Si la frecuencia sexual era tema de preocupación en una pareja, la pandemia puede haber convertido el asunto en una cuestión de Estado, dado que no son pocos los especialistas que aseguran que el aislamiento social y el encierro prolongado disminuyen el deseo y la atracción física en la mayoría de las personas. Lejos de la idea inicial de que “estando en casa podemos tener sexo en cualquier momento del día”, las parejas (y mucho más las personas solas) se enfrentan a la dificultad de, teniendo mayor disponibilidad de tiempo, carecer de motivación.
El tema de la frecuencia en sí, preocupa a veces porque ninguna pareja quiere sentir que tiene menos sexo de lo normal. Y acá es cuando se plantea la pregunta: ¿Cuál se considera una frecuencia normal?
En primer lugar no hay parámetros para esto, ya que la frecuencia con la que tenemos relaciones sexuales se basa en nuestros genes, biología, circunstancias de la vida y hasta cultura.
Para el sexólogo mendocino German Morasutti, todo pasa por un acuerdo de la pareja. “No hay una frecuencia estimada de forma natural sino que se ajusta a la necesidad de cada una de las parejas. Esta necesidad es algo que se negocia entre las necesidades de uno y del otro. Muchas veces hay diferencias entre las necesidades porque están en distintos tiempos”.
En este sentido, los especialistas recomiendan concentrarse en la calidad más que en la cantidad, ya que se considera más importante el grado de satisfacción en cada encuentro que la frecuencia del contacto.
Las ganas de tener sexo también dependen de la genética porque hay personas más sexuales que otras, es decir, con una libido más elevada.
Además, no todas las etapas de la vida encuentran a las personas con las mismas ganas, aunque hayan sido sumamente activas en etapas anteriores o lo sean en etapas posteriores.
Es cierto que las personas con una pareja estable tienen relaciones sexuales con más frecuencia que las solteras y que los primeros estadíos de la relación suelen ser mucho más fogozos que con el paso de los años.
En cualquier pareja joven y estable, se nota un descenso en la actividad sexual al final de un embarazo y en los años posteriores al nacimiento de un hijo.
El envejecimiento también disminuye la frecuencia sexual, tanto en hombres como en mujeres. “No hay una frecuencia estipulada como mucho o poco. Tiene que ver con la percepción de la realidad. Las personas que sienten que es poca la frecuencia respecto a su propia necesidad, sienten que el resto de la población tiene más frecuencia que ellos pero es un supuesto”, asegura Morasutti.
Más sexo no siempre es más alegría
No obstante, la percepción acerca de si lo hacen mucho o poco respecto a otras parejas juega un papel determinante. Aquellas que creen tener mayor frecuencia que el resto suelen ser más felices.
Por otro lado, la mayoría de las personas disfrutan del sexo y creen que incide directamente en su estado de ánimo, pero no es del todo cierto. Psicológicamente, los miembros de la pareja tienden a ser más felices si tienen relaciones sexuales con la frecuencia que ambos desean.
En un estudio, realizado por The Conversation (red de medios de comunicación sin fines de lucro que publica noticias escritas por académicos e investigadores) pidieron a un grupo de parejas que duplicaran la frecuencia con la que mantenían relaciones durante 90 días.
Finalizado el plazo, esas parejas reportaron un estado de ánimo significativamente más bajo y una pérdida de interés y disfrute del sexo respecto a las otras parejas que habían seguido haciendo el amor como siempre.
Esto se debe a que la frecuencia se había visto alterada e incrementada por un factor externo, no por una necesidad de la pareja.
Cuando uno quiere más que el otro
Si existe fricción en la pareja porque uno de sus miembros quiere tener relaciones sexuales con mayor frecuencia que el otro, tenemos que hablar de “disritmia sexual” o “discronaxia sexual”.
La presión que genera conlleva una carga emocional muy importante. El que quiere tener sexo más seguido se siente frustrado y rechazado por su compañero o compañera y hasta suele preguntarse por su grado de atracción. Algunas personas llegan a creer que su pareja dejó de sentir amor o que está saliendo con alguien más. Dudan de su capacidad de atracción y dejan caer su autoestima.
Por su parte, el que no tiene el deseo se siente incomprendido y muchas veces duda si su comportamiento es normal. Acrecienta su temor sobre la obligación de tener que “cumplir” sin ganas para que su pareja no se vaya con otra persona.
En cuanto al temor de ser víctimas de infidelidad como consecuencia de la baja frecuencia, -o por el contrario, la sospecha de que la baja frecuencia se debe a que la pareja está siendo infiel- , es un supuesto sin sustento en la realidad, según el sexólogo Morasutti. “Hay algo de lo que estamos haciendo cargo a nuestras parejas, ya que nuestro deseo no es su responsabilidad. Lo que generamos de a dos es excitación, que es la etapa siguiente. El deseo es propio de cada uno y tiene que ver con nuestras propias realidades y nuestras necesidades. Nosotros llegamos con nuestro deseo al encuentro sexual y de ahí se genera un momento de excitación”.
En este sentido el especialista aclara “cuando una persona está en situación de infidelidad, el deseo sexual es mucho más importante porque la persona se siente bien, en estado de enamoramiento, se siente segura, empieza a cuidar su cuerpo y esto genera un aumento de deseo sexual con el que a veces, la pareja ve al otro bien, motivado”.
Por otro lado, muchas veces se utiliza la falta de deseo como excusa o, por el contrario, como reclamo velado para otros temas dentro de la relación: “a veces lo que se habla de sexualidad no se hace sinceramente, tiene otros intereses como mostrar potencia, mostrarse mejor que el resto o visibilizar quejas a nivel de pareja”, expresa el especialista.
Otra falacia frecuente es creer que porque se está en pareja, todas las necesidades de cada uno estarán al mismo nivel y acopladas siempre. “Nos pasan cosas de forma individual aparte de la pareja, entonces es importante poder comunicar, entender y empatizar con las realidades del otro. Nos pasan cosas de forma individual aparte de la pareja, entonces es importante poder comunicar, entender y empatizar con las realidades del otro. Esto de poder sentir eso de que estamos en pareja y podemos respetar sus necesidades y sus momentos determinados”, concluye.