La Navidad está cada vez más cerca y nuevamente vuelve a aparecer la discusión que muchas veces divide la mesa familiar: la elección del pan dulce.
La pregunta que se genera a continuación desata la verdadera grieta navideña, que ha generado más peleas en nochebuena que la elección del plato principal de la cena. ¿Con o sin frutas abrillantadas?
Tradicionalmente, el típico postre navideño nació con frutas (tanto abrillantadas como secas) en su interior. Con el paso del tiempo, su elaboración se fue aggiornando en busca de mayores consumidores y a pedido de aquellos que no toleran el hecho de morder algún ingrediente que altere la esponjosidad de la masa. Sin embargo, en la mayoría de las oportunidades el pan dulce tradicionalmente viene repleto de frutas en su interior.
Sea como sea, sigue siendo un símbolo que se transmite a cada bocado: compartir el pan. Y todos sabemos que no hay Navidad sin pan dulce y no hay pan dulce sin Navidad.
Historia del pan dulce o panettone
Se cuenta que el nacimiento del panettone fue en Milán durante la época del duque Ludovico Sforza, llamado El Moro. El duque, en compañía de Leonardo da Vinci, comió el dulce pan en una boda en la que el padre de la novia, Toni, era dueño de una panadería. De ahí en más, el “pan de Toni” (la contracción derivaría en panettone) se expandió por el resto de Italia y Europa.
Otra versión de la misma leyenda sostiene que el Mecenas (todos los poderosos del Renacimiento eran Mecenas de artistas) quiso organizar un importante festejo para las fiestas de 1495, mandando a preparar las más sutiles delicias y al cocinero se le quemó el pan de Navidad. Cuando la desesperación lo invadía advirtió que un aprendiz de su cocina llamado Toni, estaba comiendo un pan que había elaborado a escondidas y al que le había agregado frutas. Como último recurso, el cocinero arrebató el pan a Toni y lo presentó en la mesa del duque quienes adoptaron para siempre “Il pane di Toni” o sea “Il panetón”.
Otra leyenda, dice que el primer registro del panettone como dulce navideño tradicional milanés, figura en un artículo del escritor Pietro Verri, en el Siglo XVIII, que lo llama pane di tono (pan grande). Mas tarde, su industrialización hizo que su consumo se hiciera tradicional en Italia, para extenderse luego a nivel mundial. De aquel primer pan se han derivado numerosas variaciones y se puede encontrar con pasas de uva, almendras, nueces, avellanas y frutas confitadas. Claro que hay para todos los gustos y cada cultura tiene su propia versión.
Los argentinos, herederos de tradiciones españolas e italianas, tenemos un pan dulce alto, cilíndrico, esponjoso y lleno de frutas que desciende directamente del panettone de Milán, del genovés y del madrileño.