Emocionada, vestida con su mejor blusa y acompañada por toda su familia, Sandra Yañez de Vargas, que tiene 55 años, seis hijos, 12 nietos y dos bisnietas, finalizó la escuela primaria con el mejor promedio y cumplió el sueño que nunca antes había podido cristalizar.
Cursó en el mismo establecimiento que dos de sus nietos: Iván y Jazmín, a quienes solía cruzarse en los pasillos. Otros compañeros le gritaban: “Hola, compa” y ella los saludaba feliz, con la mano en alto.
Por circunstancias de la vida, especialmente económicas, porque fue la mayor de muchos hermanos en un hogar donde el dinero escaseaba, Sandra debió salir a trabajar desde muy pequeña en la cosecha de uva, ajo y tomate.
A los 16 años fue mamá y siguió ganándose la vida como empleada doméstica. Su esposo Hugo, pintor de obras, tuvo que dejar de trabajar a raíz de una discapacidad.
Todos esos episodios, la mayoría signados por el esfuerzo, pasaron por su cabeza el lunes pasado cuando, en medio de cálidos aplausos, recibió el diploma del fin de la primaria en el Cebja 3-238 “Cruce de los Andes” del barrio Sol y Sierra, en Godoy Cruz.
Fueron tantas las veces que se anotó en la primaria y no pudo finalizarla que a esta altura Sandra perdió la cuenta. De pequeña no tenía dinero ni siquiera para el colectivo y pasó por cuatro escuelas, una de ellas albergue. Así fue que salió a trabajar a las fincas. De adulta también se le interpusieron piedras en el camino.
“La pandemia fue todo un problema porque no me adaptaba a las clases virtuales. Iba a la escuela a buscar las tareas, volvía a casa, las resolvía y regresaba a que me las corrigieran. Así todo un año”, rememora esta mujer, sonriente y optimista, que de chica “admiraba” a los estudiantes universitarios y se proyectaba llevando esa vida. “Los observaba y me preguntaba: “¿Por qué yo no?”, evoca. Hoy, dice, está un paso más cerca porque al menos ya se inscribió en la secundaria. Paso a paso, asegura, irá cumpliendo etapas hasta llegar a un terciario, su máximo anhelo.
Nacida el 8 de diciembre de 1966, tuvo seis hijos: Hugo (38), Alejandra (36), Leandro (35), Fabián (31), Lucas (26) y Benjamín (14), quien obtuvo una beca de Fonbec y gracias esa ayuda pudo seguir estudiando en la escuela 4-030 Profesor Angel Cervera, de Godoy Cruz.
Valeria, Iván, Jazmín, Nicole, Agustina, Victoria, Sofía, Erik, Joseline, Shirley, Lautaro y Julián son sus nietos. Luz y Loana sus bisnietas.
En medio de la nostalgia propia de fin de año y con las emociones a flor de piel a raíz de este reconocimiento que esperó durante años, Sandra pide homenajear a su madre Mercedes, fallecida hace escasos meses. “Una mujer que siempre vi trabajando”, aclara. “Hasta el último día le llevé mi libreta de la escuela para que la firmara. Claro, a mi edad no era necesario, pero yo sentía la necesidad de que ella estuviera orgullosa de mí”, se emociona.
El paso por el colegio fue una experiencia inolvidable en su vida, advierte con seriedad, mientras agradece la paciencia de la señorita Daniela Stati, su última maestra, entre otras docentes, “todas excelentes”.
“Son muchas las personas que me ayudaron a cumplir este sueño. En principio mi familia, mis nietos inspiradores y mis amigas de fierro”, enumera, para agregar que aunque varios de sus hijos son adultos, ella igual siente que les dio una hermosa lección. “He trabajado siempre para ser una buena mamá y hoy lo estoy demostrando”, se convence, como si hiciera falta.
Rodeada de hijos y nietos y con su peinado impecable (“Mi hija antes de que fuera al acto llamó a una peluquera”, cuenta), Sandra dice que tiene mucho por celebrar y agradecer en esta fecha especial, la de su cumpleaños. “Uno en la vida debe fijarse metas y jamás rendirse. Ese fue mi lema siempre. El camino suele tener espinas y dificultades, pero vale la pena transitarlo. Caerse y seguir adelante”, reflexiona.