El amor entre las personas lo construyen las mismas personas que se aman, por supuesto. Pero los lugares que permiten esas relaciones a veces toman tanta relevancia que algunos los quieren homenajear. Eso les pasó a Janina Díaz y a Federico Recabarren, dos mendocinos que se conocieron como estudiantes de la carrera de Corredores Inmobiliarios, en la Universidad Católica de Mendoza.
Después de consolidar su amor y llegar al casamiento, ambos decidieron utilizar el ámbito del claustro universitario para hacer honor a aquello que había tendido un puente entre ellos.
Pero la vida se interpuso, de manera algo trágica, con la internación de un familiar cercano. Eso los hizo cambiar de planes y acabaron cambiando las fotos en la universidad por una visita al hospital.
“Nos conocimos en la Facultad de Corredores Inmobiliarios. No empezamos a salir inmediatamente: yo cursaba el último año y él recursaba algunas materias, en el mismo horario que yo”, cuenta Janina, repasando el inicio de la historia.
La mendocina reconoce: “Durante el cursado no hubo mucha conexión, apenas un ‘hola y chau’ con Federico. Pero cuando yo ya había dejado de cursar, me entero de que él necesitaba unas carpetas para estudiar y me las pidió. Allí ya entablamos una conexión de amistad”.
Esa cuestión, algo casual, parece haber sido la primera chispa de este amor. “Nos empezamos a mandar a diario algunos mensajes y a mí me empezó a interesar él un poco más. Así que me decidí, y le escribí para pedirle las carpetas que le había prestado, con la excusa de que las necesitaba una amiga: era mentira. Era sólo para que viniera a verme”, dice entre risas.
Al parecer, en esa nueva embestida, con los apuntes de la facultad como excusa, la chispa se convirtió en una pequeña llama de amor. “Cuando Federico ovino nos pusimos a charlar y nos caímos bien. Así que a la semana siguiente volví a usar las carpetas para vernos, diciéndole que si las necesitaba se las podía volver a prestar. Vino, tomamos un café y ese día coordinamos para salir a bailar. Fue un 12 de marzo. Nos agradamos y desde esa noche no nos separamos nunca más”, asegura.
Si bien el inicio de la relación había ido por carriles y tiempos más o menos esperados, después la llama encendida se convirtió en verdadera fogata, o eso es lo que parece cuando Janina asegura que “todo fue rapidísimo”.
Y es que “a los tres meses cumplidos de noviazgo él me pidió casamiento y yo le dije que sí. Fue todo muy rápido. A los siete meses de que empezamos a salir nos casamos”.
Allí surgió la idea de usar la universidad para escenario de las fotos de recién casados. Se casaron en octubre de 2016. “Teníamos el plan de sacarnos una foto en la universidad, que era la que de algún modo nos había permitido conocernos. Sin embargo tuvimos complicaciones, porque mi abuela tuvo un ACV en esos días y, al final, lo que hicimos fue casarnos, sacarnos fotos y pasar por el hospital donde estaba, para brindarle nuestra visita como regalo, yo con mi vestido de novia y Federico, con su traje”.
Janina dice, entre risas, que se armó toda una revolución en el hospital con su visita. “Fue una conmoción el hospital, la gente se sorprendió mucho. Y la gente se alegraba por vernos así y se lamentaba por ver a mi abuela, todo a la vez”, cuenta.
Hoy, Janina y Federico siguen juntos desde su boda y llevan ahora, adelante, una inmobiliaria. “La verdad es que trabajar juntos es muy bueno, todo lo hacemos juntos y nos encanta”, concluye.