Albañiles que trabajaban en una obra en el barrio Juan XXIII de Rivadavia fueron los protagonistas de un impactante hallazgo, cuando se encontraban cavando un pozo séptico a dos metros y medio de profundidad en un terreno que estuvo mucho tiempo abandonado. Mientras realizaban sus tareas, hallaron restos humanos que corresponden, en principio, a cinco personas que habrían sido enterradas uno sobre la otra. Se trata de piezas óseas de niños y adultos.
Tras dar aviso a la Policía sobre el hecho, comenzaron los trabajos de identificación a partir de los cuáles se determinó que es un caso arqueológico y no forense. El director de Patrimonio de Mendoza considera que el valor de esto es muy positivo para el patrimonio provincial por su aporte al conocimiento histórico.
“Los hallazgos de entierros humanos del pasado son un verdadero tesoro de información. Los restos contienen datos del pasado que son tan o más importantes que un documento histórico”, explicó Horacio Chiavazza.
El magíster en Arqueología Social de Iberoamérica sostuvo que a través de ellos se puede acceder a información que se relaciona con el modo de vida de las poblaciones del pasado y ayuda a conocer aspectos en particular de los individuos.
Al respecto del lugar en el que se encontraron, Chiavazza contó que se trata de un sector que ha estado en la mira desde el punto de vista arqueológico. “Es una parte de Rivadavia conocida justamente como La Reducción, porque era un espacio donde los huarpes, en el período colonial, que escapaban de la dominación o resistían, eran capturados y reducidos a estas poblaciones de indios. En este sitio hay muchos hallazgos, cementerios que no han sido suficientemente atendidos”, expresó.
“Si bien es apresurado, se entiende que hay infantiles y adultos que habrían participado de un evento funerario en fosa común. Sería un evento de mortandad sincrónico, es decir, que fallecieron en el mismo momento”.
El proceso de investigación arqueológica a través de diferentes estudios, entre otros datos, puede aportar información suficiente para determinar las causas de muerte que, según analizó Chiavazza, podría tratarse de una epidemia o hechos de violencia.
Tras las excavaciones y el rescate, los restos serán sometidos a análisis de tipo radio carbónico para conocer la antigüedad de los mismos, análisis químicos para saber de qué vivían y qué comían, análisis físicos para determinar qué patologías puedan haber tenido en vida, e incluso motivos de muerte. “El análisis de los dientes permite ver qué dieta tenían, y se complementa con lo químico para saber si predominaba una mayor ingesta de maíz o de carne”, ejemplificó Chiavazza.
Del primer contacto, se infiere que los restos pueden tener entre 500 y 1.500 años de antigüedad. “Hay que establecer la cronología porque hay un amplio margen. Y no se habrían hallado elementos materiales que permitan asociarlo a algún período histórico”, explicó el director de Patrimonio y agregó que desde la gestión se contribuirá con los estudios.
Se estima que los resultados pueden obtenerse en diferentes tiempos; mientras algunos datos como el sexo y edad podrían obtenerse en un plazo de dos a cuatro meses, otros que implican traslado de las muestras y turnos en laboratorios, podrían ampliar esa espera hasta unos seis meses.
Por último, Chiavazza aseguró que tras este hallazgo la zona ya queda identificada de cara a futuras obras para que se de intervención a la Dirección de Patrimonio y se realicen operativos de salvataje.