos sus recuerdos con mucho cariño. “El pasado es el pasado, pero es parte mía”, le decía a María.
SU VIDA EN ARGENTINA
A María Josefina le gusta que la tuteen. A sus 75 años tiene una lucidez impactante, viste coqueta y recibe a todos con una sonrisa. Define a Ken como “un hombre muy gentil, honesto, sincero y sencillo” y recuerda que junto a su fallecido esposo compartían el placer de una buena compañía. Siempre se reunieron con jóvenes.
Desde el año 2000, la pareja eligió Argentina para vivir sus últimos años y estuvieron al menos cinco viviendo en Buenos Aires, donde Ken creó una serie de fotografías más personales, con su peculiar tono humorístico y hasta un libro llamado “Banana Diaries”, en el cual relataba sus mañanas de desayuno y su cotidianeidad, desplegando su lado más artístico para dibujar sobre la cáscara de bananas sobrantes. Algo que continuó también en las duras épocas de pandemia.
María explica que decidieron instalarse en Mendoza luego de 2020 para que ella pudiera estar cerca de su hermana mayor. Mientras, Ken disfrutaba admirar la montaña desde su pequeño estudio, el vino mendocino y pasear por la plaza España junto con su perra Samba. Aunque durante sus últimos meses, cada vez se le complicaba más poder hacer lo que tanto disfrutaba: viajar.
Los inicios del fotógrafo
Kenneth nació en Jersey Shore, Pensilvania, el 14 de febrero de 1940. Su familia estaba conformada por su madre, quien era enfermera, y su padre arquitecto, además de tres hermanos. En su juventud, soñaba con ser escritor y seguir la tradición periodística y literaria de aventura de Ernest Hemingway, Ernie Pyle y Robert Ruark, tal como relataron en Washington Post en un artículo al conocerse su fallecimiento.
Decidió estudiar periodismo en la Universidad de Pensilvania, hasta que tuvo que dejar la carrera cuando su padre murió. La falta de dinero lo obligó a trabajar. Sin embargo, se las arregló con trabajos periodísticos de bajo nivel en su ciudad natal, antes de mudarse cerca de un familiar en Washington y unirse a The Post en 1961.
En un escrito biográfico, Ken explicó que inicialmente fue contratado como un “humilde mensajero” o “copyboy” e intentó impresionar a un editor, quien le dijo que podría ser “moderadamente mediocre”. Su esposa agregó que estos dichos fueron tomados en serio por el fotógrafo y lo desanimaron por completo.
Ante las bajas expectativas de su carrera, Feil hizo lo posible para entrar en el departamento de fotografía. “Tropecé con algo en lo que sorprendentemente era bueno”, admitió Ken años atrás. Su esfuerzo dio frutos y pronto fue ascendido a fotógrafo del personal.
“Siempre he preferido imágenes que cuenten una historia y que no sean excesivamente abstractas o tontas”, contaba en sus álbumes. Es que el ex fotógrafo del Washington Post capturó décadas de la vida cívica de la región y de distintas partes del mundo. Entre ellas, tomó una imagen memorablemente intensa de los reporteros Bob Woodward y Carl Bernstein en abril de 1973, mientras ayudaban a desentrañar el escándalo Watergate.
Una carrera internacional y llena de anécdotas
Desde 1982 hasta que dejó The Post en 1988, Feil tuvo el título de editor de fotografía y se encargó del manejo diario del escritorio de la sección.
Sin embargo, es querido y recordado por ser uno de los primeros fotógrafos en las calles cubriendo los disturbios de Washington D.C. en 1968, tras el asesinato del revolucionario Martin Luther King Jr. También estuvo temprano en la escena del complejo de oficinas Watergate en junio de 1972, horas después del allanamiento en la sede del Comité Nacional Demócrata. Una historia que, a medida que se conocían los detalles, llevó a la renuncia del presidente Richard Nixon.
“Lo maravilloso del trabajo era que nunca sabías qué estarías haciendo cuando ibas a trabajar todos los días. Además del crimen habitual, los accidentes de avión, la cultura, los deportes, las entrevistas, los retratos... Tenías un papel en la grabación de la historia de tu tiempo”, escribió Feil para Washington Post. Fuera de la fotografía tenía una variedad de intereses, incluyendo pilotear aviones pequeños y conducir motocicletas BMW.
El periodista Bob Woodward describió a Feil como “uno de los grandes fotógrafos que siempre, repito, siempre estaba allí con su cámara”. Por otro lado, Gerald Martineau, un fotógrafo jubilado del Post, dijo a ese medio que era considerado un fotógrafo versátil y confiable. Además de las asignaciones cotidianas en Embassy Row y Capitol Hill, Ken ayudó a cronificar el desarrollo urbano y suburbano.
Incluso viajó a África para acompañar a un periodista a entrevistar al jefe de guerrilla en medio de la selva, donde tuvo que escapar por el inminente peligro. Entre otras anécdotas, también capturó el momento justo en el que un felino salta sobre la bolsa de un compañero de viaje en la que llevaba alimentos.
También recorrió Europa en motocicleta capturando a estrellas de moda, personalidades políticas, deportivas y sociales, entre ellas, a John Kennedy, Bob Dylan, Andy Warhol, Linda Dratels y Marlene Dietrich en el 1969, de las cuales aún conserva los negativos. Su vecino, al ver las imágenes, recuerda: “Hace unas semanas le pregunté quién le había sacado esas fotografías, y me dijo que un fotógrafo de bajo perfil”.
En su regreso a Estados Unidos empezó con problemas en el reconocido medio donde trabajaba y se le ofreció un ascenso para una vacante, donde debería hacer tareas administrativas, por lo cual Ken estuvo en desacuerdo y finalmente decidió negociar un año de sueldo para retirarse a viajar.
Ya en su retiro, compró un yate a motor y navegó a Florida durante años. Al principio en Los Cayos, donde fue fotógrafo independiente y también para el Free Press. Además de ser brevemente co-propietario de un restaurante llamado “Samba”. En esos años, conoció a su segunda esposa, María Josefina, quien entre risas, confiesa que el idioma siempre fue un desafío y que el fallecido fotógrafo nunca aprendió el castellano propiamente.
Por un tiempo vivieron en una casa en Marathon con el hermano y socio de Ken, hasta que finalmente se retiraron hacia Argentina y fue Mendoza la que lo cobijó para su eterno descanso.