Jorge Carnino: El escribano que cuenta historias a través de la escultura

Este escribano de profesión tiene como hobby la escultura en hierro. Trabaja con chapa que moldea con fuertes martillazos y soldaduras. La mitología y la historia son su fuente de inspiración. Cuenta que sus hijos son sus mentores.

Jorge Carnino: El escribano que cuenta historias a través de la escultura
Jorge Carnino considera que el arte tiene que dejar un mensaje. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Está tan convencido de que la mitología griega nos atraviesa, que Jorge Carnino bucea en esas historias para encontrar los personajes y -a fuerza de martillazos- darle forma a la chapa para que el espectador pueda completar la escultura con su imaginación. “El arte tiene que dejar un mensaje”, afirma.

Escribano y artista, un perfil que se repite. Cuenta que por aquellos días en el cuarto año del Liceo Militar General Espejo estaba entre las dos carreras. Optó por el notariado por recomendación familiar, ya que -como muchos- pensaban que con el arte “se iba a morir de hambre”. Entonces, desde hace más de dos décadas ejerce como escribano público.

Confiesa que esto le da la libertad para crear en el momento que puede sin la presión de un trabajo porque la obra social la paga con su profesión. “Soy escribano, de familia de escribanos”, admite a la vez que fundamenta que ser notario siempre lo atrapó a diferencia de la abogacía que no le gusta por el litigio.

Aquella pasión artística se encendió gracias a dos chispas: el espacio en el secundario “en un aula muy grande de arte” que además ayudaba a despejarse en un sistema tan rígido como el liceísta y el profesor Armando Gei -”que era un capo en cuanto a la didáctica... lo que te enseñaba era como una lanza al corazón, con su voz gruesa”-. Esa llama siguió intacta tiempo después y se convirtió en el hobby que hoy conserva y que le ha dado la posibilidad de llegar a la revista Forbes o de conocer a personalidades como María Kodama.

Jorge Carnino se inspira para sus esculturas en la mitología y la historia. 
Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Jorge Carnino se inspira para sus esculturas en la mitología y la historia. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Me inspiran la mitología griega, romana y sobre todo la historia”, admite. Investiga, estudia hasta meterse de lleno en el personaje y trata de transmitirlo. Eso lo ha llevado ahora a realizar a Hipatia de Alejandría, la filósofa, astrónoma y matemática del siglo III que fue asesinada por el fanatismo religioso, a la que le sólo le falta incorporar un icosaedro entre unas manos que transmiten la fuerza de una mujer que padeció una época turbulenta. Un poco menos avanzado está Zeus, aunque también podría ser Poseidón porque su perfil griego y su cabellera con lonjas de chapa -todavía sin pátina- podrían tomar cualquiera de las dos personalidades una vez que complete la obra.

Antes terminó a Sísifo, para la cual se basó en dos libros de Albert Camus “El Extranjero” y “El Mito de Sísifo”. “Sísifo -explica- es castigado por haber develado un secreto de los dioses. Él va llevando esa piedra -representada por un icosaedro, un cuerpo geométrico que Jorge elige porque piensa que la geometría como la madera despierta bastante en el inconsciente- y sabe que por ese castigo antes de llegar a la cima, la piedra rodará hacia abajo y deberá volver a subir. Mientras va llevando la piedra, se va riendo del destino trágico.”

En este contexto, para el escultor, la obra habla de la vida y la muerte, de las cosas que hacemos absurdamente. “Si bien la vida es un absurdo, el sentido de la vida es el que vos le querés dar, todos los días en cada momento. ¿Cómo se lo das? Festejando que Boca salió campeón o leyendo un libro de Filosofía”, reflexiona mientras reconoce que está cómodo con su vida, “pero en la vida -sentencia-, uno nunca puede decir estoy bien y completo porque no es así; la escultura del mito de Sísifo habla de eso”.

Sísifo de Camus, escultura de Jorge Carnino. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Sísifo de Camus, escultura de Jorge Carnino. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Jorge se entusiasma al hablar de sus obras. Una a una van apareciendo en diferentes momentos de la charla de poco más de una hora en su casa, donde también tiene su taller -ahora ordenadísimo para recibirnos-. Las describe, las muestra -algunas están en el living compartiendo escenario con esculturas de sus amigos Fernando Rosas y Guillermo Rigattieri- y nos cuenta las historias que lo inspiraron en cada caso.

Por momentos, la entrevista es un ida y vuelta. Algunas veces, el escultor toma el rol de entrevistador -y me encuentro respondiendo a sus preguntas- porque está convencido de aquello que postulaba Sócrates sobre la ineficacia de los monólogos por lo cual promovía la mayéutica como método de aprendizaje.

Entre la mitología y la psicología

Desde 2004 hasta 2009, tomó clases de dibujo y pintura con Mario Delhez en Chacras de Coria. Después incursionó en lo que hoy es su marca. “Empecé a trabajar en chapa y un día conocí a Alejandro Vigil, durante la presentación de El Enemigo en un restaurante a puerta cerrada, y también conocí a Guillermo Rigattieri. De uno soy escribano y del otro soy amigo por el arte”, agradece el haber estado en el momento justo en ese preciso lugar aunque asegura que no cree en Dios ni en el más allá ni en la energía. “Ese día tenía que estar ahí y conocí dos personajes importantes para todo lo que hago: el lado profesional y el lado artístico”, repite.

Jorge Carnino con el maestro del vino Alejandro Vigil
Jorge Carnino con el maestro del vino Alejandro Vigil

A la hora de elegir su estilo, se inclinó por la chapa batida -es decir que la moldea con golpes de martillo- y soldadura. Con el tiempo decidió patinarlas porque la chapa es muy fría y “uno trata de llegar a los sentidos”. Dice que prefiere que se noten las escorias en sus obras. “Esas imperfecciones le dan también una impronta. Uno vive en un mundo donde permanentemente tenés que estar en un podio, tenés que buscar la perfección en muchas cosas. Y una obra de arte te hace pensar y no tiene que ser perfecta necesariamente”, analiza.

Como un reducto que protege de esa realidad “en la que estamos constantemente detrás de una presa”, Jorge ofrece el arte y sostiene que hay que impulsarlo porque “las nuevas cabecitas necesitan el arte para ver el mundo de otra manera”, incluso en el ámbito escolar.

Desde su punto de vista, el arte tiene que dejar un mensaje: “Una historia como en el caso mío -grafica-, un grito de lo que está pasando en la sociedad como en el caso de Roberto Rosas o Rigattieri”.

En la búsqueda de ese mensaje, aparece la mitología que, según Carnino, atraviesa nuestra vida aunque no nos demos cuenta. “Tenés pasión, guerra, personajes vengativos, altruistas”, argumenta en tanto sostiene que “la psicología le ha robado todo a la mitología griega”. Cuenta la historia de Pigmalión -”Un escultor que hace una mujer, se termina enamorando de la escultura y le pide a los dioses que le den vida”- y su relación con la vida cotidiana: “es la profecía autocumplida que vos le decís a un niño que va a ser bueno y el niño termina siendo bueno o que es un delincuente y lo será”.

Armstrong, escultura de Jorge Carnino. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
Armstrong, escultura de Jorge Carnino. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

En este sentido, también enumera los complejos de Edipo y de Electra, el Narcisismo, basados en personajes mitológicos.

Se detiene en Ícaro, protagonista de una de sus esculturas. “El hijo que vuela cerca del sol y habiendo sido persuadido por Dédalo, su padre, es díscolo y desobedece... El final todos lo conocemos, pero Ícaro quiso volar alto y ver el sol (la luz que no es otra cosa que el conocimiento), el hecho es morir pero buscando la luz”, escribe Jorge en su posteo de Instagram -aunque por lo general los textos son de su amigo también escribano Francisco Javier Guardiola-. Y amplía: “Deja dos enseñanzas. Una, que él se aleja del padre en busca de conocimiento y le derrite las alas, te encandilás cuando te encontrás con mucho conocimiento. La otra es que, cuando tenés un hijo adolescente, al principio te hace caso y después hace su vida… Son cosas que se van dando en la vida, salvando las distancias”.

Sus hijos, sus mentores

Este hombre de 47 años considera que “el arte es una manera de comunicarse y de trascender”. Por ello, comparte su pasión con sus hijos Antonio (11) y Luisa (6). “Ellos se van metiendo en el arte, pero no quiero inducirlos porque pienso que la libertad que tenemos es muy preciada”, indica.

“Mis hijos me disparan bastante en la creación. Son mis mentores. Les he comprado todos los libros de mitología para que entren en el conocimiento y sepan que la vida no es color de rosa, pero que le pueden encontrar el sentido”, afirma.

El escultor y escribano Jorge Carnino junto a dos de sus obras. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
El escultor y escribano Jorge Carnino junto a dos de sus obras. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Una de las esculturas sugeridas por Antonio es la que está en Casa Vigil y fue mencionada en la revista Forbes, en enero del 2020. “En la entrada del sector de la bodega denominado ‘Inferno’, los visitantes se encontrarán con una impactante estatua de metal de un Minotauro, obra del escultor Jorge Carnino”, dice la prestigiosa publicación de Estados Unidos.

Fue cuando Jorge leyó a su hijo “La casa de Asterión”, el cuento de Jorge Luis Borges, que el niño propuso hacer el minotauro. “Es un cuento precioso porque el minotauro siempre ha sido algo malo que comía humanos... Borges en el cuento lo deja como un alma en pena que vivía en un laberinto y que no sabe lo que hace y que en el fondo es bueno. Hasta ese momento, el minotauro era un monstruo”, apunta.

El Caballo de Troya, escultura de Jorge Carnino, hecha a pedido de sus hijos. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes
El Caballo de Troya, escultura de Jorge Carnino, hecha a pedido de sus hijos. Foto: Ignacio Blanco / Los Andes

Fruto de otro de los pedidos de sus hijos fue Illion. Se sabe “reiterativo con las historias”, pero no duda en relatar la de Troya “una de las más antiguas que se ha contado”. Y sigue: “Es una historia de venganza porque raptan a Helena, depende quién la cuente dicen que la seducen. El tema es que se llevan a Helena a Troya y entonces van a recuperarla. Allí está la historia de Ulises, está la historia de Eracles… Están todas las historias en una sola que es el poema de Homero. ¿Qué tiene esa historia? Tiene amor, venganza, muerte, destino… Todo… Existía desde antes de la escritura”, dice mientras el fotógrafo busca la mejor manera de retratar la obra que “es como un bien de familia” aunque “no el término jurídico”, aclara Jorge.

“Quiero que mis hijos tengan el caballo y cuenten la historia a sus hijos. Esto lo hizo el abuelo”, extiende la mirada y se imagina que ese carro con el Caballo de Troya que hoy Antonio y Luisa tiran por el barrio para jugar será parte de su legado familiar y habrá cumplido su objetivo de trascender.

Dédalo y el encuentro con María Kodama

“Éste ese Dédalo... un culto a la inteligencia y a los consejos de un buen padre...”, escribió Jorge Carnino en su Instagram en enero de 2017 cuando presentaba su obra terminada sin imaginar lo que pasaría en noviembre del año siguiente.

“Hice la escultura para Rafael Garfunkel, dueño del hotel Intercontinental. Un día me avisaron del hotel que estaba María Kodama que quería ‘hablar con el escultor sobre Dédalo y el laberinto’. Me contó que Jorge cuando era chiquito tenía un atlas muy grande con las Siete Maravillas del Mundo y que le pedía a la madre una lupa porque decía que adentro del laberinto iba a encontrar minotauros. Y me dice ‘yo te quería preguntar por qué hiciste vos a Dédalo’. Entonces, le conté que hice esa obra porque el hotel Intercontinental abajo parece un laberinto y cuando las primeras veces iba a llevar certificaciones, me perdía”, rememora aquel encuentro.

Jorge Carnino con María Kodama junto a su escultura Dedalo
Jorge Carnino con María Kodama junto a su escultura Dedalo

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