La historia de siempre: una fuerte tormenta en Mendoza y las ya incontables postales de calles convertidas en ríos, zanjones y acequias desbordados, ramas caídas y cientos de casas anegadas. Sin embargo, el temporal del jueves último dejó algunas escenas que parecían salidas de un relato apocalíptico. Una de ellas, la avenida del Libertador (en el Parque San Martín) convertida en un furioso y caudaloso río, con olas que envolvían a los Portones del Parque y que atrapaban en sus fauces a los desafortunados vehículos que circulaban por esa zona.
La tormenta tuvo otros detalles llamativos: en apenas 45 minutos precipitó un tercio de lo que llueve en un año (cayeron 75 mm, mientras que el promedio anual es de 224 mm) y también incluyó granizo, ráfagas de viento y arrastre de sedimentos. Además, y como ya es un triste clásico de estos temporales, la zona del piedemonte fue una de las más perjudicadas. Pero no sólo los habitantes de este sector fueron quienes se llevaron el peor saldo - un adolescente de 14 años falleció al caer al zanjón Maure-, sino que es justamente el desmedido crecimiento demográfico hacia esa zona lo que potencia y magnifica las indeseadas consecuencias.
“En todo el piedemonte viven de manera irregular aproximadamente 10.000 familias”, destacó el secretario de Ambiente y Ordenamiento Territorial, Humberto Mingorance. Precisamente, en la Legislatura hay un proyecto de ley basado en el estudio de vulnerabilidad y riesgo con la intención de definir dónde se puede construir y dónde no, así como también qué condiciones tener en cuenta a la hora de hacerlo.
“Una de las condiciones tiene que ver con no modificar el terreno o lo que tiene que ver con las cuencas aluvionales. Hemos destinado fondos del BID para hacer estudios del piedemonte, para que la zona siga actuando como una esponja”, destacó el funcionario.
Esas 10.000 familias están distribuidas en los cuatro departamentos por los que se extiende el piedemonte: Las Heras, Ciudad, Godoy Cruz y Luján de Cuyo. Incluye desde vecinos de barrios populares o humildes asentamientos hasta lujosos barrios privados o emprendimientos bien ordenados. “Los asentamientos informales de bajos recursos no son justamente los que comprenden a la mayoría”, destacó Mingorance.
Una decisión que llegó tarde
Durante los últimos años, la Ley Provincial de Ordenamiento Territorial y los planes municipales referidos a esta temática han hecho un especial foco en el piedemonte. De hecho, está vigente por decreto provincial una prohibición para construir en esa zona. En ese sentido, todos los departamentos han zonificado -o están en vías de hacerlo- ese sector para determinar las zonas intangibles y aquellas donde se permitiría una “construcción sustentable”.
En episodios como el del jueves pasado, quedan en evidencia las graves consecuencias que trae -y seguirá trayendo- el crecimiento desmedido hacia el oeste del Gran Mendoza. “En momentos como éste se conjugan varias cosas con un solo efecto. Lo primero que necesitamos es tomar conciencia de que vivimos en una región donde estos fenómenos son normales y con el cambio climático y la desertificación se agudizan. También queda demostrado que no estamos preparados para enfrentar la magnitud de estas tormentas y sus consecuencias, sobre todo con lo que es el escurrimiento”, resaltó la directora del CCT Mendoza, Elena Abraham.
“Estas tormentas se gestan en el piedemonte y, al haberse impermeabilizado y urbanizado sin control, el agua se escurre derecho. La prohibición de construcción en el piedemonte llega un poco tarde, sobre todo si tenemos en cuenta que tenemos construidos 20 edificios allí. Sabemos que eso tiene consecuencias”, indicó Abraham.
La directora del CCT destacó además que el Gran Mendoza tiene un serio problema de hidrología urbana y que se necesitan mejores drenajes. “No estamos aprovechando el agua, con lo preciada que es en esta zona. La cantidad de agua desperdiciada ayer (por el jueves) es algo patético. Porque en vez de colectarla y aprovecharla, hace daño”, resaltó.
Por esto mismo, para la especialista es fundamental avanzar por dos caminos. Por un lado, con la panificación del ordenamiento territorial en detalle. Pero, además, con el objetivo de que no se escurra ni una sola gota de agua.
Los planes municipales
En Capital, las consecuencias más crudas se vivieron en La Favorita y zonas aledañas. El principal riesgo se observa en las zonas más retiradas hacia el oeste -en las inmediaciones de la reserva Divisadero Largo-, donde se han instalado en los últimos años algunas viviendas y asentamientos en zona de riesgo aluvional (se ha identificado a unas 260 familias a las que se debería relocalizar).
“Cada vez hay más precipitaciones de mayor intensidad y todo está relacionado con el cambio climático. Con la quinta etapa de urbanización vamos a lograr que casi la totalidad de los barrios de La Favorita cuenten con servicios básicos. Pero hay algunos asentamientos que no alcanzan a conformar un barrio y estamos planteando la relocalización. Es muy importante poder reubicar la playa San Agustín para aprovechar ese espacio”, destacó el intendente, Ulpiano Suárez.
Las zonas de mayor riesgo son los cauces aluvionales del dique Frías (compartido con Godoy Cruz) y de Papagayos. En conjunto con la Universidad Maza, la comuna está trabajando en la micro zonificación de ese sector capitalino, con vistas a lograr su preservación.
En Godoy Cruz, aunque las intervenciones y daños no fueron demasiados durante el último temporal, hubo una víctima fatal. Un joven de 14 años cayó al canal Maure y falleció tras ser arrastrado por la correntada.
También en esta comuna trabajan de forma detallada en el ordenamiento territorial del piedemonte. “Hemos presentado nuestro plan de acción climática y se ha incluido un mapa de riesgo y vulnerabilidad. En ese grupo, hay familias asentadas cerca de los canales aluvionales, en zonas donde no hay servicios ni cloacas y sobresale un alto riesgo de inundabilidad. Hay un peligro hidrológico alto, por lo que estamos trabajando para que no se asienten más comunidades”, detalló el director de Planificación Urbana, Matías Dalla Torre.
En este departamento el piedemonte se dividió en dos zonas. La primera, de urbanización sustentable, se ubica entre la calle Perón y la cota 1.150. Aquí, las obras deben adaptarse al terreno y sus curvas, y no se puede aplanar ni construir sobre cauces aluvionales. De la misma manera, no se pueden modificar las pendientes existentes y se deben generar reservorios de agua, defensas aluvionales y tratamiento de efluentes.
En tanto, desde la cota 1.150 hasta la 1.500 se considera una zona especial de conservación natural municipal (intangible). Aquí sólo se pueden hacer actividades científicas, de educación ambiental y senderismo acotado.