Héroes anónimos: historias de trabajadores de salud que lucharon contra el coronavirus

Tres mendocinos cuentan su experiencia en el frente de batalla en este año marcado por la Covid-19. Aquí, el testimonio de un terapista, una enfermera y un infectólogo.

Roberto Díaz Cortez (Hospital de Malargüe) dice que siente la derrota ante las vidas que no pudieron salvar.
Roberto Díaz Cortez (Hospital de Malargüe) dice que siente la derrota ante las vidas que no pudieron salvar.

Si algo le enseñó el 2020 al mundo entero es que cuando uno cree que ya pasó todo lo que podía pasar, la vida se aparece de forma imprevista y se encarga de dejar bien en claro no es así. De hecho, a solo cuatro días de que termine este año, nadie podría animarse a aventurar que absolutamente todo lo que tenía el 2020 guardado para la humanidad ya salió a la luz.

Entre los grandes protagonistas de este año de pandemia de coronavirus, sobresalen los trabajadores y las trabajadoras de la salud. Siempre listos en la primera línea de fuego, haciendo guardias y cumpliendo funciones que ni siquiera ellos creyeron alguna vez que cumplirían. Y soportando situaciones que –quizás- jamás imaginaron. Pero que se convirtieron en una angustiante rutina.

En estas tres historias va entonces el reconocimiento y agradecimiento para los miles de trabajadores de la salud que le ponen el hombro a la pandemia. Esos incansables héroes anónimos que llegan a cumplir más de cien horas de trabajo en una semana; y que saben que la pandemia todavía no pasa. “Fue un año completamente distinto a lo uno se imaginó. Muy duro, de aprendizaje y sufrimiento”, resume el terapista Roberto Díaz Cortez (49), jefe de terapia del Hospital de Malargüe.

“Este año hemos transitado una pandemia que hace mucho que no se veía. Me recuerda un poco a la Gripe A, pero no tuvo la agresividad que tiene esta enfermedad. Y ha afectado en todo sentido; a nivel personal y laboral. Yo fui una de las personas que se contagió, y tomaba todos los recaudos. Pero siempre está el mínimo riesgo”, agrega la enfermera Norma Condori (46), quien desde hace 22 años trabaja en el Hospital Notti.

Sin horarios

Si bien las emergencias y las extensas guardias siempre han sido parte de su rutina; este año Roberto Díaz Cortez vivió situaciones inéditas. “Nos fuimos preparando durante la pandemia, sabíamos desde que empezó que era un momento histórico. Creo que dentro de 10 años voy a sentir que fui uno de los protagonistas de la historia más adversa de la humanidad. Me gustaría que mis hijos piensen que di todo”, reflexiona.

Más allá del esfuerzo, Díaz Cortez tiene una visión particular del panorama. “Vamos perdiendo la batalla. Por la incertidumbre, el dolor; esa sensación de haberlo dado todo, y sentir que podríamos haber salvado a alguna persona más. Al papá, la mamá o al hijo de alguien”, resume.

Aunque a él no le tocó vivir de cerca la pérdida de un ser querido, conocía a algunos de quienes no lograron salir adelante. “Uno absorbía el tener que darle apoyo a la familia que no podía ver a su pariente mientras fallecía”, rememora.

Como intensivista, Roberto sabe que el cansancio y el esfuerzo físico no son detalles en los que escatimar. “Dejé de tener una carga horaria fija y llegué a hacer tres o cuatro guardias de 24 horas por semana. A nivel familiar también ha sido un año difícil, pero lo importante es que hay un apoyo permanente de la familia”.

“Uno a veces leía o escuchaba que mucha gente subestimaba la situación, y ahí te dabas cuenta de que la gente no conocía la realidad. Nosotros estábamos cara a cara con el virus, pero la gente no lo dimensionaba. Eso cambió cuando les tocó de cerca y autorizaron a vayan a ver a sus familiares contagiados”, reflexiona.

Para el cierre, Díaz Cortez se queda con un balance sobre cómo se encaró la pandemia. “Estábamos frente a algo que se desconocía, por lo que tomar medidas no era fácil. En la medicina de catástrofe, lo que se trata de hacer es llevar el bien común y con recursos homogéneos. Las autoridades hicieron lo mejor que supieron hacer”, concluye.

“Viví la enfermedad de los dos lados”

Norma Condori lleva casi la mitad de su vida trabajando como enfermera en el Hospital Notti. Y, como ella misma dice, le tocó vivir esta pandemia de los dos lados: como enfermera a cargo de cuidado de pacientes con Covid-19, y también como contagiada.

Norma Condori (de barbijo oscuro) junto a algunas de sus compañeras.
Norma Condori (de barbijo oscuro) junto a algunas de sus compañeras.

“Me contagié en junio, por el lado del ginecólogo que inició uno de los grupos. Él contagió a una compañera del hospital y, más allá de que tomamos todos los recaudos, me contagié en el baño. Tenemos un vestuario reducido y nos bañamos de a una. Pero en un momento, mi compañera se estaba bañando, yo entré a cambiarme y se ve que aspiré una de las partículas. Fue muy poquito tiempo, pero de esa forma contraje el coronavirus”, rememora la trabajadora.

Norma pasó diez días internada y con síntomas leves. “La confirmación me chocó totalmente, porque una veía que afectaba y era fatal en algunas personas. Me invadió la angustia; no sabía si iba a volver a casa y toda mi familia pasó un momento no grato. Pero afortunadamente pude sobrellevarlo, nunca necesité cuidados intensivos y actualmente estoy bien”, cuenta la enfermera.

“Creo que al principio no estábamos preparados. Pero ahora trabajamos con todos los insumos. Después de contagiarme, me di cuenta que teníamos que cuidarnos desde que entrábamos a trabajar. Porque quizás un paciente entraba con otra patología, pero luego se confirmaba el positivo y ya era tarde”, acota la especialista, quien trabaja en el área internación clínica y pediátrica.

“Voy a recordar la pandemia de las dos formas: como quien la vivió en primera persona y como quien la vio. Transitarla me sirvió para ver el otro lado de la persona. Mi compañera tuvo a toda su familia internada, y un familiar falleció. Ella quedó bastante afectada por la enfermedad”, reconstruye. Y también, a modo de balance, se detiene en su profesión. “Es muy noble, muy solidaria. Este año se ha visto reflejado por lo que implica el trabajo que realizamos y que, lamentablemente, no siempre es reconocido como tal”, cierra.

“La pandemia no pasó”

“Fue un año de aprendizaje continuo ante un hecho epidemiológico inédito en el mundo. En lo personal tuve la posibilidad de trabajar activamente en la pandemia de gripe en el año 2009 y en un primer momento muchos pensamos que el comportamiento de este nuevo virus (SARS-Cov-2) tendría un impacto similar, hasta que nos demostró, por múltiples razones, todo lo contrario”, destacó el pediatra infectólogo Héctor Abate, quien además integra el Comité Nacional de Infectología de la Sociedad Argentina de Pediatría.

A modo de ejemplo, el especialista se refirió al rol de los niños; quienes en las gripes suelen ser los principales transmisores de la enfermedad, pero con el Covid-19 no ocurre.

“Inicialmente tuvimos que tomar conciencia del impacto que iba a tener esta pandemia en el área de la Salud Pública y las consecuencias en las economías de los países. Tuvimos un bombardeo continuo de publicaciones científicas, aportando datos acerca de las características del virus, modalidad de transmisión y comportamiento en los distintos grupos etarios. Las Sociedades Científicas trabajamos intensamente en unificar criterios y llevar una información objetiva y con la mayor evidencia científica disponible”, agregó.

Abate se refirió además a los múltiples desafíos que surgieron en el desarrollo de la pandemia (evitar la sobrecarga de los sistemas de salud, dar respuesta a la demanda, dotar de equipamiento; entre otros)

“Creo que hay que destacar, pese a algunos errores, el trabajo importante desarrollado por todo el personal de salud y las autoridades tanto nacionales como provinciales. Si pudiera resumir en lo personal y familiar cómo vivimos esta pandemia, diría que en los primeros meses en una soledad absoluta; aislarse de los afectos (hijos, nietos, amigos) fue muy difícil. Lamento que un número importante de personas (de todas las edades) pensó y sigue pensando solamente en sí mismo de una manera egoísta y muy poco solidaria para con el otro”, reflexionó en voz alta.

El especialista tiene en claro que la pandemia no ha pasado todavía. “Aunque tenemos una luz de esperanza con el arribo de la vacuna, deberemos continuar reforzando las normas de bioseguridad tan simples como la distancia social, uso de tapabocas, lavado de manos, alcohol en gel y en lo posible mantenernos en ambientes aireados. Me gustaría decirle a la población que confíen en las vacunas para Covid-19, que las autoridades regulatorias aprueban con los datos disponibles de seguridad y eficacia. La vacuna es la herramienta más poderosa que tenemos para controlar la enfermedad”, concluyó.

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