Desde el hospital de niños Sor María Ludovica, de La Plata, Romina Di Césare llora desconsolada. Llora sin saber bien por qué. Llora y agradece.
Oriunda de Campo de los Andes, en el departamento Tunuyán, Romina y su hijo Joaquín, de 10 años, van “tachando” los días que quedan en el calendario para el trasplante de médula ósea que le realizarán al niño este mes.
Este guerrero alegre, sonriente y lleno de vida ha venido sorteando momentos difíciles desde bebé: a los 2 años le diagnosticaron un cáncer de vejiga y, tiempo después, sumó una leucemia linfoblástica aguda que lo obligó a internaciones, cirugías y tratamientos de quimioterapia casi en forma permanente.
Fueron años de lucha, incertidumbre y sobresaltos, recuerda Romina, que se trasladó a La Plata con toda su familia hasta el momento de la esperada intervención.
Pero una luz de esperanza apareció en octubre de 2021, seis años después de iniciada la peregrinación en consultorios médicos y hospitales. Fue cuando el Incucai le informó que por fin había aparecido un donante de médula ósea compatible casi en su totalidad con Joaquín.
En realidad, toda la familia se había sometido a esos estudios. Todos deseaban ser donantes, pero ninguno era 100 por ciento compatible. Así, el niño quedó inscripto en un listado oficial y aquel llamado telefónico cambió el clima y las perspectivas en el hogar.
Una luz de esperanza
En agosto, si todo sale como lo esperan, Joaquín recibirá en La Plata células madres sanas y limpias. Células que le brindarán gran calidad de vida. Era la única chance para hacer frente a su enfermedad, les dijeron los médicos, aunque la última palabra la tenía la familia, que aceptó de inmediato.
Lo cierto es que muy poco se sabe de este donante, un héroe solidario y desinteresado. Solamente se supo que es argentino, que goza de muy buena salud y que está feliz de poder ayudar a un niño enfermo.
“Mi deseo es conocerlo. Necesito saber quién es y agradecerle en persona. Le debo la vida de mi hijo y le debo la propia, porque tampoco tengo vida si mi hijo sufre. Lo que hará no tiene precio, es un acto de amor sin límites”, reflexionó Romina, emocionada, en diálogo telefónico con Los Andes.
La sangre de esta persona es exactamente la que Joaquín necesita. Tras la intervención, será sometido a una serie de sesiones de quimioterapia para limpiar completamente las células malignas. Luego, si todo sale como lo previsto, el niño tendrá una vida normal.
“No hemos tomado ninguna decisión sin consultarle a Joaquín. Él también desea terminar con todo esto, quiere recuperarse, llevar una vida normal en su casa lejos de los hospitales, ir a la escuela, ser libre. Por eso dijo que sí y está ansioso esperando el día. Los profesionales no nos han dado garantías pero nosotros nos jugamos enteros a que pronto sanará y todo esto quedará atrás”, resumió la mujer.
Joaquín también quiere conocer a la persona que le regalará, nada menos, que un porvenir. “Los médicos nos informaron que le han dado tres fechas para que el donante pueda elegir y, aparentemente, será en agosto. Hay que respetar su decisión. Quiero conocer a esa persona porque apenas tenemos el dato de que vive en el país. Pero no me alcanza. Quiero decirle un ´gracias’ infinito”, agregó Romina.
Y aprovechó la oportunidad para concientizar sobre la donación de médula, un acto sencillo y no invasivo. “Sólo hay que inscribirse en el Registro Nacional de Donantes Voluntarios de Células Progenitoras Hematopoyéticas (CPH). Es un acto solidario, voluntario y altruista que les da una oportunidad a los pacientes que no tienen donante compatible en su familia”, sostuvo.
Recordó que, cada año, cientos de personas necesitan un donante de médula ósea para recuperar su salud y no cuentan con un donante compatible en su familia, por lo que, como el caso de su hijo, deben recurrir a un donante no emparentado.
Se pueden inscribir como donantes todas las personas de 18 a 40 años que gocen de buena salud, pesen más de 50 kilos y no tengan antecedentes de enfermedades cardíacas, hepáticas o infectocontagiosas.
Alegre y comprador
Joaquín llegó al mundo como el mejor regalo para el Día de la Mujer que su mamá podría haber recibido, el 8 de marzo de 2012.
“Es un pisciano con todas las letras, equilibrado, buena persona, amoroso y compañero de sus hermanos”, contó su mamá, para agregar que si bien concurre a la escuela 1-434 Presidente Yrigoyen de su pueblo, últimamente recibió clases domiciliarias a través de su seño Analía, “la mejor maestra del universo”, dijo Romina.
“Tengo mucho por agradecer y por fin nos invade una gran esperanza. Como todo, este proceso fue largo y, en el medio, nos cruzamos con gente buenísima y solidaria pero también de las otras”, acotó.
Ejemplificó con una vecina de Tunuyán que sólo con un llamado telefónico a La Plata consiguió un lugar para que toda la familia de Joaquín lo acompañara estos meses. Así, el niño está rodeado del resto de su familia: su papá Leonardo, empleado en un vivero de Tunuyán, y sus hermanos Lautaro (8) y Maribel (13).
“Mientras el donante resuelve la fecha, nosotros adelantamos los estudios médicos, que son numerosos y rigurosos”, comentó la mamá.
El impacto del primer diagnóstico fue muy difícil, relató Romina, que es ama de casa. Joaquín pasó varios años con internaciones intermitentes por un cáncer de vejiga y cuando todo parecía haber quedado atrás, incluso a poco del alta médica, debutó con leucemia.
Siempre se trató en el hospital Humberto Notti, que fue como su propio hogar muchísimo tiempo. Sin embargo, ahora, derivado a uno de los sanatorios infantiles más importantes del país, Joaquín transita un camino de esperanza y de bienestar. Como merece.