Aunque a simple vista las personas de su entorno no lo perciben, Bruno Ledda (20), oriundo de San Martín y alumno ejemplar y dedicado, padece un grado de autismo. Para continuar con sus estudios terciarios necesita de manera imperiosa un acompañante terapéutico que por razones legales y burocráticas Pami no puede autorizarle.
Nora, su mamá, que perdió a su esposo tras un cuadro de Covid, habló de las dificultades que este trastorno representa para Bruno, aunque eso no le impide ser un excelente estudiante, aunque también con las características propias del autismo, extremada sensible, detallista y meticuloso.
Al finalizar la secundaria, siempre con el apoyo de un acompañante, Bruno estudió Óptica y Contactología, aunque se le hizo imposible continuar por la misma situación. Fue así que se involucró con su verdadera pasión, la programación y el mundo de las computadoras. “Es una persona muy dedicada que pasa horas con herramientas y destornilladores. Ya ha podido reparar equipos y quiere comenzar un curso”, relató Nora.
“Pero sin acompañante terapéutico es imposible y no es porque no tenga la capacidad, sino por otras cuestiones relacionadas con su trastorno”, indicó, para enumerar que es un chico sensible, sin picardía y que no comprende las bromas.
“Ama la computación y lo estamos estimulando para que siga estudiando. Tanto su hermana mayor, Julieta, como yo, deseamos un futuro para él, se lo merece, es extremadamente inteligente y detallista”, sostuvo.
Si bien Pami anticipó a la familia que evaluará la situación, las trabas para autorizar la prestación tiene origen en un impedimento legal que tienen los acompañantes terapéuticos ya que no están colegiados.
Es decir, al no estar matriculados no pueden acceder a seguros por responsabilidad civil y mala praxis, requisitos obligatorios que a nivel central solicitan para trabajar en el área de Salud Mental de los afiliados.
Esta dificultad que padecen los profesionales está siendo abordada por algunos legisladores, y son numerosos los afectados que no reúnen los requisitos excluyentes para ser prestadores de esa obra social.
En realidad, algunos acompañantes terapéuticos trabajan con pacientes afiliados al Pami porque los casos se terminan judicializando. Sin embargo, la realidad indica que no cumplen con los requisitos por no tener formación de grado en Mendoza, como sí sucede en otras provincias. Esto hace que carezcan de matrícula.
La vida de Bruno
Bruno nació en una familia convencional y siempre contó con apoyo, aunque al principio sus padres desconocían las causas de algunos comportamientos.
Por ejemplo, repitió cuarto grado, algo que a sus cercanos le resultó incomprensible teniendo en cuenta su dedicación e inteligencia. También llamó la atención que comenzó a hablar más tarde que otros chicos de su misma edad.
Una vez diagnosticado, su vida fue relativamente normal porque contó con acompañantes cuya tarea siempre dio resultado. “El problema fue cuando quedó con la obra social Pami, de su papá fallecido. Me explicaron que no puede autorizarse y esto representa un verdadero problema para su avance en un estudio superior”, sostuvo su mamá.
“A veces siento bronca porque veo a muchos presos que sí reciben esto, tienen todos los derechos del Estado, internet, teléfonos, televisión. Pero mi hijo necesita el apoyo para estudiar y soy jubilada, no puedo recurrir fácilmente a un abogado”, enfatizó.
Bruno atravesó con muchísima entereza la reciente muerte de su papá a causa del Covid-19.
“Fue muy difícil, pero lo sobrellevó con gran fortaleza. No lo llora, sino que comprendió que descansa en paz. Incluso lo transitó mejor que el resto de la familia”, dijo.
Como a todo paciente con autismo, suele asustarse con las tormentas eléctricas, los fuegos artificiales y los ruidos muy fuertes. “De niño era más difícil aún, porque para las fiestas de fin de año se convertía en un ‘pollito’ y solía decir que le explotaba la cabeza. Hoy es más grande, pero igual sufre las consecuencias”, expresó su mamá, para agregar que tiene dos grandes amigos: uno de la infancia, que vive en su barrio, y otro de la escuela secundaria.
“Bruno es altísimo, mide 1,85 y marca presencia, por eso muchos se sorprenden cuando se enteran de que padece este trastorno, el cual a simple vista no se nota. Tratamos de que la vida sea normal y, de hecho, próximamente hará un curso para conducir el auto, le expliqué que tiene que saber manejar”, comentó Nora.
La mujer dijo que se comunicó con varias personas de Pami, aunque en todos los casos la respuesta fue negativa. “No puedo pagar un acompañante en forma particular porque no contamos con los recursos necesarios. Cada consulta al neurólogo nos cuesta 15 mil pesos y los gastos se van sumando”, remarcó, para anticipar que seguirá esperando una respuesta oficial.