Frente a la mayor demanda en los hospitales, los cascos de oxígeno se han transformado en aliados clave para tratar a pacientes que contraen Covid-19 y sufren complicaciones respiratorias. En el hospital Central ya comenzaron a utilizarse en los internados desde el viernes pasado. Para las autoridades, el balance es positivo tanto en lo que respecta a la evolución del cuadro de salud como en la aceptación.
Después de un trabajo coordinado entre el Ministerio de Salud de la provincia, la Casa de Mendoza en Buenos Aires, el Instituto Malbrán, el Instituto Leloir y la Dirección Nacional de Emergencia Sanitaria, el Gobierno recibió la semana pasada los primeros cascos de oxígeno para tratar a pacientes con Covid-19 y que fueron comprados con fondos provinciales. Se apunta a llegar a unas 500 unidades, tal como anunció el gobernador Rodolfo Suárez.
Unos 20 cascos ya están disponibles para el uso en el hospital Central. Para Lucas Mariani, subdirector asistencial del principal nosocomio del Gran Mendoza, el uso de estas escafandras permite que el paciente con Covid-19 y complicaciones respiratorias evite llegar a la UTI, además de disminuirse el grado de medicación y sus costos posteriores. De allí la importancia de seleccionar al paciente dependiendo de ciertos factores.
“No reemplaza respirador, aleja a los pacientes de terapia intensiva. Genera un efecto de presión positiva, que es el reclutamiento alveolar para lograr la expansión y la apertura de unidades que no estaban ventiladas. De esta manera, existe un mejor intercambio gaseoso y oxigenación”, contó el kinesiólogo.
Mariani destacó que, además de la utilidad para los médicos en la atención, el paciente experimenta una internación amena. “Con el casco puesto, la persona también puede comunicarse con sus familiares a través de una videollamada, cambiar de posición, caminar y hasta alimentarse por sus propios medios”, explicó el especialista.
No obstante, el casco no puede ser aplicado, por ejemplo, a pacientes con más de ocho o diez días de internación. Pesa aquí el criterio de selección, ya que la persona debe estar consciente, con estabilidad hemodinámica y no debe padecer claustrofobia.
Desde la implementación del viernes pasado de este tratamiento, siete pacientes utilizan cascos de oxígeno. “Los médicos están muy contentos y conformes con el avance y también los cascos han sido muy bien recibidos por los pacientes”, consideró Mariani.
El procedimiento agiliza la tarea médica. Es que para pronar -poner boca abajo- a los pacientes con dificultades respiratorias, se requiere un terapista y dos o tres enfermeros. No es un tema menor en un contexto en que los profesionales especializados en atención crítica comienzan a ser insuficientes para atender la demanda creciente ante el incremento de casos de Covid-19.
A medida que llegue el resto de los cascos se irán evaluando las necesidades del sistema para la distribución. Serán destinatarios hospitales públicos, pero también se contemplarán posibles necesidades del sector privado, fundamentalmente apuntando a descomprimir la atención.
Cómo funcionan los cascos de oxígeno
Estos cascos han sido desarrollados por una empresa argentina y en muchos casos permiten reemplazar los respiradores mecánicos, un insumo limitado dado el contexto de pandemia del virus SARS-CoV-2.
Se trata de un sistema de ventilación no invasiva que fue aprobado por Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) en junio.
Las escafandras permiten suministrar aire de forma no invasiva, a presión positiva, permitiendo aliviar el trabajo respiratorio y favoreciendo el reclutamiento alveolar, para que mayores porciones del pulmón afectado puedan funcionar de manera normal. El paciente no requiere sedación, por lo que se mantiene lúcido.