El 13 de marzo de 2019, Gerardo Gómez, fotógrafo mendocino, cumplió uno de sus sueños más importantes. Junto a miembros de la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas, Cancillería, excombatientes, artistas, periodistas y fotógrafos, viajó a las islas en una visita humanitaria de solo 24 horas, para captar la emoción de quienes perdieron a sus seres queridos, siendo parte del homenaje que se hizo en el Cementerio de Darwin.
Hoy, a 40 años del conflicto bélico, que se desató en 1982 entre la Argentina y el Reino Unido por la soberanía de las islas Malvinas, el fotógrafo recuerda la experiencia que marcó un antes y un después en su vida y en su carrera.
- ¿Cómo surgió la posibilidad de viajar a las Islas?
Yo era fotógrafo de gobierno, precisamente del gobernador Cornejo, y una vez vino de visita Geoffrey Cardozo, un coronel británico, uno de los responsables de la construcción y organización del cementerio de Darwin y quien estuvo a cargo de realizar las pruebas de ADN con los soldados desconocidos. Vino junto al veterano de Malvinas Julio Aro, quien también participó de ese trabajo.
Me quedé muy impactado con la historia, yo había hecho varios intentos de ir a Malvinas y nunca había tenido respuesta de Cancillería, es un poco inaccesible. Luego en una reunión con amigos, me hicieron contacto con un familiar de un soldado caído en Malvinas. Hablé con María Fernanda Araujo, hermana de un soldado caído, ella me dijo que Malvinas no era para cualquiera, que había que sentirla y quererla, pero le di una buena imagen, me dijo que no estaba asegurado, pero podía haber un lugar para mí, la prioridad siempre la tienen los familiares.
Finalmente se concretó el viaje, así que salí corriendo a hacerme el pasaporte, viajé a Buenos Aires, ahí había una comitiva de Cancillería, familiares, periodistas, estaba Alejandro Lerner, porque estaba a cargo de la canción “Aquellos otros” para la película “Soldado argentino solo conocido por Dios”, film sobre la guerra de las Malvinas. También había algunos excombatientes. Además, estaba el fotógrafo de presidencia, el fotógrafo de la comisión y yo como invitado.
- ¿Cómo fue la experiencia de pisar tierra en Malvinas?
Cuándo fue la guerra yo era chico, tenía 14 años, pero siempre me llamó mucho la atención, sentía que quería comprometerme con el tema Malvinas.
Cuando llegás a las islas es durísimo, hacía más de un día que venía conociendo familiares, historias, madres que perdieron a sus hijos, hijos que no conocieron a sus padres. Fue extremadamente duro, te das cuentas que las islas son irrecuperables porque hay una base militar gigante.
El cementerio está a unos 30 o 40 minutos del aeropuerto, nos siguieron en el camino con helicópteros, aviones, camionetas, todo. El traslado era del aeropuerto al cementerio y regresar, nada más.
Los soldados ingleses eran muy respetuosos con los familiares de los caídos, de hecho, capté una foto de un soldado llevando a una mamá de un soldado fallecido en sillas de ruedas. Dejaron un tiempo bastante considerable para que los familiares pudieran despedirse de sus seres queridos, se hizo una ofrenda floral, un trompetista, que estuvo en la guerra, pudo tocar a modo de homenaje, en ese momento se nos paralizaba el corazón.
- ¿Qué fue lo que más te impactó?
Es una de las experiencias más angustiantes que he tenido, a nivel profesional, es lo más grande que he realizado. Tenía una especie de felicidad, que no lo es, era durísimo lo que veía.
Tuve una experiencia especial, por una picardía, te llevaban en dos o tres micros, en el primero íbamos los periodistas. Cuando frenan en el cementerio yo corro primero, me quise adelantar para tener una imagen del lugar solo. Y llegué primero, cuando llegué no había nadie, y la sensación era de una frialdad absoluta, era un día hermoso soleado, lo que es casi imposible en Malvinas, pero la imagen del cementerio, que yo la tenía súper estudiada, solo sin ruido, solo el ruido de la brisa, hacía que se te ponga la piel de gallina, durísimo. Esos dos minutos que pude hacer las imágenes limpias fueron espectaculares.
La peor parte fue cuando llegaron los familiares, es muy duro, no se puede explicar. Si bien, en teoría uno está preparado, no había forma de que no cayera una lágrima. De hecho, no podía respirar, sacaba unas fotos y trataba de respirar. Desde lejos, no era mi momento y quería respetar a las familias. Era sacar fotos, alejarse, volver, volver a angustiarse, llorar, y así. Me afectó mucho, pensé que solo me pasaba a mí, pero vi al fotógrafo de presidencia, que ya había ido antes, llorar como un niño.
Fueron aproximadamente entre 4 o 5 horas. Al final Alejandro Lerner cantó el himno argentino, ahí también nos corría un frío por la espalda. La vuelta es muy triste, todo silencio, nadie habla. En el avión, en el regreso, ya todo fue más relajado, las familias de los caídos respiraban de otra manera porque habían podido despedirse de sus seres queridos.
- En lo personal, ¿Qué te dejó la experiencia?
Fue una experiencia en la que no pude parar de llorar, en lo personal me marcó para toda la vida. No soy muy creyente, me regalaron un rosario en el cementerio y se lo regalé a mi hija como si fuera un tesoro. Unas piedras que me traje se las regalé a mi hijo. La causa Malvinas para mi va a ser para toda la vida.
- ¿Cuál era tu visión de chico frente a la guerra de Malvinas?
Cuándo fue la guerra mi papá quería ir, era grande pero igual quería ir, se compraba todos los diarios y revistas, además tenía una radio muy vieja pero enganchaba la BBC de Londres y escuchaba las noticias de Inglaterra. Por eso durante esos meses de guerra en mi casa era de lo único que se hablaba. En mi casa además trabajaba una mujer que tenía a su hijo en la guerra y era todas las semanas esperar una carta de él para saber cómo estaba. Eso fue lo que respiré, aunque no tenía realmente dimensión de lo que era, solo sabía que era algo muy grave.
- ¿Cómo ha sido tu recorrido por la fotografía?
Yo soy reportero gráfico, a los 24 años comencé a trabajar en los medios. Me ha tocado cubrir cosas como el terremoto de Chile, he estado entre los escombros, por ejemplo, y muchas cosas más, pero ninguna nota me llegó tan adentro del alma como Malvinas.
A los 16-17 años empecé con la fotografía, de una manera casual, me gustaba mucho el cine, iba a ver más fotos que la película. En ese entonces no había lugares donde estudiar, así que hice un curso básico, y bueno mi papá era fotógrafo aficionado, tenía laboratorio y yo se lo robé, empecé a hacer mis primeras pruebas. Luego hice con un amigo una revista en blanco y negro, y ya después comencé en diario Los Andes. Hoy, ya de grande, prefiero lo más humano, la adrenalina de las marchas, los accidentes, etcétera, ya los viví.