Enamorada de Mendoza y convencida de que esta provincia es una “tierra de oportunidades”, Florencia Dibattista trabaja para acercar las bodegas a los viajeros. Dice que siempre le gustó comunicar y que fue el mundo del vino el primero que le abrió las puertas cuando con su flamante título de licenciada en Relaciones Institucionales buscaba trabajo.
Recién llegada de viaje y antes de poner en marcha su agenda, esta tunuyanina de 30 años se muestra entusiasmada con su presente. “Siento que donde estoy parada hoy es lo que me imaginaba hace ocho años”, cuenta y confiesa que también le gusta mucho su nueva faceta de madre y que le divierte poder compartir su trabajo con la pequeña Carmela de dos años y con su novio Luciano.
Esta “winefluencer” -más conocida como FlorDeBodegas en instagram- es muy agradecida y se siente una privilegiada. “Disfruto mucho de mi trabajo y eso me hace estar feliz diariamente. Trato de disfrutar de la vida, de lo que me tocó vivir; de si puedo viajar o si tengo que estar acá”, señala con la sonrisa que la caracteriza en sus posteos y con una copa de vino entre sus manos, cortesía de Vino Bien para la producción de la entrevista.
Quién es Flor Di Battista
Flor se define como una persona muy alegre, positiva, optimista, trabajadora y emprendedora. Además, le encanta viajar y conocer diferentes culturas. Por eso, cuando vio la oportunidad postuló para la convocatoria de World Life Experience, un proyecto de voluntariado en 20 destinos internacionales.
De los 80 mil postulantes de todo el mundo, once quedaron elegidos. Al principio, Flor no había quedado seleccionada y cuando estaba masticando su desilusión la llamaron para cubrir el lugar del argentino que se había bajado. “Mis papás tenían miedo porque por esos días se decía que era fake news”, rememora Flor que había pagado 9 euros por la postulación y que a cambio recibiría un sueldo mensual además de contar con todo el viaje pago.
Con todas las dudas despejadas, armó las valijas, se despidió de su papá Luis, de su mamá Laura, de sus hermanos Pablo y Juli, de su novio Luciano y se embarcó en esta aventura entre el 8 de enero y el 19 de noviembre de 2018.
Recorrió ciudades de Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, Perú, Colombia, Costa Rica, Portugal, España, los Países Bajos, Alemania, República Checa, Grecia, Tailandia, Camboya, Malasia, Indonesia, Japón, Australia y Sudáfrica. En cada destino, tenía 5 días para comunicar, 2 días libres y 3 para realizar trabajo voluntario.
“¿Alguna vez te preguntaste que estás haciendo para hacerle la vida más fácil y simple a los demás?”, solía plantear Flor y aún se emociona al revivir lo que vivió con esos once amigos del mundo, con quienes se reencontró hace unos días durante su viaje por Europa.
Tal como la segunda hija de los Dibattista se imaginaba al iniciar ese año especial, fue un antes y un después: jugó con niños migrantes en una guardería, escuchó a refugiados de guerra, atendió a personas con capacidades diferentes, visitó un hogar de abuelos, colaboró con niñas madres, salvó tortugas bebés, pintó paredes, arregló ventanas, limpió plazas de juegos, aprendió permacultura, cerámica, a pintar telas...
“Me cambió la vida, la forma de ver el mundo, de entender que todas las personas tienen una historia y no somos nadie para juzgarlos. Sobre todo, a no juzgar”, destaca y apunta que la experiencia también le hizo “entender que hay que adaptarse y que sacar lo mejor de cada situación es el desafío”.
Nuevos horizontes
“Siempre soñé con tener mi propio emprendimiento, pero claro, había algunas líneas que seguir: recibirte, y comenzar a trabajar en una empresa, de 9 a 18. Luego de recibirme, fue muy frustrante, porque la búsqueda del trabajo perfecto se alejaba cada día más! Por ello, comencé a trabajar para el turismo. Allí recibí mucha gente de tantos lugares, que me inspiró a viajar, trabajé y ahorré mucho para irme de viaje. Luego de viajar mucho, llegó la hora de viajar más, ya que fui seleccionada por una empresa de Portugal para viajar por el mundo ayudando a diferentes ongs. Todo tiene un final, viajé por casi un año completo y llegó la hora de volver a casa! Al llegar, otra vez el desafío: buscar trabajo!!”, recuerda Flor en su instagram ya en 2019.
Así fue que de una manera “bastante espontánea” nació FlorDeBodegas, al principio con una amiga, pero luego con la pandemia y su maternidad siguió sola. “Me gusta mucho comunicar. Me gusta mucho el mundo de las bodegas. Me parecía muy canchero y, al mismo tiempo, me parecía que era un lugar al que no todo el mundo pertenecía”, sostiene la instagramer que también había caído en la cuenta de que ella había trabajado tres años en bodegas y sus papás nunca habían ido. “No era solamente una cuestión de precios, sino una cuestión de que los mendocinos creían que no podían acercarse”, reflexiona.
A las bodegas les gustó el concepto y aceptaron la propuesta. Ahora hace esa comunicación de las bodegas y asesora a gente que viene a Mendoza. “La idea es ayudar a que el viaje sea exitoso, a que tenga una buena experiencia”, señala y asegura que “las personas que vienen a Mendoza terminan completamente enamoradas de la provincia por los vinos, los paisajes, por la calidad humana que hay”.
-¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo?
-Primero me dio la posibilidad de conocer muchas personas, con las que el vínculo dejó de ser sólo de trabajo y empezó a ser de amistad... Otra cosa es que tengo la posibilidad de conocer un montón de bodegas que, la verdad, pocas personas pueden acceder a conocerlas... También disfruto que me permite compartir mucho con Carmela. Tengo un mix bastante interesante entre laburo/hija. Poder ser mamá y, al mismo tiempo poder laburar en lo que te gusta es como que no tiene precio…
Privilegiada y agradecida
Flor se entusiasma cuando habla de su trabajo y se emociona cuando habla de sus afectos. Dice que es muy familiera y confiesa que su novio Luciano es quien la contiene porque ella no tiene punto medio. “Cuando todo está muy para abajo, trata de subir de alguna forma. Y cuando está todo para arriba, festejamos juntos”, admite y asegura que está en búsqueda de “tener un equilibrio”.
-¿Sos muy agradecida?
-Pienso en mi vida y hasta me emociono. Tengo unos papás que son lo más; la gordita que es soñada, más de lo que imaginé en la vida; un compañero que me apoya en todo y está a full conmigo. Tengo un trabajo que me gusta. Tengo salud y mi familia también. Creo que estar en esta posición es impagable. Ojalá todo el mundo pudiera sentirse así. Agradezco a la vida no solamente lo que tengo, sino todas las personas con las que me junto. Estoy rodeada de buena gente; sé que si me pasa algo van a estar. Tengo amigos en Europa (los del viaje) y pensé que si acá pasara algo gravísimo, sé que me puedo ir allá y me van a recibir. Tener gente con quien contar es impagable.
-¿Qué le querés transmitir a Carmela?
-Creo que lo principal que le quiero transmitir es que lo más importante en la vida es ser buena persona, que sea empática, que confíe. Creo que al mundo le falta empatía... Después, ojalá que sea viajera, que le guste el vino, que se divierta; pero eso es secundario.
Esta mujer que de chica se ha soñado hasta ser bailarina -porque ha bailado toda la vida, incluso en algunos espectáculos vendimiales- dice que está en lugar donde se imaginaba estar cuando empezó a trabajar en bodegas. “Ahora se vienen otros sueños; otros proyectos. Uno de los sueños sería hacer este tipo de comunicación afuera. Fui a investigar un poco lo que se está haciendo en otros países para poder hacerlo. Soñar es gratis; así es que soñamos a lo loco”, apunta y con la mirada en el futuro dice que “ahora hay visualizarse dónde queremos estar en 10 años más”.