Un estudio hecho en 2010 por el psicólogo Daniel Kahneman y el economista Angus Deaton —quienes ganaron el premio Nobel de Economía— encontró que el bienestar emocional aumenta con los ingresos. Sin embargo, a medida que crecen los ingresos de una persona, su bienestar aumenta a un ritmo cada vez más lento. Y, cuando sus ganancias superan los 75,000 dólares al año, los datos sugieren que el bienestar deja de aumentar por completo, o sea, se estanca.
El estudio buscó determinar si el dinero desempeñaba un papel en dos aspectos de la vida emocional de las personas. En primer lugar, la calidad de la vida cotidiana, la alegría, el estrés, la tristeza, la ira y el afecto que hacen que la vida sea agradable o desagradable. En segundo lugar, la evaluación de la vida, es decir, los pensamientos que las personas tienen respecto a sus vidas. ¿es buena, muy buena o mala?
La conclusión del estudio fue que, si bien los bajos ingresos se asocian tanto con una baja evaluación de la vida como con un bajo bienestar emocional, irónicamente, los altos ingresos compran satisfacción con la vida, pero no la felicidad. Lo interesante es que una investigación de Matthew Killingsworth de la Wharton School de la Universidad de Pensilvania, en Estados Unidos, cuestiona ese hallazgo anterior. Killingsworth tiene un historial de seguimiento de la felicidad, incluso creó una herramienta para ello: Track Your Happiness, una aplicación que investiga qué hace que la vida valga la pena.
La conclusión de la investigación de Killingsworth se publicó a inicios de 2021 en Proceedings of the National Academy of Sciences. Al rastrear la felicidad reportada en relación con los ingresos reportados, el estudio confirmó que tanto la satisfacción con la vida, como el bienestar experimentado aumentaron con los ingresos. No obstante, a diferencia de la investigación de 2010, el bienestar continuó aumentando después de un ingreso anual de $80,000.
Por lo tanto, la conclusión fue que los ingresos más altos todavía pueden tener el potencial de mejorar el bienestar diario de las personas, en lugar de haber alcanzado ya un estancamiento. En resumen, se comprobó el dinero puede seguir comprando felicidad.
Una comprensión más profunda de la felicidad
Más allá de esto, un comunicado de Science Daily indica que el trabajo de Killingsworth brinda una comprensión más profunda del vínculo entre ingresos y felicidad. Las personas con mayores ingresos son más felices, en parte, debido a una mayor sensación de control sobre la vida.
“Cuando tienes más dinero, tienes más opciones sobre cómo vivir tu vida. Es probable que puedas ver esto en la pandemia. Las personas que viven al día y son despedidos necesitan tomar el primer trabajo disponible para mantenerse a flote, incluso si es uno que no les gusta. Las personas con un colchón financiero pueden esperar por el empleo que se adapte mejor a lo que quieren. En las decisiones grandes y pequeñas, tener más dinero le da a la persona más opciones y un mayor sentido de autonomía”, explica Matthew Killingsworth.
No obstante, el investigador recomienda no definir el éxito en términos monetarios: “Aunque el dinero puede ser bueno para la felicidad, descubrí que las personas que equiparaban dinero y éxito eran menos felices que las que no lo hacían. También descubrí que las personas que ganaban más dinero trabajaban más horas y se sentían más presionadas por el tiempo”.
Si bien el estudio muestra que los ingresos sí importan más allá de un umbral que se había establecido y aceptado anteriormente, Killingsworth no desea que la conclusión imponga la idea de que las personas deberían centrarse más en el dinero. De hecho, descubrió que en realidad los ingresos son solo un determinante modesto de la felicidad.
“En todo caso, las personas probablemente exageran el dinero cuando piensan en lo bien que les está yendo en la vida. Sí, es un factor que podría importar de una forma que no nos habíamos dado cuenta antes, pero solo es uno de los muchos que la gente puede controlar”, señala el autor del estudio. Al final, él espera que estos hallazgos favorezcan los intentos de encontrar lo que denomina la “ecuación para la felicidad humana”.