Una historia desgarradora atravesada por la pobreza y la vulnerabilidad, aunque también por la resiliencia y la superación, fue relatada en el subsuelo de la Legislatura provincial, por parte de la protagonista, Graciela Collantes.
A partir de una invitación de la dirección de Derechos Humanos y el Punto Focal Mendoza presentó el libro “Nuestros cuerpos no se reglamentan”, de la editorial Marat, que fue editado en 2019 y reeditado en 2022.
En diálogo con Los Andes, Luz Faingold, directora de Derechos Humanos del Ministerio de Salud, Desarrollo Social y Deportes, recordó que el organismo es un equipo técnico de asistencia. “Las víctimas nos son derivadas del Juzgado Federal por oficio, y también a través de un programa nacional”, sostuvo.
Vulnerables
Graciela Collantes nació en la provincia de Tucumán en medio de una familia muy pobre. Fue así que su condición la llevó por los caminos más dolorosos de su vida, aquellos que recorrió en la más absoluta soledad durante largos años.
“Cada vez que lo pienso me parece una eternidad”, sostuvo, en diálogo con Los Andes, con la expectativa de que la charla en la provincia sirva “para que miles y miles de mujeres víctimas de explotación sexual puedan salir de ese contexto”.
“Fui víctima en los años 90, cuando éramos sometidas a explotación y nuestras denuncias iban a bolsa rota. El sistema no nos ayudaba, era una chica joven con una hija y, por lo tanto, presa fácil”, reflexionó.
Si bien su provincia, Tucumán, era también tierra fértil para este tipo de situaciones, debido a la pobreza reinante, en todos lados se observa cada vez más cantidad de mujeres solas, con hijos, muchas veces desesperadas y que “caen” engañadas.
“Pensé que había encontrado a la persona que me iba a ayudar y terminé parada en una esquina”, relata en su libro. Ese hombre, su proxeneta, la dejó embarazada y utilizaba a su hija como rehén para que Graciela no escapara. Aunque ella lo recalca: por mucho que la hostigaran y la agredieran, siempre sacaba esa fortaleza para reivindicar sus derechos. “En mi caso encontré a alguien que me dio techo y comida. Me ayudaba con las necesidades básicas y ya tenía una hija a quien alimentar. Caí como caen tantas mujeres y estuve sometida durante nada menos que 16 años”, señala.
Las víctimas, en general, así como lo fue ella, son mujeres desempleadas, fuera del sistema. Hoy las redes sociales colaboran para los engaños de muchas adolescentes. “Con videos que se venden, el cuerpo es explotado. Las redes ayudan a eso”, sostiene.
Por los derechos de las mujeres
Lo cierto es que su entorno detectó que algo sucedía y su proxeneta huyó al darse cuenta de que empezaban a investigarlo. Graciela había dejado de ser presa de su proxeneta, pero comenzó a serlo de un Estado que le daba la espalda. Volvió a las calles de los barrios bonaerenses de Palermo, Constitución, Once y Flores, para poder hacer frente a los gastos. Comenzó a pensar en que si quería que desaparecieran mujeres en su situación, debía organizarse.
Formó parte, así, de AMMAR, la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina, que nació en el año 1995. Hasta 2003 acompañó a la entidad y desde entonces junto a otras compañeras, comenzaron a cuestionarse que la prostitución no era algo que habían elegido como trabajo, que necesitaban derechos y estos no pasaban por legalizar la prostitución: así se separaron de AMMAR y nació AMADH, Asociación de Mujeres Argentinas por los Derechos Humanos, que adquirió este nombre legalmente en 2012.
Evoca: “El sistema y la policía son muy represivos y violentos con las mujeres. Los proxenetas están en complicidad con la Policía: nos arrestaban y nos pedían coimas para dejarnos salir. Si no, éramos detenidas por varios días. Teníamos que pagar para que nos dejaran trabajar tranquilas”..
Hoy Graciela confiesa que no sabe si es una mujer plena y feliz. “Más bien me defino como alguien que aprendió a sobrellevar una etapa muy difícil” y que encontró la forma de salir adelante junto a su hija y, ahora, su nieta.
“La lucha y la militancia tienen muchos objetivos, pero sobre todo la sanación. No hay que olvidar que soy activista desde hace muchos años, desde 1992 y eso ayudó a mi fortalecimiento”, manifestó, para agregar: “La prensa siempre pone su granito de arena porque estas situaciones, sin su correcta visibilización, nunca salen a la luz”.
Muchos años después del horror se recibió de periodista en Buenos Aires y hoy trabaja en el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) en Buenos Aires. Tener un empleo formal la ayudó en todos los aspectos, más allá del económico, confesó.
“La problemática debe llegar a su fin, ninguna mujer debe prostituirse para comer ni para sobrellevar su situación económica. Lamentablemente esta problemática nunca termina y, por el contrario, cada vez hay más mujeres, niñas y niños en Latinoamérica involucrados en este flagelo”, puntualizó. Hace dos años surgió la idea de escribir un libro que sea inspirador. Un libro que pudiera relatar muchas historia sin tapujos. “Me resistía, pero muchísimas compañeras me alentaron, me empujaron a hacerlo. Era necesario que se conociera, que se sepa que nada en la vida llega por regalo. Muchas mujeres prostitutas denuncian y vuelven a sus proxenetas con la ayuda y la complicidad de la policía. Esto debe cambiar”, subrayó.
Cuando la víctima hace un click y dice basta
El libro “Nuestros cuerpos no se reglamentan” está basado en la lucha de AMADH y en las historias de todas las mujeres que acompañaron en ese proceso y que hoy conforman la organización.
Según dijo, nació con el objetivo de mostrar el proceso colectivo. “Por eso demoramos tantos años en publicarlo, porque conocí a tantas mujeres con este tipo de historias, muy parecidas a la mía, con un denominador común: la vulnerabilidad. Sentía la necesidad de contar esta historia, mi historia de lucha, porque lo que más me marcó es el proceso de salir del sistema prostituyente”, repasa.
Según señala, es más fuerte lo que se siente cuando la mujer está empoderada y desea salir de esa esquina. “Quería mostrar que cuando una víctima hace el ‘click’, es ‘basta’ y debe haber políticas de acompañamiento que indiquen por dónde empezar”.