Un emocionante hallazgo para la comunidad científica tuvo lugar en la Patagonia Argentina. Según informó ayer el CONICET, investigadores descubrieron los restos casi completos de una desconocida especie del dinosaurio saurópodo titanosaurio, que vivió hace millones de años durante el período Cretácico Superior. El descubrimiento ocurrió de “manera fortuita” durante una investigación que se llevaba a cabo en 2014 en una región del noroeste de Neuquén,
Inawentu oslatus es el nombre que recibió la especie descubierta recientemente que habitó hace 86 millones de años en el supercontinente Gondwana, zona que ahora se conoce como La Invernada, ubicada en Rincón de los Sauces, provincia de Neuquén. La anatomía de este ejemplar presenta rasgos muy similares a los saurópodos rebaquisáuridos, con la diferencia de que estos últimos se extinguieron durante el período Turoniano.
Con este antecedente surge el nombre de Inawentu, ya que esa palabra en mapuche significa “imitador”. “Los rebaquisáuridos tenían la función de alimentarse de la vegetación baja un par de millones de años antes, pero habían desaparecido y no teníamos evidencia de quiénes, en esta zona, eran los que ocupaban ese lugar”, explicó el investigador del CONICET en el Instituto Patagónico de Geologia y Paleontología (IPGP) de Puerto Madryn, Ariel Méndez.
Y agregó: “Hoy sabemos que estaba este tipo de titanosaurios, con estas características que ocupaban ese rol ecológico, y que compartían el espacio y el tiempo con otros tipos de saurópodos titanosaurios, que tenían otras características y que, posiblemente, se encargaran de alimentarse de la vegetación de altura”.
La investigación que llevó a un fortuito y sorpresivo descubrimiento
En 2014, científicos del CONICET se encontraban en La Invernada trabajando en el desentierro de los restos fósiles de un abelisáurido. Realizando las tareas, notaron a pocos metros un hueso que no pertenecía a la especie sobre la que trabajaban. Entonces, comenzaron a laborar sobre esta nueva y desconocida pieza.
De esta forma, según relató Leonardo Filippi, investigador que forma parte de ese organismo científico en el Museo Municipal Argentino Urquiza, encontraron el cráneo de este titanosaurio y, para su sorpresa, se encontraba unido a la totalidad de su cuello.
“Es un hallazgo increíble porque no solamente estaba el cráneo, sino que éste estaba articulado al cuello completo, a todas las vértebras dorsales y el sacro con los iliones. Lo único que le falta son las extremidades, algunos huesos de la pelvis y la cola. El resto está todo entero, incluso tenía algunas costillas dorsales articuladas”, relató Filippi, quien también es el autor principal del artículo sobre el descubrimiento publicado en la revista Cretaceous Research.
Sobre el cráneo del Inawentu, el investigador destacó que “tenía características particulares, fundamentalmente en su mandíbula” correspondientes a sus hábitos herbívoros de alimentación.
“Podemos decir que el maxilar es bastante ancho transversalmente, y el dentario es cuadrangular en su parte anterior, algo que le confería un hocico notablemente ancho. Esa es una característica registrada en otros titanosaurios, aunque en especímenes muy fragmentarios, pero principalmente en un grupo de saurópodos mucho más antiguo, los rebaquisáurios. Esta característica estaba vinculada con sus hábitos alimenticios, ya que eran animales que comían vegetación que estaba más bien al ras del suelo, en lugar de la parte alta de los árboles”, se expayó.
“En el caso de este animal, el cráneo es totalmente alargado y ha habido muchas modificaciones en los huesos que han permitido ese alargamiento. Se encuentra en un solo plano horizontal, por lo que no presenta el cambio de ángulo que se observa en otros titanosaurios conocidos como Sarmientosaurus o Tapuiasaurus. Y otra cosa, que es lo más distintivo, es su mandíbula cuadrangular, ancha y su hocico ancho y espatulado”, completó sobre sus características.
Los resultados del descubrimiento
El impacto de este descubrimiento para el mundo de la ciencia es que permitirá “entender un poco cómo eran aquellos ecosistemas”, destacó Méndez, el investigador del IPGP.
“Empezamos con los saurópodos que comían la vegetación más alta, luego los dinosaurios carnívoros que posiblemente predaran sobre ellos” y “encontramos otros tipos de dinosaurios herbívoros bípedos más pequeños, corredores, que son los ornitópodos, también tortugas y cocodrilos, todo en una misma zona”, siguió.
“A eso le sumamos que estamos haciendo análisis palinológicos para tratar de entender también cómo estaba compuesta la vegetación en ese momento, en ese lugar. Los estudios geológicos nos dicen que era una zona de ríos y meandros y eso nos permite ir armando de a poco todo este rompecabezas. En definitiva, lo que queremos saber es cómo estaban formados esos ecosistemas del pasado, quiénes eran los actores y qué rol cumplía cada uno”, concluyó.
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