La jubilación de docente no le alcanza y se levanta a las 4 de la mañana para hacer café y venderlo en la ruta

La mujer, de 62 años y madre de tres hijos, estaciona temprano su Renault 9 modelo 94 para vender café en el km 952, en el acceso a Las Catitas

La jubilación de docente no le alcanza y se levanta a las 4 de la mañana para hacer café y venderlo en la ruta
La profesora de arte jubilada, junto al auto con el que llega hasta la ruta para vender café.

Fuerte, valiente, luchadora, guerrera. Existen tantas maneras de describir a Carolina Tonon, que sería imposible resumirlas en una sola palabra. Lo cierto es que, esta altura, esta docente jubilada de 62 años oriunda de Las Catitas, ya está habituada a que todo el mundo la defina como “guapa”.

Carolina es el ejemplo cabal de la mujer argentina que no espera nada ni se queda de brazos cruzados cuando la economía aprieta los bolsillos: apenas comprobó que su jubilación como maestra de Plástica no le alcanzaba, comenzó a vender café en la ruta en plena pandemia.

Así, desde el primer día en que se iniciaron las restricciones por el Covid-19, el 21 de marzo de 2020, empezó a levantarse a las 4 de la mañana para preparar café en su cocina y ubicar rato después su Renault 9 blanco modelo 94 en el kilómetro 952, cerca de la estación de servicio Axion, en el acceso a Las Catitas, para vender el desayuno a los viajantes, en su mayoría camioneros.

Se ríe a las carcajadas, se ríe de ella misma: “¿Qué voy a estar esperando?”, pregunta, en diálogo con Los Andes, cuando relata los inicios de este emprendimiento que, asegura, le brinda muchísimas satisfacciones. Es que, a esta altura, Carolina se convirtió en todo un personaje, en una mujer conocida por lo aguerrida. Con su cartel que reza: “Café”, realizado por su hijo Lucas con luces lad, no hay camionero que no se detenga para disfrutar de una pausa que siempre va acompañada por un saludo y una sonrisa. Aclara que cuenta con la habilitación municipal correspondiente.

Nacida el 21 de marzo de 1961, dice que tiene su corazón dividido en dos, porque buena parte de su infancia y adolescencia transcurrió en Entre Ríos. Más tarde regresó a Las Catitas, localidad del departamento Santa Rosa, estudió en la Facultad de Arte y Diseño de la UNCuyo, se recibió de maestra de Plástica; se casó y tuvo tres hijos. Toda la vida dio clases en escuelas de esa zona.

Madre de tres hijos y con su marido desempleado debido a problemas de salud, Carolina se jubiló cuatro años atrás y comprobó que el sueldo no alcanzaba: dos de sus tres hijos aún viven con ella y la menor estudia en Villa Mercedes.

Es docente jubilada y vende café en la ruta para sobrevivir. Aquí, le entrega el café a un cliente en Las Catitas.
Es docente jubilada y vende café en la ruta para sobrevivir. Aquí, le entrega el café a un cliente en Las Catitas.

“Alguien me dio la idea de salir a vender café y no lo dudé. Claro, empezó el debate: que si es peligroso, que el frío, que tenga cuidado… ¡no pasa nada!, exclama, y agrega: “Trabajo mucho y no siento que sea un sacrificio porque me encanta lo que hago”.

Para Carolina la lluvia o el frío del invierno y el calor abrasivo del verano no existen. “Si no fuera por este ingreso, con mis 70 mil pesos de jubilada no podría mantener a mi hija estudiando afuera”, confiesa, para agregar que el café lo vende a un valor adecuado porque no le gusta aprovecharse de nadie.

Con sus termos, sus facturas y tortitas que compra caseras y su Renault 9 “del año de Las Castañetas”, bromea, Carolina se instala en la ruta a las 5.30 en punto de lunes a sábados y allí permanece firme hasta las 11. “Jamás tuve una situación de peligro y todas las anécdotas que recuerdo son hermosas. Los camioneros –se ríe– me dicen que soy la mujer ideal para casarse”.

La docente jubilada, a primera hora, a punto de salir a vender café.
La docente jubilada, a primera hora, a punto de salir a vender café.

El espíritu de lucha de esta mendocina “todo-terreno” la llevó también a hacer dedo prácticamente toda su vida, incluso en sus épocas de estudiante, cuando iba y venía hacia Mendoza para cursar. En realidad, por entonces daba clases en algunas escuelas, aunque sin título universitario. Un día se lo exigieron y no demoró en inscribirse en la UNCuyo para poder seguir trabajando. “Me recibí en cuatro años, siempre viajando a dedo. Hoy lo sigo haciendo cada vez que tengo que ir al médico o cumplir con cualquier otro trámite”, señala.

Así, ya con su título de profesora, desarrolló una extensa carrera docente en escuelas primarias y si bien ya se retiró de su tarea frente al aula, continúa confeccionando hermosas manualidades, además de especialidades dulces, que suele vender para distintos eventos.

La página figura en Facebook como “Dolcedecoraciones” y es un placer para la vista. Casada con Diego Wauters –que espera su jubilación y se recupera de un problema de salud– tienen tres hijos: Ivana, que es docente; Lucas, empleado, y Trixie, estudiante de Agronomía en Villa Mercedes.

“Me dicen guapa, buscavidas, sobreviviente y muchas cosas más, pero creo que soy una mujer como cualquiera que necesita trabajar y que sale a poner el hombro todos los días”, se autodefine, mientras se despide con su actitud siempre optimista. A esta altura, ella sabe bien que nada la detiene y que encontrará siempre la manera de salir adelante.

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