Cuando Gonzalo Guiñazú llegó a mundo, el 1 de marzo de 2001, en el Hospital Perrupatto de San Martín, nada hacía suponer que, diez años después, iba a ser diagnosticado con un trastorno extraño y poco conocido en aquel momento: mutismo con rasgos de autismo.
El mutismo selectivo es un trastorno de ansiedad que consiste en que las personas afectadas, en determinados contextos o circunstancias, pueden llegar a inhibirse de manera tal que parecen mudos, a pesar de poder hablar normalmente en situaciones en las que se sienten cómodos y relajados. Norma Cortéz, su mamá, que educó sola a Gonzalo y a Rodrigo - su hijo mayor-, relató los períodos difíciles que vivió la familia, así como también los vaivenes de una enfermedad “solitaria”, tal como la definió.Y recordó: “Pasamos por distintos períodos: el más difícil fue cuando Gonzalo no habló durante años. De chico aprendió a hablar, pero más tarde se sumió en el silencio y permanecía solo encerrado en su habitación”. Uno de los rasgos de este diagnóstico es el mutismo. Gonzalo dejó de hablar varios años –solo balbuceaba delante de su madre o hermano—aunque jamás lo hacía con sus compañeros.
Después de la primaria sufrió un importante retroceso. Recién hoy, como alumno de la Escuela Especial 2-719 de La Paz, le dio una verdadera alegría a su mamá y toda la comunidad educativa de ese establecimiento: empezó a decir sus primeras palabras y a integrarse con sus compañeros. “Fue un cambio rotundo después de haber pasado muchos años tristes porque estuve siempre sola y con recursos limitados. Hoy me tranquiliza ver a mi hijo integrado. Puede andar en bicicleta, hacer algún mandado, atarse las zapatillas, utilizar su teléfono y hasta contar dinero”, enumera su mamá.
El colegio resultó clave en su evolución: lo contiene y enseña a realizar algunas manualidades, su actividad favorita. También sueña con ser peluquero. Gran parte de sus avances fueron a través de un trabajo riguroso y prolongado de su maestra, la “seño” especial Fernanda Gracia quien dijo sentirse orgullosa del adolescente independiente en el que se transformó Gonzalo. “Llegó a la escuela en 2018 y era uno de mis pocos alumnos, solo había cuatro, y recuerdo la constancia de su mamá, que lo acercaba en moto a la escuela sin dejarlo faltar jamás”, evocó. “Jamás me dirigía la mirada y fue un proceso que llevó muchísimo tiempo. Luego de conversar, hablar, insistir y empezar con las tareas de rutina, se fue abriendo”, relató, y destacó su elevado nivel para la comprensión de textos y su interés en la materia Lengua.
“Pero no interactuaba, entonces había que seguir trabajando. Respondía órdenes directas relacionadas con la actividad del día, como salir al recreo, sacar un cuaderno de la mochila, empezar a escribir… no hacía nada si no recibía la instrucción”, rememoró. Gonzalo sólo respondía con gestos o movimientos con la cabeza.
Fernanda recordó que el colegio fue creciendo en matrícula y en plantel docente. “De a poco empezó a cambiar, a sentirse más integrado, a interactuar, sin prisa ni pausa. Seguía sin hablar, pero sabía que con su maestra de la primaria cruzaba alguna palabra. La invité una clase para darle la sorpresa y fue un día inolvidable y muy feliz para él. Eso sí: siguió sin decir una sola palabra”, evocó.
Una mañana, y de un día para otro, todo cambió. Fernanda recuerda muy bien esa fecha: el 29 de noviembre de 2021. Ese día Gonzalo por fin habló con sus compañeros. Recuerda: “en medio del bullicio, porque todos son adolescentes ruidosos y charlatanes, lo descubrí hablando. Fue una alegría inexplicable, el resultado de un trabajo arduo y con final feliz. Tanta emoción sentí aquel día que tomé el celular y empecé a mandarles mensajes a su mamá y a los otros docentes, que no podían creer lo que les contaba”. Y continúa: “la evolución ha sido constante, siempre con cambios positivos. Ha logrado independizarse, llega a la escuela en su bicicleta, juega a la pelota con sus amigos y colabora en su casa, por eso puedo decir que es un adolescente normal, aunque, claro, con algunos aspectos propios del autismo”.
La docente cuenta:”hoy estamos ocupados en un emprendimiento de jabones artesanales y Gonzalo está muy entusiasmado. Nosotros, sin dudas, felices y orgullosos”.