El mendocino Germán Carrizo y su esposa, la cordobesa Carito Lourenço, recibieron esta semana en Valencia el galardón que tanto soñaron: la estrella Michelin por el restaurante que llevan adelante juntos en España, y que se llama Fierro.
Durante la gala, realizada en el Palau de Les Arts Reina Sofía de esa ciudad de la costa mediterránea española, donde recalaron luego de vivir en otras ciudades como Alicante y Menorca, los recuerdos de Mendoza aparecieron inevitables: la escuela Malvinas Argentinas, donde se conocieron; el Club Gourmet Las Negras y, por supuesto, las empanadas de Justina, mamá de Germán y grandísima cocinera. “Ella hace las mejores empanadas del mundo mundial”, define, con una risa detrás que muestra no sólo el orgullo, sino la deuda por saber que de ella viene la “genética de cocinero”.
Las mundialmente prestigiosas “estrellas Michelin” son reconocimientos asignados por la guía del mismo nombre a la “buena mesa”, es decir, a la excelencia en aquellos restaurantes y hoteles que se destacan por su calidad, creatividad y esmero en sus preparaciones.
Sueño concretado
El haber alcanzado un galardón que representa la cima para cualquier cocinero representa para el chef mendocino un viejo anhelo. “Fue nuestro sueño desde que llegamos acá, en 2006, y lo logramos a fuerza de muchísimo sacrificio, horas de trabajo y sobre todo excelencia”, resume Germán, a través de una videollamada con Los Andes, y en un hueco entre tantas entrevistas con los medios de comunicación de España y la Argentina, que lo posicionaron, en los últimos días, en todas las portadas.
Con un marcado acento español, dijo que el premio llegó luego de visitas “secretas” donde suele inspeccionarse todo lo que conlleva un restaurante. “Absolutamente todo”, repite, para aclarar que lo que se evalúa en los restaurantes es no sólo la elaboración de los platos y la presentación de los productos, sino también la atención, la ambientación y mucho, muchísimo más.
“Siento que hemos ingresado a una élite muy hermosa, porque en Valencia apenas 14 restaurantes han logrado este galardón, y de esa cifra solo seis actualmente permanecen abiertos al público”, reflexiona, con una mezcla de orgullo y de emoción.
Una buena base
Nacido en la Cuarta Sección Oeste, en Ciudad de Mendoza, y casado con una cordobesa a la que conoció estudiando Gastronomía, Germán confiesa que corrió “mucha agua debajo del puente” hasta llegar a este momento que la pareja (por ahora sin hijos) disfruta doblemente, por ser colegas y formar una familia.
Ta vez por eso valora su pasado de enseñanzas, como la adquirida a través de Silvana Cavagnaro, dueña del restaurante de Luján de Cuyo Las Negras, donde hizo sus primeras armas y aprendió muchísimo.
“Hoy, a la distancia me da muchísima felicidad observar el crecimiento gastronómico que viene evidenciando Mendoza y la evolución que han tenido grandes amigos del rubro, como Lucas Bustos y Sebastián Weigandt, entre otros”, dijo, para admitir que Brindillas Restaurante es su favorito “por ofrecer una propuesta diferente y jugar a otra cosa”.
El hecho de “jugar en primera” con este premio resultó, sin dudas, producto de la excelencia “en el amplio sentido de la palabra”, según no se cansa de insistir. “No es solamente el plato, sino la atención que ofrecemos en nuestro local de 57 metros cuadrados, y con sólo cuatro mesas”, expone, para agregar que, más allá del clásico de las empanadas Justina –denominadas de ese modo, por supuesto, en honor a su madre– Fierro ofrece un menú con 16 elaboraciones fundado sobre la base de productos locales que son un verdadero lujo.
“Nos ha costado mucho llegar hasta aquí, pero hoy tenemos nuestra clientela fiel que se transformó en una gran familia y a la que podemos decir que le conocemos los gustos”, relató.
Fierro abrió en 2015 con una propuesta diferente en Valencia. Como explica el mendocino, se trata de un local alquilado, muy pequeño, con capacidad para 12 personas debidamente separadas y donde la cocina está situada casi junto al salón. Antes de la pandemia por el Covid-19 funcionaba una sola mesa.
Germán confiesa también algo que no es novedad: los dos años difíciles que pasaron (por los cierres de la pandemia) resultaron una verdadera prueba de fuego para ellos y para todo el rubro.
“Por eso conseguir una estrella Michelin es la recompensa a muchos años de sacrificio y dedicación a la cocina”, señala, para recordar la noche en el Palau de Les Arts Reina Sofía, de esa ciudad de la costa mediterránea española, donde recalaron luego de vivir en Alicante y Menorca. “Fue sencillamente maravillosa. Imposible de poner en palabras la emoción que sentimos”, describió.
Con este premio, Carrizo se ha convertido en el primer chef mendocino en obtener ese galardón, y su esposa, Carito Lourenço, en la primera mujer argentina en conseguir tan alta distinción que otorga la Guía Michelin España y Portugal.
“Puede parecer una frase hecha, pero este premio es un sueño hecho realidad. Soñamos con este momento y no llegó de regalo sino por mérito”, concluye.
