La luz es el estímulo físico que permite la visión, un proceso óptico y neurológico complejo que comienza en el ojo y nos permite comprender y responder al entorno. Además, muchos aspectos de la fisiología humana y el comportamiento son influenciados por la luz, conformando los efectos no visuales. Por más de 150 años, los conos y bastones fueron considerados los únicos fotoreceptores de la retina, hasta que en 2002 se identificó un nuevo tipo de fotoreceptor, las ipRGCs, que son el principal insumo (input) del sistema circadiano e inician el camino no visual de la luz para la sincronización del reloj biológico, ubicado en el hipotálamo. Desde una perspectiva histórica, las ipRGC son el eslabón perdido para la comprensión de los efectos no visuales de la luz.
La luz natural proviene del Sol durante el día e indirectamente de la Luna durante la noche. Como animales de hábitos diurnos, nuestro sistema visual evolucionó con el Sol como único iluminante, en ciclos regulares de vigilia y sueño, de luz y oscuridad. Durante milenios, la humanidad necesitó de la luz natural para realizar sus actividades, lo que nos dejó literalmente en la oscuridad la mayor parte de nuestra historia. De ahí que los humanos prehistóricos idearan medios para iluminar la noche por medio del uso controlado del fuego, dando origen a la iluminación artificial. Esto independizó la actividad humana a lugares y a momentos previamente sumidos en la oscuridad. Por ejemplo, en la cueva de pinturas de Lascaux (Francia) se encontraron más de 100 lámparas de grasa animal: El arte rupestre necesita iluminación rupestre.
Este proceso de independencia lumínica, mediado por la tecnología de la iluminación artificial, tuvo una lenta evolución los primeros miles de años de existencia humana. A partir de la Revolución Industrial hasta principios del siglo XX hubo un enorme progreso en el desarrollo de tecnologías de iluminación. La luz artificial se erigió como sinónimo de civilización, en contraste con el carácter divino previamente asociado a la luz: Incluso el pionero de la fotometría RP Franqois-Marie, a principios del siglo XVIII, procuró “convencer a su conciencia y a sus superiores de que no es impío intentar medir la luz, don de Dios” antes de publicar sus investigaciones.
Este extraordinario desarrollo se basó en un enfoque científico sistemático y en la difusión del espíritu cuantificador característico del siglo XIX. A medida que se mejoraron las fuentes de iluminación artificial, el interés se centró en satisfacer la demanda de alumbrado público y la producción de las nuevas industrias, cuya actividad a menudo continuaba más allá de las horas del día. La naciente industria de la iluminación eléctrica necesitaba probar numéricamente la superioridad de su tecnología sobre la iluminación a gas. Y ciertamente lo logró, convirtiéndose en un medio universal y económico de generar luz artificialmente. Obtener 1000 lumen con una lámpara de aceite como las halladas en Lascaux implicaba 50 horas de trabajo humano, mientras que en 1992, mil lúmenes de una lámpara fluorescente compacta equivalían, en costo, a medio segundo de trabajo humano. La actual tecnología LED, energéticamente más eficiente, hace aún más accesible la disponibilidad de luz. De hecho, esta tecnología es más eficiente que el propio Sol, superando los 150 lumen/watt contra los 110 lumen/watt del Sol. A favor de nuestra estrella podemos decir que su luz por ahora es gratuita, y que tiene una vida útil de miles de millones de años. Incluso con las particularidades energéticas y económicas de nuestro país, y de un contexto global de degradación ambiental, nunca ha sido tan fácil dar luz a la oscuridad. Nuestra independencia de la luz natural se convirtió en dependencia a la luz artificial, y esto tiene consecuencias.
Voces de alerta se han levantado en relación a la Generación Doméstica (del inglés Indoors generation). Diversos estudios muestran que pasamos alrededor del 90% de nuestro tiempo en espacios interiores, sin exposición directa a la luz natural. Más aún, el crecimiento en el uso de dispositivos con pantalla, que cambiaron la manera en que trabajamos, estudiamos, consumimos y nos relacionamos, incrementa nuestra exposición a la luz artificial, ya que estos dispositivos emiten su propia luz. Según datos propios de 2022, el 82% de adultos argentinos consultados trabajó más de 4 horas diarias con pantallas, mientras que el 26% de ellos utilizó dispositivos más de 4 horas diarias fuera de su trabajo.
El sistema circadiano es sensible a los cambios diarios en la intensidad de la luz, su contenido espectral, y su direccionalidad. Nuestra dependencia a la luz artificial, estática en términos de intensidad y posición, e incompleta en términos espectrales, afecta a este mecanismo de sincronización. La melatonina es la principal salida hormonal del reloj biológico. Es la expresión química de la oscuridad: niveles altos son secretados durante la noche, mientras que niveles bajos son esperables durante el día. Tanto la falta de estimulación circadiana en el momento apropiado como su exceso en un momento inapropiado pueden causar la disrupción del sistema circadiano. Dos efectos se han identificado: El cambio de fase, atrasando o retrasando los períodos de sueño y vigilia por exposición prolongada a la luz, cuyas consecuencias son fruto de activa investigación por parte de la cronobiología, la psicología y las ciencias biomédicas. Un segundo efecto, agudo, afecta al estado de alerta. Es equivalente a “tomar una taza de café”, puede presentarse en cualquier momento del día y requiere de corta exposición. Causas comunes de disrupción circadiana son: viajes transmeridionales, el trabajo nocturno, la exposición a pantallas, y la ocupación prolongada en ambientes pobremente iluminados.
Frente a este panorama recomendamos revisar nuestros hábitos para incluir en nuestra jornada pausas de luz y de oscuridad saludables. El mundo está afuera, y podemos verlo con nuestros propios ojos. Redescubramos la luz natural, millones de años de evolución no pueden estar equivocados.
*Roberto Germán Rodríguez es doctor en Medio Ambiente visual e iluminación eficiente. Investigador Adjunto Instituto de Ambiente Hábitat y Energía (Inahe-CCT-Conicet–CCT-Mendoza).
Producción y edición: Miguel Títiro - mtitiro@losandes.com.ar