Después de más de un año de permanecer encerrados debido a la pandemia de Covid-19, Encarnación Contreras y José Rodríguez, que tienen 83 y 84 años respectivamente y viven en Rodeo del Medio, entendieron que la vida es una sola y que cada minuto cuenta.
Por eso, una vez que el ritmo cotidiano se vio normalizado, decidieron sacarle provecho a sus días, salir al mundo, socializar con otros pares y conocer gente.
Así, “Pepe” y “Encarna” se inscribieron en una propuesta integral que surge a partir del Cebja 3-128 Marilín Penna de Ferro, dependiente de la Dirección General de Escuelas (DGE), y de la idea de una docente, Claudia Basile, que pensó en la franja etaria de los adultos mayores, una de las más castigadas por los efectos del coronavirus.
Las actividades se brindan en un aula anexa al establecimiento, en el centro de jubilados Lucila Bombal del distrito maipucino, y se denomina “Latidos del saber”.
Contempla clases de yoga y talleres cognitivos con el fin de desarrollar capacidades, fortalecer la socialización, desarrollar un sistema preventivo en temas de actualidad -como violencia en el noviazgo, estafas telefónicas, bullying- y, fundamentalmente, escuchar historias.
“Sí, escuchar historias. Los adultos mayores tienen muchísimo para dar y una gran experiencia. La gratificación es enorme”, definió Basile en diálogo con Los Andes.
“La pandemia y el encierro nos afectaron muchísimo. Fui perdiendo la memoria y, aunque intentaba entretenerme, nada mejor que la libertad. Fueron meses difíciles, por eso empezamos a buscar una manera de salir, aprender y enriquecernos”, detalló Encarnación, descendiente de españoles y también nacida en Rodeo de la Cruz.
Nancy, su hija, fue quien inició esta búsqueda para que sus padres estuvieran mejor y, finalmente, dio con el lugar indicado.
“Le aconsejo a la gente mayor que no se quede adentro, que salga, que busque actividades y ejercite la memoria. Estamos contentísimos, llevamos nuestro cuaderno, escribimos cuentos, hacemos yoga y nos divertimos muchísimo con otros compañeros”, señaló entusiasmada “Encarna”.
El matrimonio, que acaba de celebrar 60 años de casados, tiene además de Nancy, otro hijo, José. También seis nietos (Yesica, Pablo, Florencia, Jonathan, Alex y Yanina) y seis bisnietos: Valentina, Mía, Guillermo, Lorenzo, Bautista y Felipe.
“A todos los hemos visto muy poco y de lejos durante el período más estricto. La pandemia fue triste, sentí miedo, no voy a negarlo. Pero tenemos la suerte de vivir a pocos metros de Nancy, que nos acercaba la mercadería y hacía los trámites médicos”, recordó la mujer.
Con esta propuesta Nancy comentó que sus padres aguardan ansiosos los días del taller, que posiblemente luego del receso invernal sume más horas.
“Empezaron con dos veces a la semana y nos anticiparon que se irán sumando más días. Encontramos el lugar adecuado para motivarlos, alentarlos a salir. Los abuelos en general sufrieron mucho el encierro y esto es una brisa de aire fresco”, opinó la hija, para agradecer la labor de la docente.
Una caricia al alma
A su turno, Basile reflexionó: “Trabajar con adultos es una caricia al alma, es amor puro, gratitud. La alegría que estos encuentros generan en los abuelos es indescriptible y le dan sentido a su vida. Amo el sentido del humor que demuestran, el sorprenderse por sus logros y la necesidad de seguir aprendiendo y sentirse útiles”.
“Mi vocación se reafirma, se afianza y honro la docencia como forma de vida. Me hacen sentir una persona privilegiada”, resumió quien tuvo la genial idea que le cambió la vida a muchos abuelos.
La “profe” alertó sobre la importancia de contar con el apoyo que brinda el Cejba Marilín Penna de Ferro, en especial su directora, Miriam González, quien apoya estos proyectos. También valoró el gesto de José Torres, presidente del centro de jubilados Lucila Bombal, que brindó el espacio.
Finalmente, Basile sostuvo que el proyecto también abraza a los adultos mayores que están padeciendo enfermedades terminales.
“Acompañamos a los familiares que los cuidan, facilitamos la músico-terapia, ejercicios de relajación y les proponemos actividades de entrenamiento”, enumeró la docente. “Para mí -finalizó- esto es felicidad”.
“Amor y respeto”, el secreto para un buen matrimonio
“Pepe” nació en Los Alamos, Maipú, el 12 de octubre de 1937 y Encarnación el 19 de agosto del año siguiente. Recuerdan “patente” el día de la boda: el 19 de mayo de 1962.
“Pasaron nada menos que 60 años y, para celebrarlo, la familia organizó una fiesta sorpresa. Fue una emoción enorme porque no faltó nadie”, señaló José, que toda la vida se dedicó a la chacra. Compartió, además, su secreto a la hora de sostener tantos años una pareja.
“Mucho amor y paciencia de ambas partes. Hay que ser comprensivo y tratar de ponerse de acuerdo”, dijo.
Y ella, tejedora de toda la vida (incluso suele confeccionar escarpines para venderlos), arremetió: “Hay altos y bajos, pero cuando hay amor todo se supera”.