Soledad Ripoll, jefa de hogar de 45 años, es mamá de dos adolescentes y vive en el barrio Alto Mendoza, a pocos metros de la Base Cóndor. El jueves a las 20, los tres estaban en casa esperando un golpe a la puerta, el del papá de la familia, que por su actividad de veterinario suele estar bastante afuera. Cuando llegó el momento del toque, no sonó igual que todos los días. Ni tampoco quien estaba en la entrada al asomar los ojos por la ventana.
“Eran las 8 en punto. Pregunté quién es, no hubo respuesta. Entonces, miré por la ventana, vi una manta roja en el piso y pensé que me habían dejado un animalito”, recordó Soledad, consciente de que con un veterinario en casa, no era la primera ni última vez. Al salir, descubrió que no era un perro en busca de hogar, sino una beba en perfecto estado de salud. Ahí mismo, en uno de los escalones, cubierta con una manta roja. Soledad había pasado a convertirse en su salvadora, apenas un día y medio después del nacimiento de “Lucía”, como la bautizaron momentáneamente. De sus progenitores, nada se sabía -ni se sabe aún-.
Soledad estaba en shock: “La alcé a la beba, miré para todos lados y no había nadie. La debió haber dejado un auto”.
Quienes dejaron a la pequeña habían huido en segundos, totalmente en silencio. Ni un rastro de humo o huella. Para la mujer, la escena de la que era parte parecía extraída de un drama animado de Disney más que de la realidad. Ni siquiera podía contarle a su esposo, aún manejando en camino. Entonces, muy nerviosa y con la beba en brazos, llamó al 911. Mientras el móvil policial completaba los 10 minutos de trayecto, un médico le daba algunas indicaciones de salud.
La mujer recibió entonces la visita de los uniformados identificados como Paula Hormigo, Nataniel Encina y Agustina Chamorro, de la Unidad Especial de Patrullaje Capital (UEP), a quienes les confió la tarea de derivar a la nena para su atención en el hospital Notti. “Estaba dormida. En ningún momento lloró, no estaba alterada”, sumó Soledad a los detalles del hallazgo.
Y aquí lo extraordinario de este tipo de historias, muchas veces con descampados y basurales como escenario. La niña, cuya pelusa en la cabeza delataba sus escasas horas de vida, estaba impecablemente vestida de rosa, con un sweater tejido a mano y una mantita roja muy llamativa. Su gorro, del mismo color intenso y muy significativo -como se aprecia en la foto de los policías-, también cosido manual.
“Tenía los cachetes y las manitos calentitas, estaba en perfecto estado. Con olor a perfume, sus uñas cortadas... Se nota que había tomado recién la leche porque tenía restos en los labios. Estaba muy cuidada. Quien la dejó quería la beba estuviera bien”, reflexionó Soledad.
En paralelo, se le cruzó un deseo suyo improbable, casi de película: “Si me dejan un bebé en la puerta, lo crio”. No era la única, por supuesto. Una de las policías expresó la misma idea y otros vecinos de la manzana 23 que se acercaron, conmovidos por el abandono, tampoco lo dudaron. En la realidad, claro está, los tiempos y los procesos de la Justicia no lo permiten tan fácil.
“Luz”, como formalmente se la llamó luego a la beba, fue atendida e internada en el Notti en el servicio de neonatología. “En buen estado de salud”, dijeron desde el hospital a la prensa en el acotado parte médico. Es que el caso pasó a la órbita de la Justicia de Familia, por lo que no se brindará más información. Ahora resta determinar el futuro de la menor y el estado psicológico y físico de los padres, una vez identificados. Lo mismo si llegara a registrarse una denuncia de algún pariente y si es posible dejarla en custodia.
Soledad evita juzgar a quienes abandonaron a la pequeña “Luz” en su puerta. Su hipótesis es que miraron el barrio, advirtieron la cercanía con la Base Cóndor y esperaron a que la familia estuviera en casa. “Empatizo bastante con la situación, no sé qué los llevó a dejarla donde la dejaron. Pero sé que fue pensando en que la nena estuviera bien, porque quedó muy cuidada”, afirmó.
La mujer dice que hoy todavía se siente “rara” por la adrenalina de lo sucedido. Y que pese a que esta mañana amaneció con un dejo de tristeza por el “puerperio” inesperado, “la gorda está bien”. Declaró en la fiscalía y se comunicó con los médicos del Notti. No podrá adoptar a “Luz”, como ya le explicaron desde el juzgado. Los plazos pueden ser eternos y en el medio está la investigación de la Justicia -y parientes, por ejemplo-, sumado a la larga fila de padres esperando por la resolución de sus trámites.
Por ahora, Soledad espera ir pronto con su familia al hospital de Guaymallén para llevar pañales, ropa y lo que haga falta a la pequeña visitante que arribó a su puerta, a horas de su nacimiento, para asegurarle el inicio de su vida.