Fernanda Bonesso: “Siempre me apasionó la relación entre la Economía y las personas”

Siguió su pálpito, se convirtió en emprendedora e ideó una plataforma para que los productores puedan conectarse con comercios y consumidores. Con AgroJusto busca generar acciones de impacto que puedan mejorar el campo.

Fernanda Bonesso: “Siempre me apasionó la relación entre la Economía y las personas”
Fernanda Bonesso cocreadora de Agrojusto, una plataforma de venta de alimentos online. Foto: Mariana Villa / Los Andes

Se recibió de licenciada en Economía y después siguió sumergida en el estudio. Entre especializaciones y maestrías, Fernanda Bonesso buscaba una respuesta a su inquietud. “Siempre me apasionó la relación entre la Economía, la del mercado y los números, y las personas”, dice al repasar su vida profesional esta mujer de 36 años, convencida de que el campo excluye a los jóvenes y que “el descuido o abandono de la comunidad rural” excede a un gobierno porque “es un tema de estado”.

Durante mucho tiempo acalló esa voz interior que la mandaba hacia lo que hoy promueve: “las acciones de impacto”, pero entonces no se conocían como tal. Ese concepto es más amplio que la difundida responsabilidad social empresaria porque se trata de inversiones que buscan que las empresas lleguen a los ODS (Objetivos del Desarrollo Sostenible) de la ONU más allá de los resultados financieros.

Fernanda Bonesso junto a los cofundadores de Agrojusto.
Fernanda Bonesso junto a los cofundadores de Agrojusto.

Cuando empecé a estudiar era otro mundo. Todavía no se hablaba de impacto. Las opciones eran trabajar en el sector privado, totalmente frío, o trabajar en el sector público, donde todo era obsoleto. No había algo intermedio”, recuerda Fernanda que le gustaba lo público, pensar en la sociedad y su bienestar, pero no quería hacer política monetaria y tampoco se veía trabajando en el sector empresario “sin importarle nada”.

Una enfermedad autoinmune fue una de las señales para escucharse, aunque lejos de prestar atención siguió con sus planes de estudio. Más tarde fue el llamado de su madre, mientras estaba haciendo una maestría en la Universidad Di Tella, el detonante para que regresara a Mendoza y le diera forma a su proyecto. “Y ¿si emprendo y hago lo que me gusta?”, se dijo Fernanda que sueña con poder contribuir a la transformación social a través de AgroJusto.

El origen de la “locura”

Fernanda es la segunda hija de un matrimonio productor que siempre ha vivido del campo. Ella aún recuerda aquellos años de chiquita en la finca de Chachingo entre tomates, ajo, cebolla, almendros. Actualmente -”desde hace unos veinte y pico de años”- tienen damascos y olivos.

La familia Bonesso siempre residió por Maipú y Fernanda cursó la primaria en la escuela Urquiza y los tres primeros años de la secundaria en el IMEI. Pero cuestiones laborales obligaron a una mudanza más cerca del centro mendocino y la entonces adolescente terminó en el colegio San Buenaventura de Ciudad el Polimodal con orientación en Economía.

“En ese momento, fue como la muerte. A los 16 años es una edad en la que estás muy arraigada a tus amigos. Pero me sirvió un montón porque me preparó para cambios: tener que adaptarse a otra situación que puede ser mejor o no; hacer nuevas amistades... Me preparó para no estar reacia a los cambios; no tenerle tanto miedo”, admite.

Maria Fernanda acompañaba a su padre en la finca desde niña, por lo que conocía bien las problemáticas con las que se enfrentaban a diario.
Maria Fernanda acompañaba a su padre en la finca desde niña, por lo que conocía bien las problemáticas con las que se enfrentaban a diario.

Cuenta que siempre fue muy decidida -se largó a caminar a los 9 meses, cosa que suele ser poco probable en los hijos del medio- y disciplinada, siempre con ganas de aprender. “Una ñoña divertida”, reconoce a la vez que indica que para decidir la carrera universitaria -estaba entre Historia y Economía- buscó una psicóloga especializada en temas vocacionales en una época en la que no se buscaba por internet, sino por teléfono fijo.

Ese tema del impacto y de lo social ya me llamaban la atención. Le decía a la psicóloga que por momentos quería ser monja para ayudar, pero no me veía como monja”, dice mientras enumera situaciones de injusticia que le preocupaban.

Después vinieron los años en la facultad de Ciencias Económicas de la UNCuyo, la beca en España por la Fundación Carolina, las especializaciones en la Universidad de La Plata, la UBA y la Di Tella.

Un año antes de irme a España me diagnosticaron una enfermedad inmunológica, como el lupus pero más rara”, detalla y apunta que a los 25 años no tenía fuerza ni para subir la escalera. Según explica “el sistema inmunológico se te vuelve en contra de los músculos y de la piel”. El tratamiento fue un shock con corticoides y ahora está controlada.

La enfermedad fue un golpe, pero después me di cuenta de que era parte de no querer ser consciente de lo que realmente quería hacer. Era como negar lo que soy. En ese momento era difícil porque pensaba ‘si tengo todo resuelto acá ¿para qué me la voy a complicar?’. Lo querés tapar, pero no lo podés evitar y el cuerpo te pasa factura”, reflexiona.

Aún con ese aviso, Fernanda siguió estudiando hasta que hizo “un click”. “Estaba terminando la maestría en Di Tella y mi mamá me llama. Yo ya me quería volver, pero sentía frustración de pensar qué iba a hacer. En Mendoza, el economista tiene el campo acotado”, dice como reviviendo aquella incertidumbre, pero con el entusiasmo de saber que fue la mejor decisión porque pudo abrazar el “estilo de vida” emprendedor. “Es lo que somos; no es un trabajo”, confiesa.

María Fernanda con su padre Miguel Angel, quien posee una finca de damascos en Maipú y vive la difícil realidad de los pequeños productores.
María Fernanda con su padre Miguel Angel, quien posee una finca de damascos en Maipú y vive la difícil realidad de los pequeños productores.

De regreso en Mendoza, contó la idea de armar una plataforma donde “los productores puedan llegar a conectarse con comercios, compradores potenciales de una manera más inteligente” a Matías Lambrese -actualmente, su pareja-, a Ignacio Lemo y a Nelson Perez.

Así nació AgroJusto. “Escucharon mi locura y se prendieron. Son unos genios. Creyeron en lo que quería hacer. Nos unimos y nos potenciamos los cuatro. Por separado no hacíamos la diferencia. Juntos logramos cosas”, insiste al referirse a los cofundadores del proyecto que son de perfiles más tecnológicos.

Impacto positivo

Fernanda ha sido testigo de cómo el campo expulsa a los jóvenes y quiere revertir eso. “Las familias ven que la única manera de progresar para sus hijos es fuera del campo. Es un gran problema porque no lo ven como una oportunidad de mejora”, se lamenta.

Entre las causas explica que cada vez les cuesta más a los productores comercializar. “A la vez es un trabajo muy sacrificado que requiere mucho esfuerzo, mucho riesgo. No sabés en qué momento te cae piedra, tenés una helada y mil factores que intervienen. Entonces hay muchas otras actividades que son más atractivas, también desde la relación costo/beneficio/riesgos”, sostiene.

¿Cuál es la señal del mercado?, sigue Fernanda, las tierras tienen más valor inmobiliario que productivo.”

Fernanda Bonesso cocreadora de Agrojusto, una plataforma de venta de alimentos online.
Foto: Mariana Villa / Los Andes
Fernanda Bonesso cocreadora de Agrojusto, una plataforma de venta de alimentos online. Foto: Mariana Villa / Los Andes

Sin embargo, a diferencia de otras industrias tradicionales, se pone en juego lo que comemos. “Ya hay datos de la FAO y otros organismos internacionales que para el 2050 no habrá alimentos suficientes para toda la humanidad”, apunta y argumenta que otro aspecto a tener en cuenta es que “son un elemento que absorbe dióxido de carbono”.

Aunque es consciente de que no queda mucho tiempo para el 2030 -”son sólo nueve cosechas”- y que la situación no se puede revertir de un día para el otro porque se trata de procesos, Fernanda considera que su herramienta puede contribuir y generar un impacto positivo.

Por un lado, desde la plataforma buscan generar igualdad de oportunidades para productores y comercios. Por otro, pretende que esto derrame en hábitos de consumo más amigables con la tierra.

“Se fue perdiendo la cultura de consumir lo de estación. Por el ritmo de vida que uno está a full, piensa ‘llego y abro un tomate’. Pero hay que encontrar esos espacios. Para mí también fue involucrarme en ese proceso más allá de decirlo y compro lo de estación y se cocina lo que hay. Y no hacer el caso inverso de ir a la verdulería y mirar un montón de cosas que no sabés bien de qué época son, las abrís y no tienen sabor a nada”, considera y sugiere que los consumidores busquen otras opciones como deshidratados o conservas que permiten mejorar la experiencia.

Y si de mejorar la experiencia se trata, Fernanda insiste entre los comercios y productores para que no dejen todo librado a los consumidores. “Ése es el desafío que planteamos a la misma comunidad: tenemos que mejorar los procesos para que sea más fácil para el consumidor”, advierte.

Agrojusto fue premiada por la ONU.
Agrojusto fue premiada por la ONU.

Desde su punto de vista, los primeros hábitos que se deben revertir son los de los consumidores. Así se puede modificar el sistema de producción y el sistema de intermediación. “Hoy la mayoría de los productores tienen monocultivos porque el esquema de ventas es así”, describe y concluye que lo ideal es que los productores puedan diversificarse.

Opciones para postergar la maternidad

A los 36 años y en pareja, Fernada Bonesso se pone del lado de la sociedad que quiere formar una familia con hijos. Pero sabe que éste no es el momento oportuno para ella como para tantas mujeres que están en pleno desarrollo personal y profesional.

“Hay un montón de opciones (para la maternidad postergada) que deberían estar más a la mano y a edades más jóvenes. Creo que en general no se habla de congelar óvulos y es importante para las mujeres.

“A mí ahora me agarra en un momento en que no podría dedicarme. Pero por qué yo como mujer tengo que correr con ese costo. Es muy injusto. Por qué me ponen en esa posición. Creo que se tienen que fomentar espacios de información. Hoy la ciencia permite esas alternativas, pero no están al alcance de todos. Y no hablo desde lo económico, digo desde el conocimiento.

La maternidad no es una carga que sólo se le debe trasladar a las mujeres. Es una carga social: hacen falta niños como parte de la sociedad”, reflexiona Fernanda.

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