En 2009, cuando José Robledo viajó por primera vez a “hacer temporada” de invierno de Mendoza a Andorra (en el verano del Hemisferio Sur); quizás no se imaginó que sus casi 40 años lo encontrarían instaladísimo en Ibiza, trabajando en uno de los clubes de playa más exclusivos de la isla y como uno de los responsables de la cocina de un lugar paradisíaco. Sin embargo, y aunque probablemente no se haya imaginado específicamente en Ibiza ni en este lugar; si tenía en claro desde hacía tiempo que quería salir, romper el molde y descubrir lugares y experiencias nuevas.
“Ibiza es una isla que a mí me encanta; el lugar, la playa, el trabajo. ¡Ya estoy por empezar mi novena temporada acá! Siento que Mendoza, Dorrego e Ibiza son mi casa; y mientras tanto yo sigo con mi viaje que empezó en 2009”, resume despreocupado José desde la paradisíaca isla del Mar Mediterráneo. Allí trabaja en el club de playa Cala Bassa.
Aunque trata de venir a Mendoza de forma periódica –cada dos o tres años si la situación se lo permite- y aprovecha ese viaje para pasar a visitar a sus amigos y afectos en Buenos Aires; José está más que cómodo con su vida. Pero no se anima a asegurar qué estará haciendo en un futuro no muy lejano.
“Estando en Mendoza nunca tuve problemas con el trabajo, no me puedo quejar. Me vine a Europa por una cuestión de querer viajar, no por una necesidad económica. En cuanto a lo más material y profesional, acá estoy manejando un producto que ni sueño en haberlo podido manejar en Mendoza; pero tiene que ver exclusivamente con dónde está la isla, geográficamente hablando. A Ibiza llegan productos de todo el mundo, y yo me encuentro a mí mismo manejando productos y material que es muy complicado que hubiese llegado a Mendoza”, se explaya el mendocino; quien resalta que toma todo lo que está viviendo como una experiencia de vida.
“No sé si me voy a quedar en Europa o si voy a volver a Mendoza; pero lo que quiero y sí me gustaría es -algún día- tener mi propio hotelito, ofrecer mi producto. En Europa siento una libertad social o cultural que en Argentina no sentía. Es como que en Argentina está subvalorado el trabajo de cocinero. Hasta te podría decir que no son lo mismo los 40 años acá que los 40 años allá”, reflexiona. Y cierra la idea con una broma que, confiesa, hace cada vez que habla con sus amigos: “¡no sé qué voy a hacer cuando sea grande!”.
Nómade
Robledo, Negro para quienes lo conocen en confianza (y según su Instagram, @negromenduco), no se anima a dar por hecho que la estabilidad que consiguió en Ibiza no la hubiese podido conseguir en Mendoza; básicamente porque nunca intentó hacerlo y directamente eligió viajar.
En sus inicios, José comenzó a trabajar en uno de los bares más populares de la calle Arístides Villanueva, el ya desaparecido Por Acá. Primero como camarero, luego en la barra y finalmente como encargado; su semana se dividía en cinco días trabajando en este nostálgico bar capitalino, y los otros dos en un boliche de la Panamericana.
“Empecé a estudiar y laburar, casi sin querer, en la gastronomía y la hotelería, y mi experiencia en el Por Acá fue mi escuela en esto. En simultáneo empecé a estudiar gastronomía en Arrayanes; y con el laburo pude pagar la carrera”, rememora. Y recuerda que, casi en simultáneo, se inscribió e hizo durante un tiempo el profesorado de Educación Física.
Tras esos primeros pasos, pasó por otros boliches del momento en sus años dorados, hasta que recaló de a poco en restaurantes y en la cocina de la cocina (literalmente).
“En 2009, una amiga sommelier tenía un proyectito en Las Leñas y me ofreció irme a trabajar allá en la temporada de invierno. ¡Yo nunca había ido a la nieve! Pero así llegué y repetí la experiencia durante dos años; el primero trabajando como camarero, y el segundo ya un poco más como encargado. Los dos años siguientes volvía hacer temporada a Las Leñas, pero ya trabajando en servicio al huésped del propio centro de esquí. Y en esos años trabajando en Las Leñas, escuché a muchos chicos que contaban que hacían doble temporada: en el invierno argentino en Las Leñas y en el invierno europeo en Andorra. Así fue como se activó ese bichito que siempre me había picado para viajar”, sigue en su repaso mental.
Entre 2010 y 2011, José Robledo viajó por primera vez a Andorra para trabajar en la parte de gastronomía durante la temporada invernal. Y a esa primera temporada, le siguieron siete más en las que ya se instaló en el Viejo Continente. “Solo para la temporada 2012 volví a Mendoza en el invierno para hacer temporada en Las Leñas. Pero después me hice amigos que hacían invierno en Andorra y verano en Ibiza; por lo que dejé de volver a Las Leñas y cambiamos por el verano en la isla”, cuenta.
Su llegada a Ibiza
La primera entrevista de trabajo en Ibiza la tuvo a bordo de un lujoso yate, propiedad de una familia belga. Su por entonces novia había sido contactada para una propuesta laboral, y José aprovechó la ocasión para sumarse al “combo”. En ese momento surgió un posible obstáculo: la documentación legal para trabajar. “Al ser un principado, Andorra es un poco más flexible y suelen darte un permiso provisorio para trabajar en temporada. Pero en Ibiza ya era un poco más complicado”, acota. Tiempo después, en 2014 y por medio de una unión convivencial, logró finalmente tener los papeles.
“En 2013 llegué a Ibiza y, en esa primera temporada, me embarqué en un yate de una familia belga; de mayo a octubre. Me tomaron como chef personal, pero ellos tenían el barco como una casa de fin de semana; no estaban viviendo y navegando todo el tiempo allí. Entonces cada tres semanas enviaban un planning con su estadía en el lugar, mientras que el resto de los días, mi función era cocinarle a la tripulación del barco”, cuenta.
Incluso, un día –y sin saber quién era- José cocinó para el piloto alemán de Fórmula 1, Nico Rosberg. “¡Hasta mi vieja lo conocía, porque el padre fue piloto hace ya algunos años! Pero yo soy cero fierrero. En fin, cosas que me pasaban en el barco”, destaca José, también entre risas.
Como cocinero personal y oficial del yate, el mendocino conoció la Costa Sur de Francia y llegó hasta Marsella, pasando por Mallorca y Menorca; pero nunca estuvo dentro de la isla de Ibiza. Recién pudo conocerla en 2014, ya con los papeles legales. A partir de ese momento, su trabajo por temporadas lo fue intercalando entre Ibiza (verano) y Andorra (invierno); ritmo que mantuvo hasta 2017, la última vez que trabajó en invierno en el principado y sus centros de esquí.
El día a día
En el club de playa Cala Bassa, José Robledo trabaja desde 2014. El entorno es tan perfecto, que ni siquiera una foto es suficiente para describirlo. “Estoy enamorado de la isla, agua turquesa, todo muy paradisíaco. Ahora estoy trabajando en el club de playa y, al principio, también hacía temporada de invierno con los dueños del lugar; porque tienen un restaurante en Andorra. Pero ahora dejé de trabajar en invierno, por lo que mis planes van variando. Necesito estar siempre viajando, tener fecha de caducidad donde estoy. Hace tres años me fui a Italia a hacerme la ciudadanía y pasar mi primer invierno europeo en Roma, estuve 5 meses en Italia”, sintetiza.
La estadía de Robledo en Ibiza suele extenderse desde mediados de abril hasta noviembre, que es la temporada alta en el club de playa. “En Cala Bassa, estoy dentro de lo que es la cocina principal y donde trabajan más de 17 personas. Es toda una logística impresionante y, en un día normal de temporada, pueden salir 1.000 cubiertos; que van desde sándwich o hamburguesas hasta langosta o una paella. Hay mucha gente famosa, mucho yate, muchas personalidades del deporte que veranean en Ibiza”, sigue el mendocino.
Aunque ha tenido propuestas formales de trabajo para quedarse todo el año, el resto del año prefiere aprovecharlo para seguir recorriendo, descubriendo y ampliando su experiencia. Tras pasar el invierno en Roma, al año siguiente se instaló en Barcelona; mientras que el último invierno aprovechó para venir de paseo a Mendoza.
“Lo que más se extraña de Mendoza y Argentina son afectos, el cómo somos, la cercanía que tenés con la gente. Acá son un poco más fríos, pero hacés amigos y vas argentinizando a la gente (risas). También se extraña muchísimo a la familia y la calidez. ¡Y ni hablar de la montaña! Algo que extraño mucho de Mendoza es levantar la cabeza y no ver la montaña”, concluye.