Cuando comenzaba la pandemia de Covid-19 se señalaba con cierto estupor el riesgo que implicaban las residencias para adultos, donde la infección podría causar estragos.
Un año después, tras haber pasado situaciones muy duras, desde adentro consideran que el balance fue menos negativo de lo esperado. Es que desde Europa, que nos permitió tener el diario del lunes, llegaban noticias tremendas, incluso desde Buenos Aires y Ciudad Autónoma, donde el coronavirus llegó primero y llevó a generar estrategias urgentes para evitar lo que se pudiera.
Tras un año de pandemia, 1 de cada 10 residentes y trabajadores tuvo Covid-19 en Mendoza. En las 308 instituciones registradas en la provincia residen o pasan el día 5.000 personas y 3.000 trabajadores, entre ellos se registraron 865 casos (10,81%).
Se activaron 165 protocolos (a veces más de uno en un solo hogar). Además se produjeron 163 fallecimientos en un entorno que con la llegada del coronavirus fue catalogado como zona de alto riesgo. Así, si se saca un promedio, entre los 5.000 residentes la letalidad fue de 3,26, un punto por encima de la media provincial (2,24%).
Se trata de espacios que presentan dos riesgos fundamentales. Principalmente, reúnen a personas que tienen el principal factor de riesgo frente al coronavirus: la edad. A partir de los 60 años se incrementa la posibilidad de desarrollar cuadros graves, de requerir internación e incluso de fallecimiento. A esto hay que sumar que se trata de una franja poblacional con más comorbilidades porque tienen mayor incidencia de patologías que complican el cuadro como hipertensión.
A esto hay que sumar que se trata de sitios donde se comparten entornos y espacios reducidos lo que puede favorecer la transmisión. Buen balance.
La “bonanza” epidemiológica de los últimos meses trajo el alivio de la pausa para prepararse ante el inminente rebrote.
En 2021 solo se detectaron 13 positivos (de 100 hisopados), 1 fallecido en estos lugares y actualmente hay una sola institución con protocolo activado.
Hoy la positividad allí es un tercio del promedio de los primeros meses de la pandemia y pasó de 24% a 7%. Fue de 43% en el pico de casos de octubre (igual que el indicador general de la provincia) mientras que había cerrado el 2020 en torno a 18%.
Allí, ya tienen asignada su vacuna todos los que optaron por recibirla voluntariamente con 4% de abstención y con ello, al menos alejar el fantasma de una enfermedad grave. Sin embargo, quienes han recibido la vacuna no tienen habilitada la posibilidad de salir a pasear o a casa de allegados, como ninguno de los residentes desde que se implementaron las restricciones.
El subsecretario de Salud, Oscar Sagás, explicó que tras el cierre total al inicio de la pandemia desde diciembre se habilitaron las salidas para estudios y visitas médicas por un lapso máximo de 6 horas. Si demoran más deben hacer aislamiento por 14 días. También desde fin de año pueden recibir visitas respetando protocolos, lo que implicó adaptar estos espacios con ventanas y separaciones como plásticos.
Desde la subsecretaría de Salud se implementó la Estrategia Covid, que generó protocolos, seguimiento, acompañamiento, capacitaciones y logró “blanquear” residencias que no estaban habilitadas, un punto a favor que dejó la situación.
Las 308 instituciones registradas incluyen 261 son geriátricos, 28 hogares de salud mental, 10 hogares de discapacidad, 4 centros de día, 3 centros de día de salud mental y 2 hospitales de crónicos. “Hoy tenemos casi 100% de las instituciones habilitadas”, subrayó el funcionario. Si bien al principio se internaba e hisopado a todos los sospechosos de tener la infección, en la fase de mitigación, desde el 30 de setiembre se cambió el procedimiento y pudieron quedarse en los hogares salvo que su cuadro requiriese internación hospitalaria.
Laureano Andrade, presidente de la Asociación Mendocina de Geriátricos, contó que en medio de la incertidumbre y el miedo estas institución pudieron organizarse y así surgió la entidad que preside.
Destacó el rol indispensable que cumplieron los trabajadores que acompañaron y contuvieron, incluso en la época más crítica, con la implementación del sistema de burbujas por el que se quedaban a vivir 15 días allí, sin ver a sus familiares.
”Por la disposición de dejar los casos positivos dentro de las residencias se evitó que el sistema de salud colapsara, entonces de repente nos transformamos en hospitales de infecto-contagiosos”, explicó. Alertó que esto tuvo un costo que afrontaron ellos, sin ayuda de las obras sociales, ya que en un hospital cubren una internación pero no en estas residencias. Esto implicó un gran desgaste financiero y para los trabajadores que además ponen en juego el aspecto emocional porque se genera un vínculo con los residentes.
”Si llega una segunda ola, no sé si estamos en condiciones económicas de afrontar lo mismo”, destacó.
Además desde Estrategia Gerátricos, junto a la dirección de Inmunizaciones, también se realiza la campaña de vacunación a pacientes con hemodiálisis que asisten a 19 centros de diálisis. Sagás detalló que allí se han vacunado 1.564 pacientes, 459 trabajadores y en total 2.023 personas.
”Cuando empezó la pandemia no teníamos conocimiento previo, solo el que venía de Europa, y veíamos que atacaba los lugares más vulnerables y en estos hogares mayor contagiosidad y mortalidad, por eso desde un primer momento nos preocupó el tema y si tengo que hacer un balance, la estrategia funcionó y dio resultado”, remarcó Sagas.
”Si logramos vacunar 100% de residentes y personal de geriátricos se espera que en una segunda ola el impacto sea menor en estos lugares, baje el número de internaciones y defunciones, pero este año vamos a tener que convivir con todas las enfermedades respiratorias del invierno porque hay más movilidad”, consideró.
Mejor escenario que al principio de la pandemia
Fue un 2020 duro para ellos, con el temor a una enfermedad que pondría en riesgo su vida en cualquier momento, las restricciones para salir y recibir visitas de sus familiares, la enfermedad de sus allegados y las cargas asociadas que afectaron su estado anímico.
Durante los primeros meses, ante el alerta ya generado en el mundo sobre estos entornos y la aparición de los primeros y preocupantes casos en Buenos Aires, había inquietud y se apuró la aplicación de protocolos.
”Es como si en un bosque tiramos un fósforo: se incendia todo”, ilustraba en abril el doctor Sergio Corátolo, dueño de la residencia Sinfonía Otoñal, en una nota con Los Andes.
”El que está habilitado es una bomba de tiempo que vemos y el que no lo está es una mina subterránea; en ambos casos puede explotar”, manifestaba el Defensor de la Tercera Edad porteño, Eugenio Semino.