Así como hace algunos años surgió el boom de las cervecerías, los aperitivos van ganando terreno de a poco y representan hoy la excusa perfecta para pasar los días de verano.
En Mendoza se emplazaron recientemente dos locales -La Central Vermutería y Soderini Vermutería- que se especializan en los vinos tónicos, picadas y tapeo y que parecen tener cada vez más afluencia, con un público joven que reedita la tradición del vermut y con un concepto diferente y muy particular de atenderlo.
¿Existe alguna costumbre más encantadora que tomar un rico vermut mientras compartimos una charla?
Bajo esa premisa impuesta por nuestros abuelos inmigrantes, que solían reunirse con amigos o en familia para compartir un rato ameno bebiendo y “picando algo”, dos grupos de empresarios jóvenes emplazaron sendos negocios que impactaron mucho mejor de lo esperado.
“Tomar vermut no sólo consiste en beber, sino que cumple una función social y de ocio en la que el disfrute de la compañía y la conversación son centrales”, resume Gerónimo Morales, nieto de un amante del vermut y que supo avizorar el negocio que podía encarar en Mendoza. Precisamente en el corazón de la ciudad e ícono de los bares: Arístides Villanueva y Rodríguez.
Su abuelo Ángel era “fanático” en las décadas del ’40, ’50 y ’60, cuenta. Más tarde, cuando “Gero” era chico, le enseñó a tomar vermut lejos de imaginar este auge y a años luz de este lugar que se caracteriza por su elegancia y una completísima carta que lleva a recorrer la historia de esta bebida.
“Empezamos a observar que el mercado se hacía fuerte en España y luego en Francia. Luego en Buenos Aires, Córdoba y Rosario se abrieron locales y ahí supimos que estaba la oportunidad en Mendoza”, cuenta.
Pero, ojo. Gerónimo advierte que la idea no es “ir a comer” a un lugar, sino disfrutar de un momento agradable, con una arquitectura acorde a la europea del siglo pasado y que los platos se sirvan en consonancia con la bebida adaptada a cada uno.
“Incorporamos detalles que hacen la diferencia”, dice, para señalar que los platos exóticos y de primer nivel, como sushi, pastas, pulpos y filets, con distintos aperitivos y una música de jazz de fondo, logran que el público se enamore del momento.
Sebastián Taha y Gastón Bernabé Genco son dos de los gerenciadores de La Central Vermutería, que al parecer llegó para quedarse. Se emplaza en Mitre 794.
Este grupo de jóvenes con visión observó que las propuestas de este tipo retornaban de a poco con un significado muy parecido al del siglo pasado.
“Y entonces fue el momento de abrir”, apunta Sebastián, para agregar que hoy, posiblemente como resultado del encierro de tantos meses, producto del Covid-19, se advierte un profundo deseo de juntarse, disfrutar, compartir.
“No nos equivocamos. Trabajamos mucho para que el público se quede contento y realmente la pase bien. El vermut es una bebida fácil de consumir, se puede acompañar con soda y es accesible”, enumera, entre los beneficios.
Pero es mucho más que eso: es sinónimo de amigos, familia, encuentro y tradición.
Si bien forman parte de grupos distintos, tomaron como referencia a La Fuerza, un bar situado en Buenos Aires y elegido en 2019 por la Revista Time como uno de los 100 mejores lugares del mundo para visitar.
Los hermanos Sebastián y Miguel Zuccardi, Julián Díaz, Martín Auzmendi y Agustín Camps tuvieron como proyecto original producir un vermut que no se pareciera a ningún otro, pero no sabían que en el camino abrirían un local en la ciudad porteña. Las opciones que allí se ofrecen se elaboran a base de vinos creados por Sebastián con uvas de Mendoza, al igual que el alcohol agregado de origen vínico destilado en la bodega que la familia posee en Maipú.