Estefanía Cruz es hoy una fiel exponente de la creciente franja de indigentes y marginales de Mendoza. A sus 22 años, el contexto en el que pasa sus días no puede ser más dramático: un hijo, una madre presa en el Penal de Mujeres N° 3 y un marido violento que prendió fuego su precaria vivienda luego de una discusión.
En la calle y con lo puesto, ella salió a pedir ayuda mientras los vecinos, como pudieron, levantaron otra construcción a metros de la anterior y aún más frágil: con nylon, barro, caña y cartón. Al menos allí, en esa “choza”, Estefanía y Gabriel, de dos años, pueden refugiarse.
La protagonista vive en un asentamiento que ni siquiera tiene nombre, en las inmediaciones de Finca Badano, Guaymallén, un lugar que ha venido poblándose durante los últimos tres años y al que llegaron nuevas familias en esta cuarentena. Allí todos tienen refugios (sería exagerado llamarles “viviendas”) similares a los de Estefanía. Además, casi todos son trabajadores informales que hoy ni siquiera pueden subsistir, porque hasta las changas desaparecieron.
Solidaridad en la desolación
El panorama es desolador. La falta de agua representa una verdadera dificultad. Apenas unas pocas canillas, casi sin presión, abastecen al sector.
Lo demás: perros callejeros, basura, niños descalzos y también el estigma de la inseguridad. La ambulancia, por ejemplo, no ingresa sin presencia policial. Aun así, los vecinos apuestan a la unión para conseguir lo mínimo e indispensable: elementos para guarecerse del frío, chapas, calefones eléctricos, garrafas, tanques de agua, ladrillos, ropa, zapatillas, mercadería…
Estefanía no quiere alejarse del barrio y, que mientras pueda, seguirá “aguantando”. “Es gente muy solidaria. Ayer me trajeron un colchón y, cada vez que salgo a pedir, mi hijo queda con alguno de ellos”, relata. Sí, a pedir. Reitera que ese es su trabajo y que lo hizo siempre. Sólo que ahora tiene una razón valedera: su hijo, que la llena de esperanza.
Un poco más allá del montículo de cenizas que dejó el incendio, Yesica Rosales muestra cómo viven seis personas en escasos metros cuadrados y presenta a sus hijos, Nelson, Yazmín, Lucas y Melany.
Ellos, como la mayoría, retiran viandas del comedor del barrio Belgrano I y suelen “estirarlas” para que, a la noche, y los fines de semana, no les falte un plato de comida en la mesa. Nenes y nenas comparten camas, una pegada a la otra, sobre los pisos de tierra. El frío se filtra por todos los rincones.
“Fue un invierno muy duro”, describe Yesica, quien intenta, junto con otras mamás, consolidar un centro cultural que ya empezó a funcionar con talleres de murga y malabarismo para niños. Allí, esos días también se les brinda la merienda gracias a algunas donaciones y, los viernes, apoyo escolar.
“Los niños antes iban al colegio, pero con esta pandemia, y sin tecnología, hay que contenerlos. La escuela de fútbol es otro objetivo”, cuenta Florencia Ramiro, vocera del barrio y estudiante de diseño escenográfico.
Fanny Lagos vive en el asentamiento desde hace años y sabe de carencias de todo tipo. Eso sí: como en estos meses, asegura, nunca vio. “No hay trabajo y eso complicó aún más todo. Necesitamos desde materiales para la construcción hasta lo básico como leche”, indica.
Agrega que el barrio ha recibido asistencia, aunque fue solo circunstancial. “Necesitamos continuidad, un plan para que podamos subsistir. Hay gente solidaria que ayuda de vez en cuando, pero sigue sin alcanzar”, enfatizó.
Para ayudar
Quienes deseen colaborar con la gente que vive en ese asentamiento, pueden comunicarse con el número 261-5685821.
La asistencia está restringida
La directora de Desarrollo Social del municipio de Guaymallén, Silvia Donati, dijo que antes de la crisis de la Covid-19 fueron contabilizadas 21 familias en esa zona.
“El equipo de Trabajo Social realizó un relevamiento en enero, pero luego llegó la pandemia. Para nosotros es complejo asistir con materiales, porque sería avalar usurpaciones en terrenos privados”, fundamentó. Cada recurso que se entrega, explicó, debe ser rendido al Tribunal de Cuentas y es requisito acreditar que las viviendas a las que destinarán la asistencia no se encuentren en terrenos ajenos.
De todos modos -subrayó-, en su momento se llevaron a cabo intervenciones con colchones, ropa de abrigo, zapatillas y alimentos. Asimismo, recordó que la delegación Belgrano, donde antes de la cuarentena funcionaba un comedor, hoy brinda viandas a los más necesitados.
En el caso de que existan familias aisladas por Covid 19, dijo, las mismas son detectadas y asistidas por el equipo social. Explicó, además, que debido al confinamiento, el área de Desarrollo Social trabaja con una cantidad de personal sensiblemente inferior, pero prometió que el trabajo territorial será retomado en breve.