Jorge Enrique Oviedo, exdirector de Los Andes: “Hoy hay un exceso de información que es difícil de asimilar”

No hay muchas carreras en el periodismo gráfico mendocino como la de Jorge Enrique Oviedo. A sus 86 años se suma al aniversario 141 de Los Andes y evoca tramos de su vida en el matutino. Cuarenta y cinco años de actividad, quince de los cuales al frente de la dirección periodística, le dan una perspectiva singular.

Jorge Enrique Oviedo, exdirector de Los Andes: “Hoy hay un exceso de información que es difícil de asimilar”
Jorge Enrique Oviedo, exdirector de Los Andes. Foto: Gentileza

Jorge Enrique Oviedo es uno de los periodistas más experimentados en la gráfica mendocina. Su vinculación con la profesión data de 1959, apenas concluido el servicio militar obligatorio en la Fuerza Aérea Argentina. Fue maestro de camadas de hombres y mujeres dedicados a este oficio, inicialmente como profesor de la desaparecida Escuela Superior de Periodismo, que terminó cerrando el gobierno de facto de 1976, al igual que la Facultad de Antropología Escolar.

Otro banco de enseñanza para jóvenes inexpertos que se iniciaban en la actividad (incluido el autor de esta crónica) se dio durante el desempeño de casi 45 años de labor en diario Los Andes, quince de ellos como director periodístico, luego de haber sido secretario de Redacción y secretario general de Redacción.

Como les sucedió a otros colegas, inició dos carreras universitarias que no terminó. Una, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo, y otra en la Escuela Superior de Estudios Políticos y Sociales, antecedente de la Facultad de Ciencias Políticas, que funcionaba en calle Amigorena, detrás de las instalaciones del matutino. El hombre, de alguna manera se acercaba a su destino laboral final.

Jorge Enrique Oviedo, exdirector de Los Andes. Foto: Gentileza
Jorge Enrique Oviedo, exdirector de Los Andes. Foto: Gentileza

Escribir, ya escribía… El profesor de Filosofía, Aldo Testasecca, vio condiciones en el cuento que un joven Oviedo le presentó, “El hombre que vendía el agua”, y lo publicó en el suplemento cultural de “El Tiempo de Cuyo”, fundado en 1956.

Como ocurrió con su maestro y compañero de labor, Antonio Di Benedetto, Jorge Enrique, antes de ingresar al matutino, incursiono en temas sobre cine y música, especialmente jazz, en diversas publicaciones, una de ellas “Reseña Cultural”, y en la radio Aconcagua, en el espacio que conducía Guillermo Petra Sierralta, “La revista oral Pámpano”.

La charla con Oviedo se desarrolló en su vivienda de calle Juan de Dios Videla, en compañía de su hija Virginia, arquitecta. Los otros dos hijos del entrevistado son Florencia (la menor) y Enrique Javier (quien ejerció el periodismo por veinte años en el lapso en que su papá conducía el rotativo). Falta en ese hogar, desde hace un tiempo, su compañera de toda la vida, Cristina Lacerna. El periodismo fue y es muy importante en la existencia del exdirector, pero confiesa que esa devoción sólo fue superada por su dedicación a la familia.

Ingresó al diario de los Calle al concluir el servicio militar en la IV Brigada Aérea.

- ¿Cómo fue la gestión para entrar?

- Mi hermano Juan Carlos, hoy de 96 años, consiguió a través de un contacto que me recibieran en el diario para conocerme y tomarme una prueba. El secretario de Redacción, Edmundo Moretti, me pidió que hiciera una crónica informativa en torno a una gacetilla de un organismo, con un título en tres líneas de 15 espacios cada una. Moretti ni leyó la notita; con una esquela se la mandó al subdirector de entonces, Patricio Vacas, quien la devolvió con un OK. De esa forma me tomaron a prueba y a los seis meses pasé a la planta de personal.

-¿Hubo una primera nota?

- Una de las primeras, curiosamente, fue en la IV Brigada Aérea, a la que volví como reportero. Era el homenaje a una aviadora francesa que había sido la primera mujer en cruzar la cordillera de los Andes en avión en 1921, Adrianne Bolland.

- Esos tiempos, los ‘60 eran muy distintos a los actuales en lo que tiene que ver con dispositivos y medios para realizar el trabajo…

- No existían los grabadores. Todo se tomaba a mano, usando biromes y un block que se armaba con cuartillas de papel de impresión. Las noticias nacionales e internacionales llegaban vía radial, se grababan en un disco de cera y un operario sacaba el texto y lo pasaba a la sección Telegramas. Las máquinas de escribir eran las legendarias Remington, luego cambiadas por las Olivetti. Fue como acceder a la Revolución Industrial. Las máquinas de teletipos, otra gran innovación, llegaron después. Además, usábamos pizarras informativas en las que se escribían noticias de diferente índole. Un operario de buena letra las redactaba y se colocaban en el frente del edificio. Muchos años lo hizo un hombre que trabajaba en el Correo. Era un servicio muy reconocido por el público.

Jorge Enrique Oviedo, exdirector de Los Andes. Foto: Gentileza
Jorge Enrique Oviedo, exdirector de Los Andes. Foto: Gentileza

- ¿Qué hay de la famosa sirena del diario, ésa que sonó, entre otros acontecimientos, cuando el hombre llego a la Luna el 20 de julio de 1969?

- Ese momento lo viví porque ya llevaba una década en el matutino. Se dejó de usar más adelante, pero en marzo de 1973, cuando la fórmula Héctor Cámpora y Vicente Solano Lima ganó las elecciones presidenciales, simpatizantes del Partido Justicialista vinieron a la sede de San Martín 1049 y exigieron que se tocara la alarma, pero ya no estaba instalada. Muchos ingresaron al edificio, hubo golpes y empujones, hasta que finalmente se los pudo disuadir de su propósito y se fueron.

- Otro aspecto. ¿La redacción era de varones, no es cierto?

- Cuando ingresé había una sola mujer, la encargada de Sociales, Adela Ponce de Bosshardt, a quien más tarde le sucedió su hija, Florencia “Mononga” de Labanca. Ocupábamos el primer piso del edificio histórico, sector al que llamaban “La escuelita”, porque había periodistas de trayectoria y un puñado de principiantes.

Las damas llegaron a partir de 1970. Una de las primeras fue Norma Sibilla, una gran pluma, experta en Gremiales, quien lamentablemente falleció joven, en 1993. Tenía 50 años.

- ¿Cuándo se avanzó en tecnología y en los cambios?

- Para el Mundial de Fútbol del ‘78 se dio el pase de la impresión por tipos de plomo al sistema offset y la incorporación del color, un gran salto.

Antes de esto, al decano de la prensa local le llegó compañía al abrir dos matutinos, “Mendoza”, de la familia Montes de San Juan, y “El diario”, del empresario Alberto Kolton, que trajo a Jacobo Timermann a conducir el proyecto. Debo confesar que recibí ofrecimiento de los dos medios para incorporarme a esas empresas y dejar Los Andes, especialmente de los vecinos de la otra cuadra, pero me quedé. Algunos colegas se fueron.

-Volvamos para atrás otra vez. Usted trabajó con dos Calle, descendientes del fundador, doctor Adolfo Calle: Felipe Calle y Elvira Calle, nieta…

- Felipe firmó mi nombramiento (julio 1960) y el carnet que me identificaba. Era director y dueño de la empresa. Cuando él murió (en 1964), asumieron las viudas de los tres hijos del fundador, Carmen Usandivaras, Elcira Videla y Rosa Correa. Elvira fue una figura trascendente en el periódico y en la cultura de la provincia. Comprendía el negocio periodístico y los alcances de la profesión. Le debemos la Beca Calle para estudiantes del ciclo secundario. Ya con sus años a cuestas, fue la única que viajó a Buenos Aires cuando surgió la instancia de venta del diario, a entrevistarse con ejecutivos de “La Nación”, que eran sus amigos. No quería que el medio se vendiera a cualquiera.

- En un tramo de su gestión como director periodístico (1988 a 2003), usted otorgó mucha importancia a los lectores…

- Advertí que las personas enviaban textos al diario con todo tipo de inquietudes y por eso asigné el día martes para publicar una página entera con cartas, algunas de las cuales se ilustraban; inclusive le escribí a una importante cantidad de lectores agradeciéndoles esa forma de expresión, iniciativa que también fue muy bien recibida por el público.

Otra gestión como director fue haber implementado, en 1988, un servicio de pasantías que permitió acercarse a la práctica activa a muchos jóvenes de ambos sexos.

1965. Jorge Oviedo, de 27 años, en el aeropuerto de Mendoza entrevistando al expresidente Arturo Umberto Illia. Foto: Gentileza
1965. Jorge Oviedo, de 27 años, en el aeropuerto de Mendoza entrevistando al expresidente Arturo Umberto Illia. Foto: Gentileza

- ¿Qué recuerda del ejercicio de la función durante el gobierno de facto (1976-1983)? Usted, de 38 años, ya era jefe de Noticias.

- Un periodo muy duro, primero por las detenciones de compañeros de trabajo, y porque estábamos sometidos a una severísima censura. Nos habían advertido sobre lo que podíamos decir o no. La censura era total sobre Los Andes y sobre el vespertino, “El Andino”, que dejó de salir en 1982.

- Dada su cercanía con el entonces subdirector Antonio Di Benedetto, ¿cuál fue el impacto de su detención en marzo de 1976?

- Fue muy dramático. Él pidió no ser llevado por la fuerza ni sujeto por los brazos, salió caminando hacia un automóvil que estaba en la puerta, rodeado por dos militares. También iban un directivo del diario (Juan Carlos Schiappa de Azevedo) y el asesor legal. Antonio estaba muy contrariado porque no entendía por qué se lo llevaban. Otros arrestos nos impactaron como el de la gran redactora Norma Sibilla, a la que detuvieron en la redacción, que entonces estaba en el quinto piso… También cayeron presos su esposo, Rafael Morán (jefe de Policiales), Pedro Tránsito Lucero y tantos más. Antonio me apoyó mucho como escritor, especialmente con mi novela “El Viejo”, al gestionar su publicación en la editorial Guadalupe; él me instaba a no dejar de escribir ficción a pesar de la presión por tener que sacar el diario cada día. Cuando presentó “El silenciero”, en 1965, me obsequió un ejemplar con una dedicatoria que iba en ese sentido: ‘A JEO con enorme fe su futuro como periodista y escritor’.

Sobre “El Viejo” querría agregar que estuvo a punto ser filmada. Llegué a firmar un contrato con la firma Mojo Media, de Monterrey en 1990, a la que llegué por contactos facilitados por la catedrática de Literatura, Celia Correas (hija de Edmundo Correas), pero todo se desvaneció un año después al producirse el cierre de esa compañía.

Cara a cara. Charla distendida con el gran Joaquín Lavado, "Quino", en la casa del artista. Foto: Gentileza
Cara a cara. Charla distendida con el gran Joaquín Lavado, "Quino", en la casa del artista. Foto: Gentileza

- ¿Tuvo temor de ser detenido en algún momento?

- Había incertidumbre, no sé que decirle. Tomábamos precauciones. Tanto yo, como los colegas privados de la libertad, y los que seguíamos trabajando éramos periodistas volcados a la tarea de informar. Nunca se probó nada contra ellos. Cuando vivía en el barrio Ujemvi, una noche hubo un operativo y militares pidieron entrar a mi casa. El procedimiento no pasó a mayores, pero no olvido como un soldado recorría mi biblioteca y con la punta de su fusil iba moviendo los libros en búsqueda de algún título ‘inconveniente’ para la época.

- ¿Qué tan distinto era el periodismo de los años en que usted empezó con el actual, de mucho vértigo y disponibilidad de gran variedad de herramientas digitales y el uso de las redes?

- Todo muy diferente, aunque la esencia de la función se mantiene. Hubo variaciones muy profundadas, ahora todo es vertiginoso; aquellos medios eran empresas de familia. Me parece que ahora hay un exceso de información; multiplicidad de radios y diarios digitales. La televisión terminaba a la medianoche. Los cines daban dos películas, más un noticiero o dibujos animados.

Los medios ahora tienen exceso de información, que a veces resulta difícil de asimilar por el ciudadano. En esos tiempos de antaño había mucha información tomada como servicios al lector, tal el caso de las educacionales, las uniones vecinales, los que se originaba en los clubes o entidades de servicio.

- ¿Puede citar alguna frustración como periodista, algo que quiso hacer y no pudo o no salió bien?

-En general tuve siempre mucha suerte, pero sí, recuerdo un disgusto. En 1970 viajé a Chile con mi esposa Cristina porque el equipo del presidente Salvador Allende me había concedido una entrevista, en los días previos a la asunción del mandatario. El diálogo con el médico socialista salió fluido, creo que interesante. Mi compañera retrataba la escena. Cuando intentamos revelar el rollo no había nada del entrevistado ni del cronista, ningún registro. Un fiasco total.

En otra ocasión, aunque no es lo mismo, tuve un pequeño desajuste con el gran poeta Jorge Enrique Ramponi. Le hice una nota que titulé “El hombre libre se jode” y esa forma de caracterizar la entrevista enojó mucho al autor de “Piedra infinita”, quien le pidió a Di Benedetto un derecho a réplica porque no le había gustado para nada el titular. Con el tiempo todo se olvidó y seguí teniendo buena relación con el autor.

En la Redacción. De izq. a derecha: Jorge Oviedo, Carlos de la Rosa, Rodolfo Gabrielli y Arturo Lafalla. Completa la escena el diagramador Marcelo Dabián.
En la Redacción. De izq. a derecha: Jorge Oviedo, Carlos de la Rosa, Rodolfo Gabrielli y Arturo Lafalla. Completa la escena el diagramador Marcelo Dabián.

La lupa del oficio

- ¿Cuál fue el hecho periodístico que más le impactó en sus años en Los Andes?

-Creo que el Mendozazo (del 4 al 7 de abril de 1972), episodio que cubrí desde la represión a los docentes, la marcha por las calles del centro y la multitud que llegó a la Casa Gobierno, hasta que sonaron los primeros disparos y tuve que arrojarme al foso del edificio gubernamental. -La tapa más emblemática que hizo y pondría en un cuadro.

-Hay varias, pero me quedo con la Guerra de Malvinas, que durante meses nos hicieron creer que se ganaría y terminó trágicamente como todos conocemos. Enviamos a Rafael Díaz Guzmán para su cobertura. - ¿Qué personaje histórico de Mendoza considera que no fue debidamente valorado?

- Mencionaría a Juan Gualberto Godoy (1793-1864), reconocido como primer poeta mendocino, y también a Julio Leónidas Aguirre, un gran educador de principios del siglo XX. - ¿Con qué titulo resumiría su dilatada trayectoria periodística?

- Difícil resulta resumir 44 años de ejercicio periodístico. Puedo sí expresar mi cálido sentimiento por esta hermosa profesión que tantos valores me han dado, entre ellos entusiasmo y responsabilidad en el ejercicio de la palabra escrita.

Las letras y los flashes

JEO, además de avezado periodista y escritor, dedicó un tramo de su existencia a la fotografía. Este oficio lo aprendió joven y lo cultivó durante años, siendo miembro del Foto Club Mendoza. Algunas crónicas del diario fueron ilustradas con fotos tomadas por él, no fueron muchas. Sí ocurrió durante el trágico aluvión del 4 de enero de 1970, en la que se aprecia a la avenida San Martín convertida en río y con heladeras, autos y otros objetos flotando.

Ganó el concurso fotográfico organizado por la Liga Mendocina de Fútbol al cumplir 50 años de vida, en 1971. La imagen del premio inmortalizó la euforia de la hinchada del club Jorge Newbery, de Las Heras, por un triunfo en partido o por haber ganado un torneo de ascenso. El autor no se acuerda bien.

A la par de crónicas y notas, siempre escribió libros, siendo el primero uno de lírica, llamado “Los seres que en mi habitan”. No siguió con la poesía y se dedicó a la novela y el ensayo. Su primer logro fue “El Viejo”, premio Bienal de Literatura de la Municipalidad de Mendoza y del Fondo Nacional de las Artes, en 1968. Acumuló diversos títulos en los últimos años. “El Periodismo en Mendoza (de 1820 a 2010)”, ensayo que editó la Academia Nacional de Periodismo, de la que es miembro por Mendoza desde 2004. Lo presentó su amigo José Claudio Escribano.

Sumemos “Las (otras) historias de Mendoza”, que publicó la editorial de Filosofía y Letras de la UNCuyo,

La producción se continuó con “Los duelos en Mendoza. Cuando el honor se defendía a punta de espada y pistola”, editado por Ediciones Cultuales de Mendoza.

En la Feria del Libro 2024 presentó su última elaboración, bajo el sugestivo título, “Presentación de un libro que no existe: Di Benedetto y el cine”. La charla fue introducida por Fausto Alfonso, quien dijo que Jorge “en plena era digital ha multiplicado las posibilidades de experimentación y fue más allá al presentar un libro que no existe”.

Cerramos este repaso literario con “Las otras historias de Mendoza II”, listo en su totalidad, que espera los recursos económicos para poder llegar a las manos del lector.

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