Tomás Godoy Cruz no tuvo suerte en el amor. En tiempos de Independencia, pasó algunos meses en Buenos Aires donde se enamoró perdidamente de Victoria Ituarte, sobrina de su amigo don Martín de Pueyrredón. Victoria era una de las mujeres más hermosas de la capital porteña y si bien Tomás la superaba en años no en altura, ni en alcurnia. La muchacha no estaba disponible debido a su romance con Manuel Hermenegildo Aguirre, uno de los creadores de la famosa pirámide de Mayo.
El mendocino no se rindió y pidió auxilio a Pueyrredón, quién llegó a enviar a Aguirre en misión a Estados Unidos, buscando allanar el camino para su amigo. No sirvió de nada, Victoria lo esperó y se casaron. Con los años su amor dio grandes frutos, entre los que se encuentran sus bisnietas Victoria y Silvina Ocampo. Godoy Cruz jamás superó esta situación y retiró su amistad a Pueyrredón, que en carta a San Martín señaló: “Debe usted saber que este joven que fue amigo íntimo, se convirtió en enemigo".
Solicitó casarse con una sobrina, me interesé en su enlace, pero (…) desde que él vio destruida la esperanza, se retiró de golpe de la casa y empezó a dejarme ver un semblante de desagrado. ¿Lo cree posible? Pues juro a usted, ante el sol, que no ha habido ni hay más un comino entre los dos”. En 1823 Don Tomas contrajo nupcias finalmente. La elegida fue Luz Sosa, considerada la mujer más hermosa de todo Cuyo. Llevaron una vida fastuosa en la que las tristezas no faltaron. Aunque generalmente se habla de dos hijos según los registros parroquiales tuvieron cuatro, uno de ellos murió a los dos años y otro a los veinte.
La única hija de la pareja fue bautizada como Aurelia y, siendo muy joven, encontró el amor en brazos de un médico bonaerense de origen británico llamado Federico Mayer. El matrimonio se llevó a cabo en Mendoza el seis de diciembre de 1851, en la Iglesia de San Nicolás. Meses más tarde Godoy Cruz falleció y Lucecita volvió un infierno la vida de los tórtolos.
Aparentemente estaba enamorada de su yerno y al ser rechazada lo hizo asesinar por un par de peones. Una vez capturados los malvivientes acusaron a Luz y en un juicio llevado a cabo por el Juez Palma tanto ellos como doña Sosa de Godoy Cruz fueron condenados a muerte. Dada la importancia social y económica de la dama, otros magistrados la rescataron obligándola a pagar una enorme suma por su libertad.
En cuanto a los asesinos terminaron diez años presos. Tras ser liberada Lucecita llevó una vida normal e incluso volvió a realizar grandes fiestas, a la que parte de la sociedad asistió sin problema alguno. Su buena estrella terminó durante el terremoto de 1861 siendo aplastada por un muro de su mansión. Dicen que nadie se preocupó por rescatar sus restos.