“El General San Martín llegó a las 21, con su esposa en un gran carro tirado a caballos. Estaciona frente a la casa, él baja, atraviesa el patio principal donde dos bandas de música lo reciben con marchas y llega hasta los arcos de la galería, saluda a los dueños de casa y allí vuelve al patio y junto a su mujer inicia el baile”, describe Rubén Peruzzi, al recordar el escrito del historiador Fernando Morales Guiñazú, sobre aquella noche histórica en la Casa de las Bóvedas, Estancia Molina o Casa del Baile de San Martín, de Rodeo del Medio.
Este hecho convirtió a la propiedad en un ícono de la zona y fue declarada Monumento Histórico Nacional en 1998. Peruzzi, director del Museo Estancia Molina, Casa de las Bóvedas, ubicado sobre ruta 50, apenas a 400 metros de la ruta nacional 7, cuenta que en los días previos a la partida del Ejército de los Andes hacia Chile, se realizó un baile en esta casa, el 6 de enero de 1817, una celebración de homenaje y buenos augurios al General San Martín y su oficialidad. También estaban Lavalle y Nechochea. “Allí Lavalle conoce a una chica, emparentada con los dueños de casa y empieza como a noviar con ella, en este baile. Él se va a Chile y cuando vuelve de la campaña se casará con ella, que será su esposa durante toda su vida y es Dolores Correa”, acota Peruzzi.
Cuatro bóvedas
Un patio central y una construcción en forma de L es la característica de la antigua propiedad convertida en museo, con una galería con arcos y sobre el techo principal posee 4 bóvedas, que la dan la característica a la construcción. La casona data de 1798, realizada en adobe, perteneció a Pedro Molina Sotomayor, 4 veces gobernador de la provincia; a su hijo Luis, que también fue gobernador y a su nieto Javier, que fue intendente (delegado de Maipú). “Don Fernando Morales Guiñazú, que fue un historiador muy importante en la provincia, relató lo que ocurrió aquella noche en la reunión histórica, pero también cuentan que se realizaron dos bailes en simultáneo, el principal, y otro en el patio trasero, donde estaban las caballerizas, destinado a peones, cocineros, cocheros. Ambos fueron muy entusiastas y se extendieron por varias horas. Eso se transmitió a través de s genevariaraciones y aquí todavía a esta casa se la conoce como “La casa del baile de San Martín”.
Una película
Peruzzi informa que esta zona “era como un gran oasis, estaba llena de árboles, era el casco de una gran estancia. Desde Mendoza hasta acá hay 15 km y en aquella época, esto ya era parte del campo”. Justamente, la gran cantidad de árboles que tenía el lugar es lo que falta, y se prefirió no replantarlos para destacar la casa-museo. De las cuatro bóvedas que hay, quedó una solamente en pie, que estaba en muy malas condiciones, pero se pudo recuperar y consolidar y se dejó tal cual estaba cuando se decidió la recuperación. Y pusieron en valor 9 habitaciones, entre dormitorios, salas de estar, escritorios, reuniones, comedor y habitaciones para huéspedes. Y reconstruyeron las tres bóvedas que faltaban, utilizando una técnica similar a la que se hace para construir los hornos de barro. Resta poner en valor la parte trasera de la propiedad (galería posterior, caballerizas y sector de servicios).
Para la restauración se ha tenido en cuenta la documentación y los relatos de historiadores. “Felizmente se han encontrado fotos de toda la casa. La foto más antigua que tenemos es de 1925. Además, aquí se filmó parte de la película “Álamos talados”, de Film Andes, en 1960. Con toda esa documentación pudimos ver cómo era la casa”, asegura el director del Museo, que se estuvo al frente de la restauración también. Y agrega: “sobre el amoblamiento que se ha hecho de toda la casa, gran parte fue adquirido en un anticuario muy importante de Buenos Aires y es similar a lo que había en la casa y con esos bienes se han ambientado las habitaciones. Son muebles que datan entre 1890 y 1920″.
En ruinas
La casona estuvo muchos años en ruinas. Peruzzi, cuenta: “Javier Molina tuvo 5 hijos y la casa quedó en manos de su hija menor que se llamaba Carola Molina. Ella cuidaba la casa, que los techos que no se llovieran, incluso hace peñas allí porque era un orgullo para ella y la tenía como un museo. Pero al morir Carola, en 1965, y al no tener hijos, pasa a una segunda línea sucesoria y esta persona desconoce la historia y todo lo que había en esta casa, termina yéndose y abandonando la casa”. Al poco tiempo la propiedad fue usurpada. “Se van llevando techos, pisos, carpintería y queda en ruinas. En 1997 se declara en remate para pagar las deudas que tenía la propiedad. La municipalidad de Maipú se hizo cargo de la deuda y adquirió la propiedad”, destaca el director. En 1998 fue declarada Monumento Histórico Nacional, que establecía que el Ejecutivo Nacional debía enviar los fondos para la restauración. “Tales fondos nunca llegaron y la casa sigue en ruinas por diez años más, hasta 2008 y en un estado terminal, la Municipalidad decidió iniciar la restauración de la casona con fondos propios”.