Héctor Shalom: “Los comunicadores capaces de ser más humillantes en sus discursos son los que marcan la agenda”

El director del Centro Ana Frank Argentina advirtió sobre discursos de odio instalados que son “profundamente antidemocráticos”. “Los políticos mediocres saben que no tienen otra forma de tener presencia que no sea a través de discursos chicaneros”, opinó.

Héctor Shalom: “Los comunicadores capaces de ser más humillantes en sus discursos son los que marcan la agenda”
Héctor Shalom director del Centro Ana Frank Argentina para America Latina. Foto: gentileza

El Centro Ana Frank Argentina ha advertido sobre nuevos formatos de discursos de odio que proliferan en redes sociales y medios de comunicación.

Desde la entidad se refieren al “uso de los medios de comunicación y las redes sociales como eventuales vehículos de una oleada inquietante de discursos de odio que promueven la intolerancia, estigmatizan y deshumanizan a minorías étnicas, religiosas, migrantes, refugiados, a las mujeres, grupos políticos, colectivo LGBTIQ+ y aquellos grupos que pudieran ser percibidos como diferentes por distintos motivos”.

Para poner el tema en agenda y generar respuestas el Centro Ana Frank ha creado un proyecto: “Los desafíos de la comunicación frente a los discursos de odio. Distorsión del holocausto, otros genocidios y la memoria reciente. Recomendaciones y estrategias para contrarrestarlos”, en el que busca involucrar a personal de medios de comunicación y redes sociales, de la Justicia, de la educación y de las fuerzas de seguridad.

Se entiende como discurso de odio a argumentaciones pronunciadas en la esfera pública que procuren promover, incitar o legitimar la discriminación, la deshumanización y/o la violencia hacia una persona o un grupo de personas en función de la pertenencia de las mismas a un grupo religioso, étnico, nacional, político, racial, de género o cualquier otra identidad social. El último jueves y viernes se realizaron jornadas en San Juan, segunda de cuatro instancias de este tipo que se harán. Héctor Shalom, director del Centro Ana Frank Argentina, dialogó con Los Andes para desmenuzar de qué se trata este fenómeno que preocupa, no sólo en el país sino también a nivel internacional.

-¿Qué es lo que están observando en la sociedad que los impulsa a generar estas acciones?

- La historia indica que podemos afirmar que el discurso de odio construyó el holocausto. Es un detonante necesario para todo genocidio, un discurso que construye un enemigo, una imagen demonizada a la que le atribuye acciones conspirativas, entonces el aniquilamiento tiene soporte social. Con mucha preocupación vemos que para algunos líderes políticos y comunicadores es una forma de construir capital político. Vemos que el desafío es demonizar al enemigo más que construir visión política, pareciera que gana quien mejor demoniza al enemigo.

-¿Es una situación que ven sólo en Argentina?

- El concepto tiene vigencia, lo vemos también en Europa, con la derecha más extrema. Desarrollan los mismos cuerpos conceptuales que desarrolló el nazismo, como la homofobia y el antisemitismo. Esas derechas son negacionistas, no dejan de descalificar lo que consideran un relato histórico inexistente, de los millones de asesinatos en el holocausto.

En algunos casos el discurso de odio tiene una intencionalidad de quien lo emite, en otros casos es más inconsciente, producto de lo que se va instalando como una cultura mediática. Hoy los comunicadores capaces de ser más denigratorios, más humillantes en sus discursos, son los que van marcando agenda.

Es un tema de enorme preocupación de la Alianza Internacional de Recordación del Holocausto (IHRA, por sus siglas en inglés) y Argentina es el único país latinoamericano que lo integra.

-¿Cuáles podrían ser algunos elementos para identificar discursos de odio?

-Es una idea absoluta y cerrada, toma siempre un estereotipo y un prejuicio y convoca a la violencia. De todas maneras, más allá de cuando estas cosas suceden entre ciudadanos, la mayor preocupación está en cuando esto sucede entre quienes tienen incidencia en la opinión pública, entonces esto lleva a una cuestión: si los discursos deben estar protegidos por la libertad de expresión y se diferencian de la incitación a la violencia. Cuando el discurso está convocando a la violencia, a ir contra ese colectivo, contra ese grupo, contra esas personas, para nosotros se enmarca en la incitación a la violencia y no en la libertad.

-¿Hay un terreno fértil para esta violencia?

-Hay que ver cuál es el fertilizante: la crisis social, la desesperanza es el terreno fértil para establecer cuáles son los culpables de que esto esté sucediendo. El caldo de cultivo es el malestar que también es construido, es alimentado. Un discurso orientado a desesperanzar es un discurso de odio, cuando el discurso es que está todo podrido, no hay solución, no hay futuro, esto construye la idea de que no hay nada que perder, sobre todo en los adolescentes. Y cuando no hay nada que perder uno está abierto a perder la vida. Aparecen soluciones mágicas y es ahí donde los extremismos se asientan.

-¿Se trata de discursos nuevos?

- Se replica la metodología, se replica el cuerpo conceptual de Goebbels. En muchos casos los enemigos suelen ser los mismos y en otros no. Son los adversarios políticos, los judíos, el Islam -la cultura islamofóbica en Europa es tremenda-, los extranjeros, los pobres. Vemos en cualquier ámbito que se estimula la fractura y quienes vienen con otro discurso de construir consensos son menos atractivos mediáticamente y logran menos espacio para su discurso. Los políticos más mediocres saben que no tienen otra forma de tener presencia que no sea a través de discursos chicaneros y eso nos preocupa porque la historia nos enseñó dónde terminan esos discursos y porque sabemos que terminan siendo profundamente antidemocráticos.

Hay raíces comunes, el componente de superioridad: los superiores esclavizan, son dueños de hacer con los inferiores lo que quieren y esto es un componente de la violencia de género y de los femicidios. El “varón potente” hace con la mujer lo que quiere.

-¿Quiénes son víctimas frecuentes de este tipo de discursos?

-Todo lo que hace a la discriminación LGBTIQ+, por ejemplo, todo proceso discriminatorio instala un discurso descalificador y construye la idea de que esas personas deben ser perseguidas, castigadas, encarceladas. Está en las antípodas del derecho.

La población adolescente está entre los segmentos demonizados de nuestra sociedad. Cuando un pibe comete un asalto se replica cientos de veces en los medios, entonces se ha construido una imagen de que los jóvenes son responsables de la delincuencia en el país pero esto no se expresa en las estadísticas. Se los culpa por no tener facilitadas sus condiciones de accesibilidad al mundo del estudio y el trabajo. Lo que es una dificultad para una población se convierte en una acusación. Trabajamos mucho con adolescentes y es doloroso ver cómo se sienten percibidos por la sociedad y, en ese sentido, es una población vulnerable, frágil.

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