El 13 de octubre de 1992, en Mendoza, nació Liber Leonel Ortiz. Desde ese año, cada vez que llegaba el décimo mes del año, para su madre –Aracelis Ortiz- era motivo de felicidad y para comenzar a organizar el festejo de un nuevo cumpleaños de su tercer hijo. Pero esa concepción de octubre y esa forma de ver al mes cambiaron drásticamente en 2010.
Porque el 2 de octubre de 2010, a Liber lo encontraron sin vida en el interior de la habitación de una pensión en Santiago de Chile, donde el joven –de 18 años por entonces- se había ido a vivir en búsqueda de una oportunidad laboral y de una nueva vida que no había logrado encontrar en Mendoza.
En ese momento comenzó un verdadero calvario para Aracelis, quien hoy tiene 53 años. Porque recién en febrero de 2011 pudo viajar a Chile para reencontrarse con el cuerpo sin vida de Liber, mientras que en junio de ese año (casi 8 meses después del fallecimiento) pudo traer sus restos –cremados- y que hoy descansan en el Cementerio de la Ciudad de Mendoza.
Cuando Liber falleció, en 2010, tenía 18 años. Iba a cumplir 19 el 13 de octubre de 2011. Se había ido de mochilero a trabajar y encontraron el cadáver en la pensión de Santiago donde estaba viviendo.
“Supuestamente la carátula estaba en suicidio y así se cerró el caso. Pero gente de la pensión me decía que, cuando encontraron el cuerpo de mi hijo, tenía una bolsa en la cabeza y las manos atadas. No entiendo cómo puede ser suicidio eso”, resume Aracelis, quien hace un tiempo se fue a vivir a un pueblo en las afueras de la Ciudad de Córdoba y encontró cierta estabilidad.
“Todo quedó asentado como suicidio, pero nunca quedó claro qué fue lo que pasó y yo en ese momento no tenía plata, ni ganas de hacer toda una investigación como hubiese correspondido, estaba destrozada. Cuando yo fui y hablé con el señor de la pensión, me contó que ‘el argentinito’ (como le decían a mi hijo) estaba en contacto con una chica chilena mayor que él y quien también vivía en la pensión, en otra habitación. A mi hijo lo encontraron sin vida un lunes por la mañana y dicen que llevaba más de 24 horas así.
A ello se suma que el señor de la pensión contó que esa mujer le había pagado lo que le debía el domingo a la noche y se había ido sin dejar ningún rastro, y también –de acuerdo a lo reconstruido- que mi hijo y ella habían estado juntos en la cocina del lugar el sábado por la noche”, rememora Aracelis sobre la última vez en que, le dijeron, habían visto a Liber con vida.
Un caso inconcluso y una muerte llena de misterio
Aunque a Liber Leonel Ortiz lo encontraron sin vida en la pensión de la capital trasandina a principios de octubre –a 11 días de que cumpliera 19 años, para ser más precisos-, el caso se hizo público 5 meses después, en febrero de 2012. Y fue porque su madre recurrió a los medios al encontrar incontables trabas y obstáculos para poder viajar a Chile a repatriar los restos de su hijo.
También para esa época tomó estado público otro triste episodio: la muerte de Roberto Soto, otro joven mendocino de 22 años que falleció en enero de 2011 mientras estaba de vacaciones en las playas de Chile. El Gobierno de Mendoza colaboró con la llegada del cuerpo a la provincia en aquel momento, mientras que en marzo de 2012 la Justicia chilena cerró la investigación y también determinó que se había tratado de un suicidio.
“Cuando vi que a la familia de ese chico lo ayudaron a traer el cuerpo, decidí pedir ayuda a Desarrollo Social. Y tras un par de idas a las oficinas sin éxito, recurrí a los medios. Me hicieron la primera nota en Los Andes, después el caso llegó a la televisión y así fue como me escucharon y me ayudaron”, rememora Aracelis a 12 años de la muerte de su hijo y en diálogo con Los Andes. “Tuve que hacer mucho para que me escucharan y hay momentos en que parecieran ser episodios que uno cree olvidarlos, pero en el fondo todo está grabado en la mente”, piensa en voz alta y con dolor la mujer.
Luego de la exposición mediática del triste suceso, desde el Gobierno de Mendoza ayudaron a Aracelis Ortiz a viajar a Santiago. La primera vez que pudo viajar luego del fallecimiento de su hijo fue en febrero de 2011, casi 5 meses después de que lo hallaran sin vida.
“Llegamos, fuimos al consulado y me estaban esperando con el caso. Como no habían encontrado documentos de Liber, estaba identificado como NN. Cuando yo hice el reconocimiento de cuerpo, empezaron todos los trámites. Después de eso tuve que volver a Chile para ver cuánto me costaba hacer el traslado y traerlo cremado desde allá. Gracias a Dios mi hijo había dejado una semillita en varias personas que me ayudaron mucho en Chile. Me prestaron un departamento y me ayudaron a contactar casas de sepelio. Desde Desarrollo Social de Mendoza se hicieron cargo de esos gastos también”, rememora con angustia Aracelis.
En junio de 2011 la mujer viajó por tercera vez a Chile en menos de 6 meses y ya fue para regresar con los restos de Liber. “Fue una lucha total lo que tuve que hacer, costó mucho”, recuerda.
Las dudas que nunca desaparecen
Aunque oficialmente la muerte de Liber Leonel Ortiz se caratuló como “suicidio” y así se cerró la investigación, a su mamá le quedaron siempre dudas. Esas mismas dudas que le transmitió el encargado de la pensión santiaguina donde estaba viviendo el joven.
“Era una pensión bastante informal, por lo que no quedó ningún registro de la mujer que había estado con él. Solo se sabe que la noche previa a que encuentren a mi hijo sin vida, ella fue a hablar con el encargado, canceló todo lo que adeudaba y se fue sin dejar rastros. A Liber lo encontraron un lunes por la mañana, y ese domingo por la noche estuvo la luz encendida toda la noche, y la puerta cerrada. Cuando a la mañana miraron por una ventana, vieron el cuerpo de mi hijo en la cama, con una bolsa en la cabeza. Así y todo, la policía o asentó como suicidio”, reconstruye Aracelis desde la localidad Villa Santa Eugenia, en las afueras de la Ciudad de Córdoba.
Más allá de que todos esos interrogantes nunca encontraron una respuesta, en ese momento lo único que quería Aracelis era tener de vuelta consigo los restos de su hijo. “El caso quedó ahí, y yo no tenía ni medios ni plata para seguirlo. Cuando fui por primera vez, no estaba con ánimo. Lo único que quería era ver si el cuerpo era de mi hijo, no estaba para investigar. Mi hermano me acompañó la primera vez y él me decía que no me podía quedar con eso. Pero hacía falta plata, y yo no la tenía”, cuenta la mujer.
Con la cremación de los restos de su hijo, Aracelis considera que pudo “cerrar el círculo” y lograr que su hijo “descanse en paz”.
“Tenía dos hijos más por quienes tenía que seguir viviendo, y después llegaron otros dos. De regreso en Mendoza me dediqué a trabajar, porque me había quedado sin la pensión que recibía. En Mendoza trabajaba sin parar, por lo que gracias a Dios me pude venir a Córdoba, formar pareja, tener un techo y estabilizarme”, explica.
En este pequeño pueblito cordobés, Aracelis Ortiz trabaja en el área de lavandería del hospital del lugar. Además, los fines de semana también cumple funciones en la cocina del geriátrico que depende de este efector de salud.
12 años sin Liber y el dolor eterno
El 2 de octubre pasado se cumplieron 12 años desde que el tercer hijo de Aracelis Ortiz –Liber Leonel Ortiz- falleció. Este 13 de octubre, además, hubiese cumplido 30 años.
“Por ahí pienso que remover cosas para saber qué pasó no es más que remover mi mente otra vez para atrás y en cosas que no me van a devolver a mi hijo. Pero mi familia y mis amigas siempre me dijeron y dicen que tengo derecho a saber qué pasó. Era un ser humano, era tan joven, no puede quedar así”, reflexiona, ya con la voz quebrada del dolor, la mujer.
“Los recuerdos los quiero tener muy dentro mío, son dolorosos y fuertes. El perder un hijo es algo que solamente la mamá que lo pasó puede saber lo que se siente, lo que pasa dentro nuestro. Octubre siempre es un mes muy complicado para mí, más allá de que le pongo pilas y creo mucho en Dios. Porque siempre recuerdo lo que fue toda esa lucha”, sigue la mujer al repasar todo lo vivido en diálogo con Los Andes.
En los momentos más difíciles de su vida, Aracelis Ortiz encontró en la memoria de su hijo un refugio, algo para cobijarse. “Cuando estaba en Mendoza, en un momento me quedé sin un techo y estuve viviendo un tiempo en casa de mis amigas. Todas las noches le pedía mucho a mi hijo, él era mi angelito. Estos 12 años sin Liber han sido de un dolor muy interno en mi corazón, en mi mente. Cada vez que llega octubre, me pregunto qué edad tendría mi hijo, si estaría trabajando, si hubiese tenido pareja. Han sido 12 años fuertes, la pérdida la llevo todos los días. He tenido que aprender a vivir con el dolor interno de no verlo”, cierra, ya con el llanto ganándole a la claridad de sus palabras.