Es de la ciudad de Mendoza pero por las vueltas de la vida y su trabajo lo llevaron a afincarse en Malargüe y desde ahí recorrió gran parte de Argentina y países como Brasil, México o EEUU. Es José Ten (67) , pero los vecinos lo llaman “El Gallego”.
En la tranquilidad del departamento sureño, El Gallego dedica gran parte de su tiempo a desarrollar equipamiento para “cambiarle la vida a la gente” y entre sus más recientes y exitosos inventos construyó un sistema para esterilizar el aire.
El equipo, que incluso instaló y está en pleno funcionamiento en el hospital Regional de Malargüe, permite eliminar hongos, bacterias y en particular, para estos tiempos de pandemia por el coronavirus, también ataca y destruye los virus.
“Vengo trabajando desde hace mucho tiempo con este sistema de esterilizadores de aire. Mi lucha más importante ha sido lograr conseguir que se hicieran los ensayos. Para ello tuve que hacerme un protocolo de ensayo para virus, bacterias y hongos que están en el aire. Un especialista concretó los ensayos, bajo ese protocolo, y los resultados fueron muy buenos, superando las expectativas”, comentó José, el inventor que además se autodefine como un ecologista y también defensor de la minería metalífera con responsabilidad social.
El primer ensayo del esterilizador de aire lo realizó en el Instituto Maiztegui, que depende del Malbrán en Buenos Aires. Pero eso no es todo, Ten inició los trámites para presentar las experiencias a la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) y conseguir así la aprobación que le permita comercializar su invento en farmacias o laboratorios que venden instrumental médico.
Además del sector destinado a los contagiados por Covid-19 en el hospital, Ten colocó sus purificadores de aire en viviendas particulares, automóviles y hasta colectivos.
“La gente que lo está usando se está sintiendo muy bien. Estoy fabricándolos de distintos modelos, inclusive me han pedido para un matadero para desinfectar las herramientas y la zona donde los operarios despostan los animales. A la fecha he construido 200 unidades”, acotó Ten.
El equipo consiste en un cañón, realizado con un tubo plástico, que en su interior contiene una lámpara especial, utilizada en laboratorios de física, confinada que emite radiación ultravioleta de rango medio. A ello se añade un mecanismo electrónico, conectores y culers. El aire pasa por dentro del cañón a un flujo laminar, lentamente. Así, todos los microbios, virus, hongos y bacterias que transporta el aire son atacados por la radiación ultravioleta, lo que produce una modificación en su ADN, lo destruya y elimina.
El proceso tarda uno siete minutos, tiempo suficiente para que el enfermo pueda inhalar el aire tratado y llegue a sus pulmones, eliminando también en su cuerpo el virus, bacteria u hongo. El aparato se pone a unos dos metros de altura en la habitación donde el enfermo se encuentra. También puede usarse dentro de cualquier vehículo, incluso colectivos. No tiene efectos adversos. Tiene un costo aproximado de 100 dólares y ya lo utilizan pacientes con distintas patologías.
“Hay una explicación técnica” dijo al hombre y agregó “yo trabajo con plasmas. Un plasma es el cuarto estado de la materia que puede presentarse en estado sólido, líquido, gaseoso y plasma. Ya hay motores de plasma que funcionan en el vacío y son los que impulsan las naves espaciales. De un plasma salen iones que tienen carga negativa. Esos iones eliminan, en la experiencia que estamos haciendo, los virus, rompiéndoles un escalón del ADN y eso hace que empiece a morir o que no cumpla la función de infectar”.
“No es caro comparado con los beneficios que tiene. Los beneficios son muchos. En el caso de pulmonías graves con tres días de uso la persona ya está arriba de la cama. Es muy conveniente para las personas que sufren de EPOC, bronquitis, trastornos de sueños. Hay una mujer que sufría ataques de epilepsia, le facilité un equipo hace seis meses y no volvió a tener ataques. Son cosas que me sorprenden”, consignó el hombre.
“Estoy disponible para las personas que lo necesiten, si tengo que hacer un cálculo especial, por la distribución de los ambientes de una casa, con todo gusto lo hago”, concluyó el hombre al poner a disposición su diseño.
Ten un personaje de Malargüe
José Ten, el “Gallego”, es un malargüino por adopción que llegó un día a trabajar en la industria petrolera desde la Ciudad de Mendoza.
Mientras estudiaba ingeniería electrónica tuvo la posibilidad de ir a Barcelona, España, donde tenía familiares. Allí estudió trabajó y estudió administración de empresas. Tuvo que regresar para colaborar en nuestra provincia con la fábrica de muebles que tenía su padre, pero el negocio no pudo seguir.
Ingresó a una empresa petrolera, desde muy abajo, y por ese motivo llegó a mediados de la década de 1970 a Malargüe.
“Empecé en una línea de trabajo que no era la que yo había estudiado, a los muchachos de perfilaje les daba siempre una mano y me pidieron para que fuera a trabajar en ese sector. Así tuve que desarrollarme y me obligaron a terminar la carrera dentro de la empresa. El título no tuvo validez en la Argentina, pero a esta altura de la vida lo importante es la experiencia recibida”, relató Ten.
En la industria petrolera trabajó en varias provincias de nuestro país y también en Brasil, México, Estados Unidos. Estuvo en distintos lugares del país y terminó sus años de servicio, como Gerente de operaciones.
Mientras trabajaba diseñó herramientas de punzado con explosivos y de perfilaje de pozos petroleros que se usaron por parte la empresa que lo tenía contratado.
Retirado de la actividad, junto a un grupo de ex petroleros, formaron la sociedad “Malargüe mineral”, primero pensada para realizar explotaciones mineras y luego dedicada a la comercialización de agua envasada.
“Nosotros sabíamos de agua como cualquier ser humano que viaja y compra una botella de agua en una estación de servicio. No sabíamos nada. En una época de crisis, que fue el año 1999, quedamos todos los petroleros sin trabajo. Nos juntamos cuatro, estuvimos a punto de dedicarnos a la minería, tampoco sabíamos mucho. Surgió la idea de envasar agua mineral y realizamos un estudio de todas las aguas del departamento. Eso llevó seis meses, hicimos los análisis en la Universidad de Cuyo en San Rafael. Hay muchas condiciones para tomar una definición respecto del agua a envasar como caudal, estabilidad, factibilidad, caminos. Seleccionamos la de Invernada del viejo (paraje ubicado en proximidades de Las Loicas) y ahí continuamos con la ilusión de poder construir una planta modelo allá, que sea autosustentable. Ese sueño no le he podido cristalizar, pero llevamos ya 20 años envasando agua”.
Paralelamente, diseñó un mejorador de combustión de motores, que ha denominado “Ego blue”.
“Es un elemento que sirve para mejorar nuestro ambiente. Surgió como un economizador de combustible, con la premisa de bajar la contaminación ambiental, que es una preocupación mía desde que era muy joven”, señaló el inventor.
Acotando más adelante “un equipo Eco blue le permite al vehículo tener una mejor combustión y eso repercute en un ahorro de combustible. Después vimos que también hay una mínima contaminación en el aceite y eso hace que los motores duren más. Este equipo también le aumenta la potencia al motor”.
Ecologista y minero
“No soy un extremista, esa es una palabra que no me gusta. Hoy la humanidad necesita de la minería, algo que no nos dejan hacer en Malargüe. Por ejemplo, el uranio, algo a lo que vamos a volver y muy pronto. Se viene la movilidad eléctrica y no existe en este momento ningún país que pueda decir paramos todos los motores a combustión y enchufamos todos los autos para que se les cargue la batería. Eso traerá grandes beneficios porque vamos a tener menos ruido, no vamos a tener prácticamente contaminación ambiental por combustión de motores, pero tendremos por las baterías”, respondió cuando se le preguntó por qué siendo una persona que está pendiente del ambiente también pensó en incursionar en la minería.
“Para pasar de un sistema a otro se requiere de la minería. Para avanzar en todo lo que tiene que ver con energía solar vamos a necesitar de la minería, porque si no de qué se van hacer los paneles. También tendremos que saber qué vamos hacer con la chatarra de los paneles. Es decir, todo debe realizarse de manera equilibrada, por eso los extremismos no son buenos”, argumentó.
“sin minería tampoco podemos vivir. Si uno necesita una lima quién la va a fabricar si no hay minería. Si tengo que poner un cuadro en mi casa, con qué se fabrica el tornillito del cual se sujetará. Un viñatero cómo hace para tener alambre para un parral o un espaldero. Hoy está el reciclado, pero no alcanza solo con eso”, puntualizó.
Sobre el final reflexionó “creo que hay que potenciar de nuevo la educación técnica, que tanto bien le hizo a nuestro país. Antes un alumno sabía soldadura, carpintería, tornería, hacía prácticas y ensayos en laboratorios mientras estudiaba en la secundaria. Sus profesores le enseñaban que de eso podría vivir si no podía ir a la universidad, entonces se despertaba un interés muy grande en el chico”.