Esenciales silenciosos: historias de los que nunca pararon de cuidar la limpieza

Recolectores de residuos y barrenderos están desde el primer día de cuarentena en la calle pero debieron sumar tareas y recaudos. Se volvieron fundamentales ante la importancia de la higiene.

Esenciales silenciosos: historias de los que nunca pararon de cuidar la limpieza
Mario se dedica a mantener limpias las acequias de Godoy Cruz desde hace más de 10 años / Ignacio Blanco

Podría decirse que son como el sol y esa frase que reza que, aunque no lo veamos, siempre está. También por la noche y hasta altas horas. Sin abandonar el perfil bajo, probablemente sus elementos de trabajo y sus acciones hablen más por ellos de lo que lo hacen sus palabras. Y ni hablar si se movilizan en esos ruidosos camiones en los que, vaya uno a saber por qué, siempre pareciera ser que eligen hacer la compactación en la puerta de casa. Pero son imprescindibles, de esos que luchan toda su vida, parafraseando al escritor Bertolt Brecht.

Mientras que muchos trabajadores pudieron reacomodar sus rutinas a partir de fines de marzo y lograron adaptarse al teletrabajo, otros tantos como quienes se desempeñan en limpieza urbana y en recolección de residuos (entre otras funciones) no tuvieron posibilidades de considerar esta alternativa. Por el contrario, debieron doblar esfuerzos y optimizar métodos de trabajo.

Por un lado, porque la limpieza y la higiene se convirtieron en pilares claves para frenar la propagación del coronavirus. Pero, además, porque algunos de ellos debieron resguardarse para cuidar su salud al encontrarse incluidos en grupos de riesgo. Y quienes siguieron en la calle debieron hacer hasta lo imposible por mantener la limpieza sin que se evidencien las bajas forzosas.

“Estamos laburando desde el principio, como siempre y nunca aflojamos. Porque si llegamos a aflojar un día en lo que es la recolección de residuos, sería descuidar la higiene. Y es algo fundamental, que no podemos dejar”, cuenta Isaías “El Gringo” López (34), quien trabaja hace cuatro años en el servicio de recolección de la Municipalidad de Godoy Cruz, departamento en el que además vive.

“Es cierto que con la pandemia mucha gente cambió su estilo de vida y de trabajo, pero nosotros seguimos trabajando igual e, incluso, más. Porque tuvimos muchos compañeros que debieron guardarse por estar en grupos de riesgo y llegamos a ser menos de la mitad, aunque con el mismo trabajo”, agrega Mario Riquelme (42), quien se encarga de la limpieza de cunetas y el levantado de residuos de la vía pública, también en Godoy Cruz.

“Los primeros dos meses fue como que la gente estuvo de vacaciones y, al quedarse en su casa, se les dio por limpiar los patios y los jardines. ¡Hubo muchísimo trabajo en esos momentos! Porque sacaban hojas y ramas enteras a la calle. Pero después se calmó un poco”, apunta Riquelme entre sonrisas.

Fundamentales

Quizás por su simpleza y timidez, o tal vez por ese perfil bajo del que ya se habló, se sonrojan cuando se les hace saber que bien podría hablarse de ellos como “los esenciales silenciosos de la pandemia”. Sin embargo, lo son. “Un día en que no podamos pasar con los muchachos, la gente lo va a notar. No podemos parar”, coinciden con humildad.

A Isaías, pocos de sus compañeros lo conocen por su nombre. Para todos es “El Gringo”, quien vive en Villa del Parque y en 2016 comenzó a trabajar como operario de recolección de residuos en Godoy Cruz. Con el sistema diferenciado que implementó la comuna, agregó hace unos meses los martes a sus días de descanso (el otro fue siempre el sábado). Pero, saliendo de ello, trabaja todos los días; feriados incluidos.

“Con esto de la pandemia se ha visto que la gente es más cuidadosa en general. Nosotros, por ejemplo, salimos con barbijo doble y nos desinfectamos más que antes. La Dirección de Higiene Urbana nos brinda sanitizante antes de salir y cuando terminamos el trabajo. Además, nos dan guantes y barbijos. La verdad es que es un poco más complicado trabajar así, con todos estos elementos, pero es fundamental cuidarse. Además, la gente ayuda y también ha tomado más conciencia. Muchos vecinos rocían con cloro y lavandina las bolsas de residuos antes de sacarlas y hasta hemos encontrado bolsas envueltas con dos o tres bolsas de refuerzo. La gente se pone más las pilas”, cuenta el hombre antes de salir a sus rondines.

“El Gringo” López vive en Villa del Parque y en 2016 comenzó a trabajar como operario de recolección de residuos en Godoy Cruz.
“El Gringo” López vive en Villa del Parque y en 2016 comenzó a trabajar como operario de recolección de residuos en Godoy Cruz.

“El Gringo” es parte del segundo turno, por lo que sale del cuartel pasadas las 23 y está entre los trabajadores que completa sus labores en horas de la madrugada. “Antes de la pandemia salía del trabajo, llegaba a mi casa y ni me sacaba las zapatillas. Si tenía que hacer algo, lo hacía directamente. Incluso, venían mis viejos y me daban un abrazo sin ningún problema. Pero ahora es automático: llego a casa, me saco las zapatillas y la ropa, la meto en el lavarropas o en una bolsa para lavarlas al otro día y llego directamente a bañarme. La verdad es que te cuesta un poco adaptarte, como con todo. Pero tenemos nuestras familias, tenemos que cuidarnos entre nosotros”, sigue el operario cada vez más suelto de palabras.

Más allá de los cuidados, de la prevención y de todos los protocolos y medidas, Isaías es consciente de que -como muchos- está expuesto a un posible contagio. “El temor lo tenemos siempre. Una vuelta, ya en época de pandemia, tuve fiebre y llamé a uno de mis capataces. Le conté que no iba a presentarme a trabajar por temor a contagiar a mis compañeros y avisé que iba a ir a hospital a hisoparme. Gracias a Dios era una simple alergia. Pero ahora uno tiene dolor de garganta o algo y se asusta”, se sincera.

Recolector y “profe”

Diego Medina tiene 29 años y hace 11 trabaja como recolector en la Municipalidad de Ciudad. La zona a la que está abocado es la del microcentro (calles San Martín, General Paz y Godoy Cruz, entre otras). Pero, además, es el responsable de una escuelita de fútbol en Bermejo (Guaymallén), donde vive. Claro que en estos seis meses se ha dedicado de lleno a su trabajo por las calles del Centro, ya que la escuelita ha estado cerrada.

“Han sido seis meses complicados, donde uno ha tenido mucho miedo por la enfermedad. Uno sale a la calle con cuidado y algo de temor, pero confiando en que todo va a estar bien. Y, obviamente, trabajando con mucha precaución”, resume con su característico buen humor. El mismo con el que se filma en la desértica soledad de las calles. “Andamos con guantes de látex, de tela, barbijos y máscaras protectoras. Y alcohol en gel todo el tiempo. Uno va tan protegido que por ahí se complica correr por las calles, pero es una linda travesía”, sigue.

Diego Medina tiene 29 años y hace 11 trabaja como recolector en la Municipalidad de Ciudad. / Ignacio Blanco
Diego Medina tiene 29 años y hace 11 trabaja como recolector en la Municipalidad de Ciudad. / Ignacio Blanco

En esos 11 años trabajando como operario ya ha perdido la cuenta de cuántos kilómetros ha recorrido. "Uno debería estar en forma pero por ahí come más de lo que debe aún”, completa, sin dejar de reir.

“Lo que más me impactó es ver las calles vacías totalmente. Y me shockeó ver de repente a todo el mundo con barbijo. Porque nosotros seguimos trabajando como el primer día pero cuando vi las calles vacías y a la gente con barbijo, ahí me cayó la ficha”, cuenta el joven.

Al cumplir sus funciones en una zona meramente comercial, no hay tanta interacción ciudadana como tienen quienes trabajan en barrios o zonas residenciales. Más allá de eso, el gesto de la gente al sacar las bolsas con alcohol o desinfectante para disminuir los riesgos de Diego y sus compañeros se ha observado. Y el trabajador lo resalta.

“Tengo la escuelita de fútbol pero está cerrada ahora. Yo mientras estoy aprovechando para capacitarme por Zoom participando de charlas con los profes. A los chicos se los extraña y por eso tratamos de seguir en contacto por WhatsApp”, cierra Medina.

Cambio de costumbres

Mario Riquelme también es empleado municipal de Godoy Cruz. Desde que tiene 28 años se desempeña en el área de Limpieza Urbana y actualmente es encargado de la zona del oeste del Corredor, que incluye los barrios La Estanzuela y Foecyt, entre otros.

De lunes a viernes, de 7 a 16, Mario está firme en sus funciones. “La verdad es que le estamos poniendo mucho más compromiso; no es joda el Covid-19. En nuestros trabajos mantenemos el distanciamiento con los vecinos, les hablamos a lo lejos y somos ultra responsables. Al principio hubo algo de miedo, como todos. Pero respetamos los protocolos y las medidas de seguridad y de a poco vamos tomando conciencia de que vamos a tener que convivir con el virus; no es la solución quedarnos encerrados”, reflexiona Mario.

Dentro y fuera del ámbito laboral, muchas cosas cambiaron en el día a día (de Mario y de todos). Pero, de a poco, Riquelme se acostumbra a esto que muchos llaman “nueva normalidad”. “Antes compartíamos los vasos o el mate pero ahora no lo hacemos más. Cuesta bastante porque cosas como el mismo mate, los abrazo o los besos son muy argentinos. Pero no nos va quedando otra que cambiar esas por el golpe de puñito; es así”, concluye, también entre risas.

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