Ni en sus sueños más remotos, el mendocino de Godoy Cruz, Germán Roncelli, periodista y locutor egresado de la Universidad Juan Agustín Maza, de 29 años, imaginó un futuro en Billund, una localidad de la zona central de Dinamarca famosa por ser la cuna de los bloques Lego. Sí, los famosos “ladrillitos” que desde hace 90 años no pasan de moda y que han contribuido a la creatividad de millones de niños –y no tan niños-- en todo el mundo.
Junto a su esposa Luciana Muñoz, también mendocina, oriunda de Luján de Cuyo y después de cuatro años de haber egresado de la facultad con el título de licenciado en Comunicación, Germán pensó en dar un “salto de fe”, como él mismo lo grafica hoy, y probar suerte en un país del primer mundo.
Con su ciudadanía italiana en mano, se anotó en un máster sobre Diseño de Productos y, así, cambió su profesión por otra muy diferente y acaso más redituable en un país con hábitos y cultura extremadamente diferentes. Un país donde todo funciona, la economía es estable y la inseguridad es una palabra desconocida.
“Una cosa llevó a la otra”, explica, en diálogo con Los Andes, vía whatsapp. “Y aquí estoy, en una empresa ligada a la niñez que si bien nació con los clásicos ladrillos, con los años se fue expandiendo hacia otros rubros, como el de los videojuegos, aunque siempre conservando la magia y la interactividad”, relata desde su oficina situada en el edificio principal de esa ciudad dinamarquesa de no más de 5 mil habitantes.
Germán integra, concretamente, un equipo que trabaja para reemplazar el plástico por materiales sustentables. Se trata de una transición que lleva un cierto proceso y cuya finalidad es contribuir con la ecología, explica.
“El factor extra que implica trabajar con juguetes y fabricar ‘felicidad’ se percibe constantemente en la empresa y en el ánimo del personal, es algo muy lindo que se siente y también se transmite” define. Y si bien los “Lego” se asocian a los niños, en realidad, dice él, se extiende a todas las personas independientemente de la edad.
“Es que la creatividad es infinita. Los ladrillos pueden ensamblarse de mil maneras diferentes y fabricar lo inimaginado, convirtiendo el tiempo en magia. En la empresa hay árboles, muñecos, casas de dos metros ornamentados con colores… esa forma de dar la bienvenida en el hall de acceso o en las oficinas es muy alegre y hermosa”, agrega.
Casualidad o causalidad, Germán nació un 10 de agosto, el mismo día del aniversario de esta firma danesa que crece día a día y que tiene sedes en Estados Unidos, China, República Checa, Hungría, e Inglaterra, por citar solo algunos países.
“Los miles de empleados trabajan con gran entusiasmo y mucho sentido de pertenencia. Sigue siendo una empresa familiar, aunque gigantesca, manejada por los bisnietos de su fundador y siempre con el hincapié de fomentar la parte educativa”, cuenta.
Si bien la población donde viven Germán y Luciana es muy pequeña, resulta ser famosa en el mundo justamente por ser una de las principales sedes de Lego.
“La misma fábrica la posicionó en el mapa y está repleta de edificios de la misma industria, es decir, no solo la fábrica de bloques propiamente dicha sino numerosas dependencias afines”, aclara.
Germán admite que extraña los afectos en Mendoza, familiares y amigos de quienes se despidió hace exactamente un año. Sin embargo, cada vez vislumbra con más convencimiento un porvenir fuera del país. Así, cuenta que en junio visitó sus pagos y pudo comprobar, desde afuera, las notables diferencias con Dinamarca. “Apenas unos días en Argentina bastan para entender por qué está como está. Es una pena, pero ya sentía deseos de volver a Dinamarca, a la tranquilidad, al orden y a mi trabajo que tanto me apasiona, …”, enumera.
Ejemplifica con hechos simples y concretos que suele protagonizar en la vida cotidiana. “Días atrás olvidé los auriculares en la oficina y 48 horas después allí estaban, intactos. Una bicicleta puede pasar días en la calle y nadie se atreve a tocarla”.
También reflexiona sobre las oportunidades fuera del país: “Siempre insisto en que lo mío no fue suerte, sino el deseo profundo de buscar horizontes en un lugar diferente. Creo que muchos ni siquiera lo intentan, pero puedo asegurar que no es imposible”, asegura.
Claro que su empleo actual no apareció de un momento a otro ya que al principio trabajó en una empresa de logística y pagó el derecho de piso. Siempre moviéndose con sacrificio y sin abandonar jamás su maestría, llegó a Lego.
“En Mendoza tenía un buen trabajo en la empresa de energía Edemsa aunque me di cuenta de que mi profesión no era todo lo redituable que yo pretendía para mi vida. Estuve cuatro años, desde 2017 a 2021, hasta que encontré esta gran oportunidad y no la desaproveché”, recuerda.
Hace unos días se celebró el Día del Niño y en referencia a esa fecha ligada a los juguetes, Germán cierra la charla con simpáticos recuerdos de su infancia en la Tierra del Sol y del Buen Vino: “Jugaba mucho a la pelota con mis amigos. Ya más grande, a la Playstation. De todos modos, siempre me gustaron los juegos de mesa y hoy sigo siendo muy competitivo”.
Y entre risas, afirma: “¿Si jugaba a los ladrillos? Tenía una caja de una marca genérica. Nunca tuve Lego y recién ahora, de adulto, pude darme el gusto de jugar con ellos”.