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Ferias de lo usado, el nuevo furor en Mendoza que no distingue clases sociales
Ortiz asegura que ha ido incrementándose la demanda de puestos en los últimos años y la oferta de artículos no tiene límites. “En un shopping a cielo abierto”, sintetiza. Para vender allí se puede alquilar un puesto techado a $3.000 por el día e incluye estacionamiento para el auto con mercadería.
La Feria Social de Ugarteche funciona hace 30 años y se hizo conocida por el “boca en boca” por los precios bajísimos en frutas y hortalizas que ofrecían los productores de la zona, en su mayoría de la comunidad boliviana y peruana. La feria creció en público, en oferta de productos y llegó a colapsar con vendedores a la vera de la ruta. La municipalidad reguló la seguridad y la higiene previo a la pandemia y la “movida” está hoy en manos de privados, que alquilan puestos techados y tablones.
La cultura del regateo
Desde la Feria de El Algarrobal en Las Heras también, aunque bastante más pequeña, aseguran que tiene cada vez más convocatoria y, al igual que el resto de las ferias más convocantes de Mendoza, allí reinan el “regateo”, fundamental para que se concrete la mayoría de las ventas; los trueques improvisados entre vendedores, y se paga un canon (también de $3.000) para obtener un tablón y un pequeño gazebo por el día.
“Si vos querés vender ahí tenés que estar dispuesto a rebajar mucho los precios porque hay competencia y todos quieren vender al precio que se pueda. A veces ganás, a veces perdés”, dice Hugo, vendedor en la feria del Valle de Ugarteche.
Hay que madrugar y hacer fila con tiempo, aseguran, porque los puestos siempre son limitados. Los que se quedan afuera pueden vender en la periferia, pero con el riesgo de que el municipio los retire del lugar y sin el beneficio de los baños químicos y la seguridad.
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Ferias de lo usado, el nuevo furor en Mendoza que no distingue clases sociales
La Feria de Lo Nuevo y Usado, en Guaymallén, hace 25 años que abre los domingos y con más de 200 puestos. Pero hace un año, con la creciente demanda de feriantes y de compradores, la familia que lo administra decidió abrir también los días sábados.
Para vender allí, los feriantes suelen ir en la mañana y reservar un puesto o llevar su propio gazebo. El costo para un stand ronda los $ 15.000 por día, pero el monto varía según los artículos y la situación del feriante. “Somos flexibles, según el caso”, dice Hugo De Marchi, miembro de la empresa familiar a cargo de la feria más concurrida de Rodeo de la Cruz.
Para De Marchi, con la crisis posterior a la pandemia terminó de confirmarse otro hábito de consumo en su feria, con un público “mucho más ecléctico que antes, donde ya no ves diferencia de clases”.
La clase media y la moda “circular”
Según el empresario, una tendencia que nota en los últimos años es la gran cantidad de jóvenes que alquilan puestos para vender en la feria del usado. “Tiene que ver con la moda de la economía circular. Todos tienen cosas en su casa que no usan y ahora le dan un valor sustentable y las venden en vez tirarlas o no ocuparlas”, describe el empresario.
Lourdes Navarría, estudiante universitaria, es un claro ejemplo. Empezó a vender su ropa, casi sin uso y de marca, en la Feria de Lo Nuevo y Usado y aprovecha sus ganancias para seguir renovando su exigente guardarropas.
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Ferias de lo usado, el nuevo furor en Mendoza que no distingue clases sociales
“Soy medio pesada con mi ropa. La compro en dos comercios del centro que me encantan; la uso dos o tres veces y después no la uso más. Entonces empecé a venderla porque tenía demasiado. En TikTok nos enteramos de que las ferias estaban siendo furor en Mendoza, así que nos juntamos con dos amigas y nos instalamos ahí todo el día. He ganado entre $60.000 y $80.000 en un día. Hay gustos para todo”, explica “Luly”.
Ana Paula trabaja en relación de dependencia en el sector de la Salud. Ama la ropa, pero asegura que en el último tiempo sintió la debacle económica con los costos fijos altos y un sueldo “planchado”. Con un ropero atestado gracias a otras épocas y ropa casi nueva, Ana Paula creó un grupo de ventas por Whatsapp, vende por Facebook y acude a diferentes ferias (este mes vendió $40.000 en Ugarteche) para ofrecer el vestuario que no usa y poder llegar más “holgada” a fin de mes.
Carolina Díaz, tiene su propio negocio “Moda Circular” en su casa ubicada en la Cuarta sección. Con la feria empezó hace un año, después de renunciar como empleada de una tienda de ropas en el microcentro. Le pagaban mal y le quitaron beneficios. Enseguida comenzó a visitar las ferias de usados, donde le fue bien, pero prefirió abrir su casa para vender. Invirtió sus pocos ahorros en comprar bolsones de ropa usada por Internet. Revende lo que está “en excelente estado” y recarga la prenda con un precio mínimo para fidelizar a su incipiente clientela. Trabaja de lunes a sábados y gana, al mes, entre un millón y un millón y medio de pesos.
“Vendo muy linda ropa y a muy buen precio. Ganamos todos. Es un furor el tema de las ferias, hay por todos lados porque los precios en el comercio son imposibles”, esboza Carolina, y cuenta que puede vender un pantalón en excelente estado a $5.000 “como máximo”, mientras que el mismo modelo, nuevo, no baja de $50.000 en un local del centro.
Comprar y revender para comer
Nélida Garzón es otra habitué de las ferias de lo usado, pero en su caso, comenzó en el negocio de comprar y vender ropa usada después de la pandemia y, básicamente, para subsistir. Con problemas de salud y sin trabajo estable, Nelly oriunda del barrio San Martín, recibe donaciones de ropa, o compra a sus vecinos, o en las ferias de la iglesia de su barrio o a familias más adineradas que le venden ropa que ya no usa por muy bajo costo y luego la revende en la feria del usado en Guaymallén.
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Ferias de lo usado, el nuevo furor en Mendoza que no distingue clases sociales
“Busco, veo dónde venden. Y cuando me empiezan a subir los precios, cambio. Nunca se bien cuánto gano. Pero a las ferias voy los domingos y ahí separo para los gastos de la semana”, cuenta la mujer, que trabaja afuera de las ferias porque no le alcanza para alquilar un puesto adentro del predio.
Ortiz, desde la Feria Social de Ugarteche, asegura que 70% de quienes concurren cada domingo allí no tiene trabajo fijo y viven de lo usado. “Cuando hay tanto movimiento de gente que vende todas sus chucherías es porque es un mal síntoma, es algo negativo”, analiza.
A falta de dinero, la Iglesia también vende las donaciones
“Me enteré por mi nuera, quien me dijo que en las iglesias vendían ropa usada. Hace como dos años que voy. Hay algunas que son re careras y con los precios me corrieron. En la iglesia de mi barrio hay mejores precios”, cuenta Nelly Garzón, del barrio San Martín.
Si bien Nelly admite que al principio quedó “sorprendida” con el nuevo “rebusque” de las parroquias que dejaron de donar todo para comenzar a vender algo, aprovecha las “ofertas lindas” para luego revenderlas en las ferias grandes.
Así, entre jueves y domingos, las iglesias abren sus puertas y ponen precio a muchas donaciones que les llega a través de sus fieles o de la colecta anual.
El vicepresidente de Cáritas, Mauricio Haddad confirmó a Los Andes que la modalidad de la “feria de usados” se instaló en casi todas las parroquias donde hay acciones de asistencia alimentaria a los más humildes. “Lo hacemos porque no alcanza el dinero para comprar el alimento. Tampoco alcanzan las donaciones de alimentos, que han bajado un montón en el último tiempo”, asegura.
“Siempre aclaramos a la gente que nos dona que sería probable que todo vaya a parar a una feria para poder comprar alimentos. Por supuesto, a la gente que necesita ropa no la dejamos de asistir, pero la verdad es que hay superabundancia de ropa. Trae un montón la gente”, describe Haddad, quien enseguida explica el modo de clasificación y distribución: “La ropa que está en excelente estado la 'feriamos', la ropa que está en buen estado la donamos y la que está en mal estado la tiramos. Eso no se puede ni vender, ni donar, ni hacerla trapo”, aclara.
Para quien quiera ayudar con dinero a Cáritas lo puede hacer con el alias: compartir.es.amar