“Habíamos estado tomando sol, tranquilos, y ya cuando estaba atardeciendo, nos pusimos a jugar con una pelota de vóley, a hacer piruetas. En un momento, un amigo nos propone que nos saquemos fotos saltando en el mar, tirándonos al agua y con la idea de que la foto nos tomara a los dos en el aire. Lo intentamos varias veces, pero no salía. Entonces, para la última foto, decidí tirarme de forma más horizontal, para quedar lo más en paralelo posible con el agua. En el lugar donde estábamos saltando había unos 60 centímetros de profundidad, pero como yo me tiré más horizontal, caí un poco más lejos que mi amigo. Y justo caí donde había un montículo de arena. Recuerdo que me golpeé en la cabeza, pero no fue un golpe fuerte”.
Minuto a minuto, detalle por detalle, el ingeniero en Sistemas mendocino Damián Blangetti (37) recuerda los instantes previos al accidente que le cambió la vida el martes 24 de abril de 2012.
La caída y el golpe le produjeron una severa lesión en las vértebras (en las cervicales 5 y 6) y Dami –quien había cumplido 27 años en enero de ese año- quedó cuadripléjico luego de esos fatídicos segundos en la playa del hotel de Cancún (México) en donde estaba de vacaciones junto a sus amigos.
Pero también este inolvidable episodio, del que se cumplieron 10 años el domingo pasado y en el que Damián prácticamente volvió a nacer, también pasó a la historia porque se convirtió en una de las campañas solidarias que más gente movilizó en Mendoza, en Argentina y en México (en especial con argentinos que vivían en el país de América del norte) y que fue clave para que el joven y su familia pudieran costear el tratamiento, las operaciones en aquel país y los traslados de emergencia.
“Apenas golpeé sentí un hormigueo en todo el cuerpo, como ese que uno siente cuando se golpea en el codo. Había quedado boca abajo en el agua y no podía salir ni moverme. Lo primero que pensé fue: ‘Uh, habiendo tantas formas de morirse, me vengo a morir así, ahogado’. Entonces sentí que me tocaban el hombro y era uno de mis amigos que venía a ver cómo estaba. Le dije: ‘Sacame que no me puedo mover’. ¡Él pensó que yo me había quedado así porque estaba buscando el reloj que se me había caído!”, sigue con la reconstrucción Damián, quien en ningún momento de aquel martes perdió el sentido del humor, más allá de que las 20 personas que estaban en ese momento en la playa del all inclusive donde se hospedaban él y sus amigos se había formado en círculo a su alrededor.
“Cuando llegó la ambulancia y me subieron –porque no podía moverme- les dije a mis amigos que me sacaran una foto, porque no tenía ninguna foto en una ambulancia. Mis amigos estaban preocupados, pero yo estaba tranquilo porque ya me habían sacado del agua y supe que no iba a morir ahogado. Desde ese momento me di cuenta que no le temo ni un poquito a la muerte”, reflexiona 10 años y dos días después del episodio que le cambió la vida.
Desde entonces, y luego de ser operado cuatro veces por las lesiones que le produjo el golpe, Damián inició un proceso de lenta y trabajada recuperación –la misma que mantiene hasta hoy-. No le alcanzan las horas, los días ni las palabras para agradecer a su familia, a sus amigos, a quienes se movieron en aquel momento para que la familia pueda costear todos los gastos que generó el episodio (en dólares). Pero, principalmente, a su compañera de vida y actual esposa, Gisel Ruchaj (35), con quien se reencontró después del accidente y de quien jamás volvió a separarse.
“Ya la conocía a ella y sabía que sentía amor. Pero nunca imaginé que iba a encontrar a una persona tan incondicional a mí. Ella hace todo por mí, desde cocinarme a acompañarme a ver a San Lorenzo a San Juan o a San Luis. Encontré en Gise algo que no pensaba que existía y tengo la suerte de tenerla a mí lado. Ella tiene que vivir dos vidas, la suya y la mía, y eso es algo que no todos notan. Si uno a veces con su vida ya se queja de estar cansado, imaginate ella con dos vidas. Tiene que hacer el doble de todo, desde bañarme hasta cocinar y limpiar”, reflexiona el mendocino.
Volver a nacer
Dami es fanático del fútbol y, en especial, del Club Atlético San Lorenzo de Almagro. Hasta antes del accidente que le cambiaría la vida para siempre, jugaba al fútbol todos los días. “Llegué a jugar 7 partidos por semana, ¡me encanta el fútbol y los deportes en general!”, cuenta Blangetti, quien tiene un tatuaje que representa todos los deportes que jugó alguna vez y que está coronado por el festejo de un gol de Lionel Messi con la camiseta argentina, en Mendoza y partido que pudo ir a ver en 2016. Y para el que Gise le consiguió la entrada.
En marzo de 2012, poco más de un mes antes de la caída en el banco de arena, Damián había cruzado hasta Chile en bicicleta. Practicaba además snowboard y otros deportes. “Me gustaba hacer todo tipo de deportes y pude hacer muchos. Quizás era porque sabía inconscientemente el destino que me esperaba y quise aprovechar, quién sabe”, piensa en voz alta Damián.
A fines de abril de 2012, Damián y su grupo de amigos de siempre decidieron hacer el viaje soñado. Ahorraron para los aéreos y la estadía en un hotel all inclusive en Cancún, en el corazón de la Riviera Maya mexicana. Y allí estaban aquella tarde del 24 de abril en que comenzaron a jugar con la pelota de vóley, a hacer piruetas y a buscar la mejor foto en que se los viera saltando y suspendidos en el aire.
Minutos después del golpe, Damián Blangetti estaba en un hospital semi público de Cancún, aunque ni bien lo revisaron y le brindaron la primera asistencia, supieron que la situación era de máxima complejidad. Lo llevaron a una clínica privada especializada en el tema y le dijeron a Damián que había que operarlo de manera urgente.
“Les dije que me operaran entonces, pero necesitaban que un familiar firmara el consentimiento. Como todavía no llegaba mi papá (llegó recién el 26 de abril), un amigo mío firmó y me operaron. Mientras tanto, los gastos que iban surgiendo los pagaban mis amigos con las tarjetas que habíamos llevado”, rememora Damián.
Dami recuerda los días posteriores a la operación como diapositivas semi colgadas en las que veía las caras de sus amigos o la de su papá, quien ya había llegado a México. Sin embargo, pasó la mayor parte del tiempo dopado y con asistencia de oxígeno. Y fue en ese momento en que entró en juego otro condicionante fundamental: el dinero.
“Mi papá nunca se movió de mi lado, mientras mis amigos se encargaban de todas las gestiones y cosas que había que hacer. Lamentablemente el seguro médico le dijo a mi viejo que cubría los gastos hasta el 27 a las 8, por lo que después de esa hora me iban a tener que llevar a otro lado. Y me llevaron a otra clínica más económica. Imaginate que estábamos en una clínica que salía 9.000 pesos argentinos por día en ese momento y a mí todo el viaje me había salido 6.500 pesos, con aéreos, estadía en all inclusive y todo”, ejemplifica.
En esta nueva clínica –de menor nivel y sofisticación que la anterior- Damián Blangetti estuvo en coma inducido durante tres días. Así las cosas, los amigos del joven mendocino comenzaron a averiguar para contratar un avión sanitario que lo trajera a Argentina. Y allí consiguieron una alternativa: un vuelo de Cancún a la Ciudad de México y de allí a Argentina por 17.000 dólares. Al llevar respirador, Damián no pudo viajar a la Ciudad de México en ese avión, pero sí en una avioneta que se consiguió.
Todos por Damián, en Argentina y en México
Cuando llegó a la capital mexicana, Damián Blangetti fue derivado a un nuevo hospital. Estaba desnutrido, casi deshidratado ya que por la intubación prácticamente no podía alimentarse. En este centro asistencial fue operado por segunda vez.
“Cuando me revisaron, descubrieron que en el momento en que sacaron un hueso de la cadera y lo pusieron en donde estaba la fractura en la columna vertebral, había quedado una astilla tocando la médula. Tenían que sacarla y ponerme una placa de titanio, directamente”, rememora Dami. Y aclara que muchas de esas cosas las supo después, cuando se lo contaron en los meses siguientes, ya que en ese momento estaba intubado.
Los gastos seguían creciendo, la nueva operación demandaría otro pago considerable (y en dólares) y la familia y los amigos de Damián Blangetti estaban haciendo lo que podían –y más- para hacerles frente. Pero el margen era cada vez menor. Y así fue como se inició la campaña solidaria que encontró en Facebook –la red social más importante de aquel momento- un canal de difusión con un alcance inesperado.
En Mendoza, en Argentina y hasta en México la gente se organizó para ayudar a la familia de Damián en lo que hiciera falta. “No sé ni cuándo empezó la campaña. Solamente estaba mi viejo conmigo y me contaba lo que se estaba juntando, lo que estaban haciendo. A mí se me caían las lágrimas de saberlo, le pedía a mi papá que me contara todo. Había que juntar la plata, porque no era un hospital público. Y necesitaba 20.000 dólares para la operación, más la internación. Nosotros ya habíamos gastado todo lo que teníamos en el traslado al hospital de la Ciudad de México”, recapitula el renacido.
Para ese entonces, Damián estaba estudiando en la UTN y le restaban dos materias para recibirse de Ingeniero en sistemas. Y fue esta casa de estudios quien puso el dinero que restaba para que su alumno pudiera ser operado. “Cuando tuvimos la plata, con mi papá le dijimos al médico que me opere. Él nos dijo que, del 1 al 5 en la escala de riesgo de muerte, yo estaba en 4,5 si me operaban en ese momento. Pero le dije que no me importaba, que quería operarme. Y mi papá firmó el consentimiento”, reconstruye.
Una de las cosas que Damián recuerda con mayor claridad del día de su segunda operación fue la calma con la que ingresó al quirófano aquel 5 de mayo de 2012. “Estaba sonando en el hospital una canción de Los Fabulosos Cadillacs y yo entré cantándola. Todos los médicos me miraron sorprendidos, como diciendo: ‘¡Mirá lo pancho que viene este a la operación!’. Me durmieron, me operaron y después mi papá me contó que había salido todo bien. Pero no me sorprendió, yo nunca pensé que fuera a salir mal”, destaca.
La campaña de ayuda a Damián y su familia también llegó a la Ciudad de México, con un grupo de argentinos que estaba viviendo en el lugar y que se organizaron y se pusieron a disposición de la familia para lo que hiciera falta.
Una de ellas fue Laura Piaggio (quien ya falleció) y quien puso a disposición una habitación para que el papá de Damián se quedara a dormir en una zona aledaña al hospital. “Después de eso, en una oportunidad Laura vino a Argentina y pasó por Mendoza a verme. Afortunadamente la pude conocer”, agrega.
El traslado del por entonces joven de 27 años desde la capital mexicana a Argentina era otra urgencia que había que atender. Y costear. La contratación de un avión sanitario rondaba los 86.000 dólares, por lo que los fondos de la colecta pasaron a tener esa contratación como prioridad.
“Cuando se hizo conocido el caso, volvió a aparecer la firma del asistencia al viajero que habíamos contratado y dijeron que se iban a hacer cargo de costear la operación. Eso fue una buena noticia, ya que todo el dinero que se había juntado se iba a destinar al avión. También recuerdo que el avión sanitario de la Nación no estaba disponible, por lo que tuvo que hacerse cargo la Provincia de Mendoza. Fue el gobernador (Francisco) Paco Pérez quien lo gestionó”, hace memoria Damián y repasa entre sus recuerdos y lo que le contaron después.
Damián Blangetti estuvo hasta el 20 de mayo en México. Ese día partió el avión con destino a Argentina. Damián quería seguir la recuperación en Buenos Aires, mientras que su papá insistía con volver a su Mendoza natal. Finalmente, se quedaron en Buenos Aires.
Destino: Argentina y dos operaciones más
Ya en Buenos Aires, Damián fue internado en la clínica Los Arcos. Mientras estaba en México le habían retirado el tubo del respirador y le habían practicado una traqueotomía. Por esto mismo, cuando uno de los médicos mencionó la posibilidad de volver a intubarlo, Damián les aclaró que no hacía falta y contó que ya en México había estado con máscara de oxígeno.
A Los Arcos, el joven ingresó con un cuadro de fiebre y allí se encendió otra alarma: la posibilidad de que hubiera un hongo en la placa que le habían colocado durante la segunda operación. A ello se sumaba que, luego de la intervención, las vértebras habían quedado tocándose entre sí, punta con punta y eso no era una buena señal.
“Allí me operaron de nuevo, para sacarme la placa y reemplazarla por otra. Me hicieron dos operaciones: una en parte delantera del cuerpo y otra en la parte de atrás, en la espalda. Esta última fue para estabilizarme la cervical, sacar la placa, limpiar la zona y poner una nueva (la misma que tengo hasta hoy). Esa fue la cuarta operación y todas las operaciones salieron bien”, cuenta Damián.
La estadía en Los Arcos se extendió durante dos meses, Fanático de San Lorenzo como es, recuerda que estaba allí en un memorable partido en que el equipo azulgrana perdía 2 a 0 y ganó 3 a 2, victoria que fue clave para que el equipo de Boedo zafe del descenso directo y juegue la promoción (que también ganó y le permitió permanecer en primera). “Estaba en la clínica gritando los goles y las enfermeras me venían a ver”, cuenta.
La rehabilitación
En septiembre de 2012, Damián Blangetti regresó a Mendoza y continuó con la recuperación, además de iniciar la rehabilitación, en la Clínica San Andrés. Fueron 6 meses los que Dami transcurrió en el lugar, con kinesiología permanente, hasta que recibió el alta. En abril de 2013, casi un año después del salto en el mar que no terminó de la mejor manera y ya con 28 años cumplidos, Damián Blangetti regresó a su casa.
“En lo último en que pensaba cuando volví a Mendoza era en la facultad. Todavía me quedaban las dos materias, pero cuando fui saliendo de las distintas cosas, empecé a averiguar para terminar. Así fue como pude rendir la primera –lo hizo desde mi casa-, y comencé a averiguar por la segunda. Me ofrecieron una mesa especial en mayo (por ser la última materia), la rendí y a fines de mayo de 2013 me recibí de ingeniero en Sistemas de información.
A modo de anécdota, Dami y Gise recuerdan que, para preparar esas materias, el joven intentó mantener la modalidad con que había preparado todas las otras materias de su carrera: con resúmenes prolijos, resaltadores de colores y demás. “Pero como no podía hacerlos yo, le pedía a Gise que me los hiciera. Y le decía que hiciera una y otra vez los circulitos, que escribiera los números prolijos”, recuerda entre risas. “Si aguanté eso, ¡supe que podía aguantar cualquier cosa!”, acota Gise casi a las carcajadas.
Damián y su día a día, hoy
Todos los días, Damián tiene sesión de kinesiología en su casa (actualmente vive en Godoy Cruz, con su hoy esposa, Gisel). “He visto y tenido algunos progresos en estos 10 años, pero también me han aparecido algunas cosas que me frenaron. Como todavía no tengo sensibilidad de la cintura para abajo, me doy cuenta de que algo me molesta cuando comienzo a sudar en la cabeza. Mi kinesiólogo me explicó que si la sudoración es en la parte izquierda de mi cabeza, es porque me molesta algo del lado derecho de la mitad del cuerpo para abajo. Y viceversa. A veces puede ser hasta el zapato, pero la forma en que se manifiesta es con el sudor”, ejemplifica.
La lesión vertebral entre la cervical 5 y la cervical 6 le generó una cuadriplejia a Damián. Después de las 4 operaciones y de casi 10 años de recuperación y rehabilitación, Damián Blangetti todavía no tiene sensibilidad en los dedos. Pero puede mover sus manos hasta la altura de las muñecas. “El tronco superior lo estoy recuperando, al igual que la parte abdominal y espinal. El bíceps y el tríceps están totalmente recuperados y me puedo levantar de la cama. He empezado con la rehabilitación de la cintura para arriba”, enumera el ingeniero en sistemas, quien sabe que la recuperación es lenta y, muchas veces, invisible para los demás.
También está recuperando la masa muscular con electrodos y maneja los intensos dolores de la recuperación con comprimidos que son derivados de la morfina.
Amor incondicional
Aunque Dami y Gise se conocieron en 2008, en un boliche y comenzaron a verse en ese momento, sus vidas se volvieron a cruzar y se convirtieron en una sola luego del accidente en Cancún. “Después de conocernos, a los poquitos días empezamos a hablar por el viejo MSN de Microsoft. El 10 de octubre de 2008 nos pusimos de novios, pero duramos solo 5 meses de novios, y –aunque seguimos en contacto- nos separamos por 4 años”, recuerda Dami sobre la relación con su gran compañera.
“Imaginate cómo habrá sido que seguimos en contacto que el día en que Dami tuvo el accidente en México, yo estaba con su mamá tomando mate. Ya cuando regresó a Buenos Aires, viajé hasta allá para verlo”, agrega Gise, quien trabaja como asistente en un estudio contable.
La misma Gise fue una de las grandes impulsoras de la campaña solidaria para juntar fondos que ayudaran a Dami a costear su internación y sus primeras operaciones. Cuando su compañero regresó a Mendoza en 2012, también el 10 de octubre (fecha con mucho simbolismo y significado para ellos) la joven fue por primera vez a verlo a la clínica y, desde entonces, no dejó de ir nunca. Por ese entonces, Gise vivía en Maipú y viajaba todos los días hasta la calle Emilio Civit. Pero cuando Damián recibió el alta, y tras conversarlo con los padres del joven, Gise Ruchaj se fue a vivir a la casa de los Blangetti (en calle Perú, de Ciudad).
“En 2015 nos fuimos a vivir juntos al barrio Covimet (Godoy Cruz) y ya el 8 de diciembre de 2018 nos casamos. Empezamos a charlar la idea, fue tomando forma y cuando me desperté de una siesta, me enteré de que Gise ya había cerrado todo lo del casamiento y lo tenía armado”, cuenta Damián, y ríe. Y también ríe Gise.
Actualmente, Damián Blangetti está estudiando inglés para perfeccionarse e intentar conseguir un trabajo para el exterior (en modalidad teletrabajo). “Lo que más me conviene es conseguir algo relacionado a la calidad del software, ya que puedo usar un celular perfectamente (con el dedo gordo). Me gustaría poder conseguir un buen trabajo para que Gise pueda dejar de trabajar tanto, sobre todo teniendo en cuenta que tiene que vivir por ella y –en muchas cosas- por mí también”, reflexiona el ingeniero.
“Es increíble como la vida te cambia de un día para el otro, y te hace valorar todo. La situación que vivimos todos los días es diferente para cualquier persona, pero para nosotros ya es algo normal y hasta hacemos bromas de humor negro. Sabemos que para los demás son complicadas, pero nosotros nos cagamos de risa”, acota Gise, sonriente. casi al final de la charla.
“No veo nada de lo que estoy haciendo como un sacrificio, nunca lo sentí de esa manera. Las cosas me nacen y son así. Desde que nos conocimos, yo siempre le dije a Dami que iba a estar pase lo que pase. Quizás era porque, de alguna manera, algo en mí sabía que iba a pasar algo”, concluye la mujer.